‘El Gran Apagón’, la funesta manía de pensar
El filósofo Manuel Cruz alerta del peligro de una desconexión intelectual en un trabajo que repasa los grandes temas de reflexión de la actualidad
Renunciemos a la funesta manía de pensar. Este era el eslogan que los españoles nacidos en la pos-Guerra Civil atribuíamos irónicamente a los gestores de la dictadura franquista. La lucha contra el imperio de la razón, entronizado por el Siglo de las Luces, no es una novedad de nuestro tiempo. Así lo pone de relieve Manuel Cruz en la primera página de su reciente entrega que comienza con un pronóstico nada halagüeño: el siglo XXI parece estar ganándose a pulso el calificativo de El Gran Apagón. No hablamos del que amenaza a las poblaciones por culpa de la crisis energética, sino de la renuncia de nuestra sociedad al pensamiento crítico y su apasionada entrega a la turbación identitaria.
Cruz nos tenía acostumbrados a debatir sobre la tarea de pensar, a la que dedicó en su día un ensayo de idéntico nombre. Catedrático de Filosofía y visitante ocasional de la política, debido a lo cual ejerció la presidencia del Senado, ahora nos regala un discurso de 400 páginas que hace honor a su demanda de recuperar el debate de las ideas frente a la batalla de las emociones. Fiel a su empeño, utiliza una prosa discursiva, peripatética, que recupera el método de Aristóteles y la mejor de las tradiciones filosóficas: la que se esfuerza en plantear las preguntas adecuadas antes que en redactar un manual de instrucciones.
Casi no hay tema de nuestra actualidad, la provinciana y la universal, que escape a su reflexión. El nacionalismo populista, con especial atención a la cuestión de Cataluña; la memoria histórica; la nueva política; el feminismo; el fracaso de la política; el sectarismo de los medios; la polarización; el victimismo; las guerras culturales; los mecanismos de selección en la justicia; la Gran Renuncia de los jóvenes al trabajo en las sociedades desarrolladas; los efectos de la pandemia y la guerra de Ucrania sobre los comportamientos sociales; la existencia de un pensamiento hegemónico (sutil manera de describir al pensamiento único), y un sinfín de etcéteras más, son cuestiones sobre las que el autor debate con sus lectores y consigo mismo.
Lo hace además en un lenguaje en ocasiones tímido y de repente provocador. Sirva de ejemplo su discurso sobre el feminismo, cuando critica abiertamente la biblia fundacional del movimiento, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir. Describe abiertamente la cosificación sexual como “una dimensión necesaria del deseo” y se pregunta sobre si la mujer debe sentirse culpable de ser objeto de él, como si fuera cómplice de un discurso machista. Para terminar evocando las desafiantes palabras de Catherine Deneuve en su manifiesto contra el movimiento Me Too: “Una mujer puede disfrutar de ser el objeto sexual de un hombre sin ser por ello una zorra ni una vil cómplice del patriarcado”. Estoy seguro de que en medio de la polémica actual sobre la ley trans estas citas seguirán causando escándalo entre la militancia servil al poder, dedicada a ahuyentar a base de silencios y chorradas a lo mejor de nuestros intelectuales.
La obra está estructurada en cuatro episodios, con un cierto sentido del humor británico, que no busca siquiera la sonrisa aunque acabe provocándola. Hay una introducción y un epílogo que en conjunto ocupan una cuarta parte del volumen. El prefacio es quizá lo mejor y más conseguido de todo el libro, pues en definitiva resume las tesis fundamentales sobre las que se asientan las previsiones del gran apagón intelectual que estamos a punto de padecer. Entre ambas, una primera parte teórica (‘Pensar a tientas’) y otra segunda parte práctica, que continúa entre otras cosas analizando los problemas de pensar en público, pero también sugiere las complicaciones de hacerlo en la intimidad. El título de ese capítulo resume quizás mejor que nada las motivaciones del triunfo del espectáculo y la afición al relato en el debate político: ‘Contra la incertidumbre de la razón, las certezas de la emoción’.
El epílogo no invita al optimismo. Se inaugura con una crítica acertada del papel de los medios de comunicación, que contribuyen al ruido en el espacio público
El epílogo no invita al optimismo. Se inaugura con una crítica acertada del papel de los medios de comunicación, que contribuyen al ruido en el espacio público. Y se cierra con una interrogante sin respuesta: ¿estamos ante un simple eclipse, por duradera que sea la oscuridad que provoca, o “ante un auténtico agotamiento de la razón ilustrada, que ya no daría más de sí”? Frente a la intemperancia política y el triunfo de los cuentistas sobre la indagación de la realidad, esta es una pregunta que analistas, pensadores y filósofos se vienen planteando hace décadas. Hace 30 años yo mismo me permití publicar un libro titulado El siglo de las sombras, según quise definir al que se inauguraba con el nuevo milenio. En él reclamaba un nuevo método, criterios diferentes para analizar realidades diferentes. Eso es lo que nos acaba de ofrecer Manuel Cruz, por lo que debemos estarle profundamente agradecidos. Y de paso, poner manos a la obra.
El Gran Apagón
Autor: Manuel Cruz.
Editorial: Galaxia Gutenberg, 2022.
Formato: tapa blanda (424 páginas. 24,5 euros).
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