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Guadalupe Grande en las profundidades del lenguaje

‘Jarrón y tempestad’, el poemario póstumo de la autora, alcanza niveles sorprendentes de experimentación y esfuerzo en la decisión de cada palabra

La autora Guadalupe Grande, en una imagen familiar sin datar con sus padres, los poetas Francisca Aguirre y Félix Grande.
La autora Guadalupe Grande, en una imagen familiar sin datar con sus padres, los poetas Francisca Aguirre y Félix Grande.ARCHIVO GUADALUPE GRANDE
Sergio C. Fanjul

En el nuevo poemario de Guadalupe Grande, Jarrón y tempestad (La uÑa RoTa), se amontona una cordillera de imágenes, abundantes maneras de experimentación gráfica, estrófica y ortográfica, una inextricable mezcla de idiomas y de ideas, muy pocos signos de puntuación y ni una sola mayúscula. Hay notas a pie de página que, sin embargo, forman parte del poema. Hay citas infiltradas de Celan, de Cioran, de Bachmann, de Benjamin. Hay palabras que se juntan y espacios que sobran, paréntesis que jamás se cierran. A veces funciona por acumulación, a veces rompe el sentido. Aquí abruma, allí desconcierta. Masca el lenguaje. Se junta la belleza de lo extraño con lo extraño de la belleza. Exige al lector. No es fácil, pero sabe compensar los esfuerzos.

El nuevo poemario de Guadalupe Grande es, además, un poemario póstumo: su autora falleció hace dos años, el 2 de enero de 2021, de manera prematura, a la edad de 55 años. El corazón. Lupe, como la llamaban tantas personas que la querían, tenía la poesía fuertemente plegada en el núcleo de las células: era hija de dos enormes poetas. Francisca Aguirre, que había fallecido en 2019, y Félix Grande, que lo había hecho en 2014. Su abuelo materno fue Lorenzo Aguirre, un pintor ejecutado por el franquismo por el método del garrote vil. Su abuelo paterno, un pastor de cabras republicano. Fue nieta de los derrotados. “Pienso que escribir poesía quizás sea una derrota necesaria”, escribió Grande en su Poética. Con ella se acaba la estirpe, pero quedan los versos.

Retrato sin fecha de la autora Guadalupe Grande incluido en el libro 'Esa llave ya nieva', de la editorial Alkibla.
Retrato sin fecha de la autora Guadalupe Grande incluido en el libro 'Esa llave ya nieva', de la editorial Alkibla. ARCHIVO GUADALUPE GRANDE

“Guadalupe, aunque era antropóloga de titulación, vivió con intensidad la poesía y desde muy temprano comenzó a leer y a escuchar a los mejores poetas. Tenía grandes maestros al lado y su casa era, en cierto modo, la “casa de la poesía”, dice el crítico y poeta Manuel Rico, que recuerda largas reuniones con figuras como Juan Carlos Mestre, Jorge Riechmann o Fernando Beltrán. La autora era consciente de lo especial de su raigambre, heredó parte de su memoria y también cierto peso, el de ser hija de dos Premios Nacionales en el ámbito en la literatura: probablemente un caso único. Dejó estos poemas que finalmente ha publicado La uÑa RoTa: las personas su entorno sabían que Grande deseaba publicar en el mismo sello donde publicaban algunas de sus compañeras del verso, como Luz Pichel o Ángela Segovia.

Era hija de dos Premios Nacionales en el ámbito de la literatura: Francisca Aguirre y Félix Grande, probablemente un caso único

Su trayectoria se inició con el Libro de Lilit (Renacimiento, 1996, premio Rafael Alberti) y fue perdiendo realismo y ganando en densidad y complejidad hasta llegar a su poemario póstumo, que está lleno de enigma. “Memoria, meditación, naturaleza, cultura, acercamiento a las grandes verdades existenciales como el amor, la vida y la muerte y un fuerte enfoque crítico hacia las clases dominantes y hacia todas las injusticias”, son algunas de las características de su obra según Rico. Una poesía que, como también señala el crítico, no estaba adscrita a ninguna corriente de las que fluyeron a su alrededor: ni a la de la experiencia, ni a la del silencio, ni a la realista o neorromántica. Una poeta más de “estilo” que de “tendencia”, por recuperar la clasificación de José Ángel Valente. Otros de sus poemarios fueron La llave de niebla (Calambur, 2003), Mapas de cera (Ediciones del 4 de Agosto, 2013) y Hotel para erizos (Calambur, 2010).

En su nuevo libro se percibe la férrea voluntad de Grande por ir más allá, por traspasar sus propios límites y llegar a niveles sorprendentes de depuración del lenguaje, se percibe la determinación por experimentar de muchas maneras diferentes y el esfuerzo en la decisión de cada palabra. Nada está dejado al azar, todo está pensado más de tres veces. “Probablemente, Jarrón y tempestad sea el mejor poemario de Guadalupe Grande; mejor en el sentido de preferible, sin que por ello desmerezcan para nada sus anteriores libros, que ya sabemos que cada libro puede ser una pista y también un desvío”, dice el editor Carlos Rod, de La uÑa RoTa, que hace también hincapié en el largo tiempo y en el cuidado que la poeta puso en su elaboración, y en cómo notaron su ausencia a la hora de la edición, a pesar del fiable asesoramiento de los poetas amigos.

Ilustración de Guadalupe Grande para la portada del libro 'Jarrón y tempestad'.
Ilustración de Guadalupe Grande para la portada del libro 'Jarrón y tempestad'. GUADALUPE GRANDE

Más allá de la escritura, Grande también codirigió el Centro de Estudios de la Poesía de San Sebastián de los Reyes, junto con Luz Pichel. “A la hora de trabajar era una cabeza privilegiada, rápida y rara. Si dudabas, ella ponía la seguridad. Si afirmabas demasiado pronto, ella ponía la necesaria duda”, dice Pichel, “trabajar con ella era darle una vuelta más a todo, verle el envés a la hoja, el nervio, hacer del hecho de pensar una necesidad, poner algo más de cuidado en las cosas, ya fuese la creación de un proyecto o la decisión sobre algo tan chiquito como el tamaño de letra que debía aparecer en una invitación”.

En ese centro se dedicó a la difusión de la poesía, por ejemplo, y entre otras acciones y eventos, a través de talleres, algunos de los cuales impartía personalmente. En ellos “hacía fácil lo difícil: escuchar a sus alumnos, hacer la pregunta pertinente acerca del equilibrio de cada poema concreto, para que averiguaras por ti misma qué fallaba y cómo resolverlo. Preparaba las clases para que encontráramos las herramientas precisas que nos permitieran afrontar nuestra aventura hacia la poesía”, según recuerda una participante, la poeta Raquel Moreno.

Jarrón y tempestad no es el único libro relacionado con Grande que se publicó después de su muerte. Esa llave ya nieve (Alkibla) es un libro-homenaje, casi un libro-persona, en gran formato donde, además de sus poemas, se puede apreciar otra de sus labores artísticas, la de la expresión gráfica, en forma de ilustraciones y collages, además de numerosas fotografías, extractos de diarios y algunos textos ensayísticos. Sin prólogos ni estudios eruditos sobre su obra: solo su voz, plasmada en diferentes formas, y modulada por la edición y selección de algunos poetas como Juan Carlos Mestre, Óscar Martín Centeno o Mario Obrero.

Un verso de Jarrón y tempestad dice: “Ahora todo se venda y se vende”. “En este libro, póstumo por desgracia”, dice el editor Rod, “no hay venda que valga, y su memoria, innegociable, se revela en cada poema afilada como un cuchillo”.

Portada del libro 'Jarrón y tempestad', de Almudena Grande. EDITORIAL LA UÑA ROTA

Jarrón y tempestad

Guadalupe Grande
La Uña Rota, 2022
108 páginas, 15 euros

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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