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De las Indias a las Américas

Sutiles hilos históricos y culturales unen el norte de la India con España y el Nuevo Mundo a través de la influencia musulmana y la cultura ecuestre

El cineasta indio y diseñador de moda Muzaffar Ali posa con su esposa, la autora Meera Ali, y su hija Sama, en 2018 en Gurugram, India.
El cineasta indio y diseñador de moda Muzaffar Ali posa con su esposa, la autora Meera Ali, y su hija Sama, en 2018 en Gurugram, India.Manoj Verma (Hindustan Times / Getty Images)
Olivia Muñoz-Rojas

El otro día visité una exposición del cineasta y artista Muzaffar Ali (Lucknow, 1944) en la Bikaner House, un antiguo palacio colonial convertido en espacio cultural en el centro de Delhi. La que fuera residencia del maharajá de Bikaner, con sus gruesos muros pintados de ocre claro y blanco, sus arcos, azulejos y jardines interiores, me transportó al otro lado del mundo, a las viejas haciendas de la Nueva España. Mientras, la obra de Ali, en la que el caballo ocupa un lugar central y es posible ver una suerte de confluencia entre su fascinación de cinéfilo por el “Salvaje Oeste” y su apego emocional a las llanuras indogangéticas y el Rajastán, me hacía imaginar legendarios caballeros, conquistadores o andantes. Pensé en los sutiles hilos históricos y culturales que unen al norte de la India con España y América a través de la influencia musulmana y la cultura ecuestre. En 1526, apenas un lustro después de que Hernán Cortés y sus aliados vencieran a Moctezuma y cayera Tenochtitlan, fundándose la Nueva España, Babar arrebataba lo que quedaba del sultanato de Delhi a Ibrahim Lodi, incorporándolo al imperio mogol. La influencia musulmana no desapareció de la Península con la caída del Reino de Granada y encontró su prolongación, entre otros, en la arquitectura colonial española en América. Pero también en la obra maestra de las letras hispanas, El Quijote. Recordemos que en ella se atribuye a un escritor anónimo la autoría en árabe de una parte del manuscrito original. Aparece, asimismo, el cronista Cide Hamete Benengeli como fuente original de los contenidos traducidos al castellano por un morisco aljamiado.

Así, la hispanista Vibha Maurya, miembro correspondiente de la Real Academia Española por India y autora de la primera traducción al hindi del Quijote, encuentra en la obra elementos que la conectan con las tradiciones literarias orientales. Escribe Maurya: “A mi entender, la estructuración de la novela del Quijote, su técnica narrativa, la doble autoría al crear un pseudocronista árabe son aspectos que sin duda tienen sus raíces en los libros de caballería, pero también se encuentran en las historias persas y arábigas de los siglos XII y XIII”. De hecho, algunos estudiosos indican que Cervantes pudo inspirarse en las historias que seguramente escuchó de otros presos musulmanes durante su cautiverio en Argel. Son estos elementos los que permiten a Maurya trasladar el texto al hindi “más allá de las frases impresas y oír sus ecos” en el contexto del lector indio. Para la hispanista, la traducción no tiene que ser fiel al texto original, sino “al contexto en que el primer autor crea su historia”, que en el caso de Cervantes tuvo, de una manera u otra, una impronta musulmana.

Lo cierto es que la mayor parte de las obras de autores de habla hispana en las lenguas indias están traducidas del inglés, habiéndose sometido a una doble migración lingüística

Sugerir que hay una conexión cultural entre el mundo de habla hispana y la India, en particular el norte del país, no quiere decir que no estemos ante universos lingüísticos y literarios muy distintos y que traducir entre ellos no constituya un reto. Lo cierto es que la mayor parte de las obras de autores de habla hispana en las lenguas indias están traducidas del inglés, habiéndose sometido a una doble migración lingüística. Las traducciones directas al hindi, al bengalí o al gujarati, como es el caso de Cien años de soledad (traducido al hindi por Sonya Surabhi Gupta) o del propio Quijote, siguen siendo excepcionales. En un proceso simétrico, pero invertido, la mayoría de las obras escritas en lenguas indias no se traducen directamente al español, sino a través del inglés. Ciertamente, el inglés sigue siendo la lengua de las élites educadas en el país surasiático y muchos autores indios escriben en ella. Sin embargo, son cada vez más los que optan por escribir en alguna de las lenguas autóctonas, trascendiendo incluso su propia esfera lingüística. Es el caso, por ejemplo, de Geetanjali Shree, la primera autora en recibir el International Booker Prize por una novela escrita en hindi, Ret Samadhi (Tumba de arena).

Frente a la hegemonía del inglés en el mundo, existe la necesidad entre escritores e intelectuales de reivindicar el lugar de otras grandes lenguas como el español y el hindi, que, al fin y al cabo, tienen más de 500 millones y casi 700 millones de hablantes, respectivamente, y estrechar las relaciones directas entre ellas. Cada vez son más los estudiantes indios que eligen el español como lengua extranjera, tanto en la escuela como en la universidad, y la presencia de nuestra lengua en el país surasiático parece afianzarse en otros ámbitos también. Posiblemente, en una o dos generaciones, existan más traductores capaces de traducir entre ambas lenguas, además de más lectores en español en la India. ¿Por qué no esperar que crezca también el interés por aprender hindi en el mundo de habla hispana? Poco a poco, los sutiles hilos culturales que unen ambas esferas resultarán más palpables y surgirán nuevos imaginarios…, como los que crean las superproducciones bollywoodenses en localizaciones hispanas —la última, el vídeo musical Jhoome Jo Pathaan, grabado en Cádiz recientemente y que en tan sólo un día llegaron a ver 22 millones de personas—.

Olivia Muñoz-Rojas es doctora en Sociología por la London School of Economics e investigadora independiente.

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