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‘El pare’: perdidos en la niebla mental

En la adaptación catalana de la obra de Florian Zeller sobre los estragos del alzhéimer, Josep Maria Pou demuestra que sigue siendo uno de los mayores actores de nuestro teatro

Rosa Renom y Josep Maria Pou en una escena de la obra 'El pare', en el Teatre Romea de Barcelona.
Rosa Renom y Josep Maria Pou en una escena de la obra 'El pare', en el Teatre Romea de Barcelona.DAVID RUANO
Oriol Puig Taulé

Estos últimos años hemos visto a Josep Maria Pou en la piel de personajes fuertes y con un gran carácter, desde el rey Lear hasta Cicerón o Sócrates, pasando por el mismísimo capitán Ahab luchando contra la ballena blanca. Nunca hasta ahora se había mostrado Pou tan vulnerable y frágil sobre un escenario. Los actores ven cómo los papeles protagonistas van disminuyendo a medida que cumplen años, por eso hay que celebrar que podamos seguir gozando de un Pou en plena forma. Ahora los podemos ver en El pare (El padre), versión catalana, con impecable traducción de Joan Sellent, del éxito internacional de Florian Zeller. Este texto ha sido interpretado por los más grandes de las tablas: Ernesto Alterio protagonizó el montaje dirigido por José Carlos Plaza, y Anthony Hopkins lo hizo en la versión cinematográfica dirigida por el propio autor. Josep Maria Pou nos demuestra, una vez más, por qué sigue siendo uno de los mayores actores de nuestro teatro, y lo hace ahora con un texto de rabiosa actualidad.

Las enfermedades degenerativas son, lamentablemente, cada día más habituales, en una sociedad donde los avances médicos y científicos nos permiten alargar nuestra esperanza de vida de forma casi infinita. El punto de partida de El pare es muy simple: Andreu, un señor estupendo, amable y culto de 76 años, está empezando a perder la memoria, pero se resiste a aceptar cualquier tipo de ayuda por parte de su hija o de las cuidadoras que esta contrata. Josep Maria Mestres se reencuentra con Pou después de Justícia, el texto de Guillem Clua estrenado en el TNC hace dos temporadas, y dirige con su precisión habitual una función para el lucimiento de un gran actor. Con el todavía reciente gran éxito de L’oreneta en La Villarroel, Mestres nos vuelve a dejar claro su dominio de la dirección de actores y del melodrama. Sin inventos ni falsas modernidades, dando prioridad al texto bien dicho y a la emoción.

Mestres vuelve a demostrar su dominio de la dirección de actores y del melodrama, sin inventos ni falsas modernidades

El pare se propone que el espectador sienta la misma confusión que su protagonista, y esta es precisamente una de las principales bazas y flaquezas del texto. Las dudas sobre la identidad de los personajes que le rodean o la particularidad de los espacios donde se encuentra Andreu también son las que sentimos nosotros como espectadores, y Zeller elige sabiamente no explicarnos qué versión de la realidad es la buena. Pasada media función, sin embargo, el mecanismo se agota y cae por su propio peso, careciendo de soluciones dramatúrgicas para ir más allá.

La escenografía diseñada por Paco Azorín, cómplice habitual de Mestres, es una caja blanca delimitada por una luz roja: el espacio mental de Andreu, amueblado únicamente con algunas sillas, que se irá vaciando a medida que avance la función. No hace falta nada más, y se agradece la ausencia de un entorno más realista. Acompañan a Pou una Rosa Renom muy acertada en el papel de la sufridora hija, bien secundada por Victòria Pagès y Mireia Illamola como las otras hijas/enfermeras. También respecto al texto, no compro en absoluto el hecho que los personajes se sorprendan continuamente de los despistes de Andreu: quien ha convivido con una persona con alzhéimer sabe que esto no es así, y además no ayuda para nada a la tranquilidad mental del enfermo. A Pep Pla y a Josep Julien les tocan los papeles más secundarios, que resuelven con su oficio habitual y que son la demostración, también en escena, de que los cuidados de los mayores recaen siempre en las mujeres, sean las familiares o las cuidadoras contratadas a tal efecto. La violencia que aparece fugazmente en la función tampoco parece llevar a ninguna parte, cuando una de las fases más dolorosas del alzhéimer es, precisamente, cuando los pacientes tratan con dureza o incluso agresividad a sus seres queridos.

Al final, la niebla mental en la cabeza de Andreu es cada vez más espesa, y el escenario se va vaciando hasta llegar al desenlace inevitable. Cuando el presente se difumina solo queda el pasado, es decir, la infancia. Y por encima de todas las cosas, la madre. Ver a Josep Maria Pou reclamando a su “mama”, como si fuera un niño pequeño, es una imagen desgarradora, y sitúa al actor de forma muy valiente frente a los fantasmas de su futuro, esperamos que muy lejano. No hay esperanza en esta función, como tampoco la hay en unas patologías que todavía necesitan de la investigación para dejar de ser irreversibles. El pare es un espejo que nos refleja a todos los espectadores: ni deformado ni embellecedor, solo terriblemente sincero.

‘El pare’. Texto: Florian Zeller. Dirección: Josep Maria Mestres. Teatro Romea Barcelona. Hasta el 19 de febrero.

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Sobre la firma

Oriol Puig Taulé
Oriol Puig Taulé (Sabadell, 1980) es crítico y cronista de artes escénicas. Es licenciado en Historia del Arte y tiene un Máster en Estudios Teatrales por la Universidad Autónoma de Barcelona. Coordina la sección de teatro y danza del digital cultural 'Núvol', y lo encontraréis en los escenarios más insospechados

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