_
_
_
_

‘Lovers rock’, el lado romántico del ‘reggae’

Esta variante del género jamaicano, que arraigó en Reino Unido en los setenta, es reivindicado por un nuevo recopilatorio con sus mayores éxitos y también por la última película de Steve McQueen

La cantante Janet Kay.
La cantante Janet Kay.Leon Morris (Redferns)
Diego A. Manrique

Lo llaman lovers rock y el nombre tiene truco: no hay nada de rock en esta dulce vertiente del reggae. El llamado “rock de los amantes” es una variedad del estilo jamaicano cantada habitualmente (pero no exclusivamente) por vocalistas femeninas. Se le suele atribuir un origen londinense y se sitúa su despegue hacia mitad de los años setenta, pero no pongan la mano en el fuego: ya desde la década anterior, en Jamaica se hacía abundante reggae romántico, generalmente con adaptaciones de temas del soul, el country y el pop (por ejemplo, el mayor éxito de Ken Boothe fue una versión de ‘Everything I Own’, del blandísimo grupo californiano Bread). Y sí, hasta los rastas más belicosos, del calibre de Peter Tosh, grabaron en algún momento canciones melosas.

Pero eso no bastaba para satisfacer a un sector dinámico del mercado exterior del reggae: las jovencitas que descendían de laboriosos padres antillanos que habían emigrado al Reino Unido. Querían canciones que reflejaran sus vivencias; ellas raramente conectaban con los sermones rastafarianos que se facturaban en forma creciente desde Jamaica. Hasta que el productor Lloyd Coxsonee tuvo la ocurrencia de grabar a Louisa Marks, una adolescente de 15 años, cantando ‘I Caught You In a Lie’, una historia de infidelidades original de Nueva Orleans. En el mundillo del reggae, prendió la idea de que funcionaban las voces tiernas explorando las ambigüedades del amor primerizo. Se convirtió en un subgénero —lovers rock, a veces escrito lover’s rock— y ocasionalmente llegó al gran público: Janet Kay alcanzó el número dos de las listas nacionales con ‘Silly Games’. La canción abre el recopilatorio Lovers Rock: The Soulful Sound of Romantic Reggae, que acaba de publicar Trojan en el Reino Unido. Este álbum doble reúne 25 de las grabaciones más populares e influyentes de un estilo que nació como necesario contrapunto al roots reggae, de corte más militante. Junto a Kay, aparecen nombres como Carroll Thompson, Louisa Mark, Gregory Isaacs, Dennis Brown, John Holt y Sugar Minott.

Fotograma de la película 'Lovers Rock', de Steve McQueen.
Fotograma de la película 'Lovers Rock', de Steve McQueen.

‘Silly Games’ ocupa también el momento central de Lovers Rock, la más amable de las cinco películas rodadas por el realizador Steve McQueen en la serie Small Axe (estrenada por la BBC y en España en Movistar +) con retratos ásperos de la experiencia de integración de los caribeños en el Reino Unido. Lovers Rock, que contribuyó a que este estilo volviera a la actualidad, se queda con lo lúdico: cubre la preparación, el desarrollo y el desenlace de una blues party en la noche de un sábado. Nuevo trampantojo verbal: en una blues party no suena ningún tipo de blues. Se trataba de fiestas montadas por caribeños en casas particulares, con intención lucrativa, sin permisos municipales ni supervisión policial.

En Lovers Rock vemos la mudanza de muebles para lograr una habitación despegada que sirva como salón de baile y, a continuación, la instalación de un sound system, enormes bafles alimentados por una discoteca móvil con la particularidad tropical de que solo cuenta con un plato y un micrófono para que un toaster (sí, el antecesor del rapero) vaya soltando rimas, exhortaciones, avisos. En la cocina de abajo, se preparan cazuelas con delicias de la isla añorada. Las protagonistas del relato son dos muchachitas, pertenecientes a buenas familias cristianas, que –¡ssssh!- se escapan en plena noche, vestidas con sus mejores galas. Una de ellas sufrirá una experiencia potencialmente traumática mientras la otra conoce a un chavalote sano con el que quizás se pueda profundizar la relación.

Este estilo logró feminizar el ‘reggae’, con su subtexto bíblico-patriarcal envenenado aún más por los preceptos rastafaris

El blues party funcionaba como una isla en un medio hostil. Vemos a algunos gamberros blancos rondando, pero son fácilmente espantados. Los asistentes acuden con sus rollos, malos o buenos, y solo la envergadura y la paciencia del portero evitan peleas. El arte del pinchadiscos consiste en alternar bloques de canciones para parejas con los temas más alucinados, los experimentos de productores de Kingston. En la película de McQueen, cuesta que se emparejen: así, son las chicas los que asaltan la pista cuando suenan los grandes éxitos. Los chicos enloquecen a la hora del dub más abstracto: con ‘Kunta Kinte’, de The Revolutionaires, uno de los asistentes cae al suelo y entra en trance. Nadie se asombra o se preocupa.

El lovers rock supuso una feminización del reggae, con su subtexto bíblico-patriarcal envenenado aún más por los preceptos reaccionarios de la ideología rasta. De rebote, el lovers rock también facilitó la reivindicación de sus practicantes británicos del reggae (en la película hace un cameo el gran productor e instrumentista Dennis Bovell). En términos económicos, el reggae era un producto isleño que dependía mayormente de la exportación a la diáspora jamaicana, y así fue por lo menos hasta la entronización global de Bob Marley. El reggae fabricado en Reino Unido había dado con una fórmula ganadora, que de puro simple llegó a ser despreciada (aunque también imitada) en la patria jamaicana.

portada disco 'Lovers Rock. The soulful sound of romantic reggae'. TROJAN

VV. AA.  

‘Lovers Rock. The Soulful Sound of Romantic Reggae’ 
Trojan

Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_