Un Picasso para la era de Instagram
El pintor malagueño se enfrenta en el cincuentenario de su muerte a exposiciones críticas desde una perspectiva de género
Nadie pondría en tela de juicio que 50 años después de su muerte Picasso es uno de los artistas no solo más cotizados, sino más admirados. Picasso sigue siendo muy sexy, sumergido en ese halo de “gran maestro” que le permite codearse con los pintores clásicos sin perder su aire subversivo. Como ocurre con Dalí, el público adora a Picasso, un pintor y un dibujante soberbio, e, igual que Dalí, reconoce en él a un artista polifacético; un díscolo, a pesar de que en las propias conversaciones con Brassaï Picasso lo dejaba claro: un artista necesita éxito y dinero. Desde luego Picasso tuvo éxito. Y fue muy rico, pero se le perdona. Ocurre con los “genios”, término puesto en tela de juicio estos últimos años.
Lo que parece innegable es cómo Picasso mantiene el estatus de icono. Lo prueba su obra más política, el Guernica, al tiempo una pintura compleja y el mejor fondo para un selfi —privilegio de Mick Jagger, según subrayaron las redes—. El cuadro sigue levantando pasiones 80 años después, menos violentas que el spray con el que lo atacaron en Nueva York a mediados de los setenta o los posibles ataques que quiso impedir el cristal en su vuelta a España. Incluso hace poco, el 13 de julio, tras la instantánea de las primeras damas y primeros caballeros de la OTAN tapando el cuadro, un grupo ligado al Reina Sofía —entre otros, Ana Longoni, directora del Departamento de Actividades Públicas y del Centro de Estudios del museo hasta hace poco— publicó en redes una especie de manifiesto anti-OTAN, antibelicista, con el Guernica de fondo también.
En el mensaje se explicaba cómo “el Guernica” iniciaba “los trámites de petición de asilo o protección internacional” en algún país que no estuviera ni fuera a estar nunca en la OTAN. Es cierto que la propia Longoni, en unas conversaciones de Bienal Sur, hablaba del “lastre” del Reina Sofía por “ser un museo que reúne una colección y tiene un patrimonio”, pero aun teniendo en cuenta tan particular opinión, entender la colección como un “lastre” para el Museo Situado (para conectarlo con su entorno social) que la institución persigue, es obvio que el autoexilio del Guernica haría bajar mucho el número de visitantes, a juzgar por el nutrido público que se agolpa en esa sala. El Guernica no ha perdido ni un centímetro de su capacidad polémica y, a la vez, Picasso sigue siendo un best seller, guste o no.
Los más jóvenes le piden cuentas por su relación con sus mujeres, muchas y sucesivas, simultáneas, menores, abandonadas…
Es lo intrigante de Picasso: al cabo de los años sigue vivo y nos enzarza hablando de él. Artista de estrategias, dominio absoluto de una imagen que, a la vista del fabuloso número de fotografías y su actitud de performer en ellas —un instagrammer avant la lettre—, controló sin resquicios, vuelve a entrar en las conversaciones de los más jóvenes, quienes le piden cuentas por su relación con sus mujeres, muchas y sucesivas, simultáneas, menores, abandonadas… En esta era de las reparaciones, las cancelaciones y las restituciones, los más jóvenes no aceptan que los minotauros y las niñas de Picasso sean solo obras de arte y piden cartelas más explícitas, al menos eso. Se trata de una saludable revisión de la historia, abordada desde el propio Museo Picasso de Barcelona y la UAB. Ambos han puesto en marcha un programa donde se relee a Picasso desde una perspectiva de género sin que las piezas pierdan un ápice de su valor artístico. En esta época de Instagram y TikTok, Picasso mantiene la extraña cualidad de ajustarse a muchas y variadas agendas. Por eso seguimos hablando de él, pues artistas increíbles ha habido algunos.
La conmemoración de los 50 años de su muerte se ha convertido, así, en la excusa perfecta para volver a Picasso, con más de 40 muestras que en su mayoría se celebrarán en España y Francia, aunque otros lugares se han sumado. No faltarán las que exploran temas relacionados con las mujeres en la vida de Picasso, Gertrude Stein (Museo de Luxemburgo), Fernande Olivier (Museo de Montmartre) o Françoise Gilot (Kunstmuseum Pablo Picasso de Münster), si bien la muestra que promete aproximarse a la cuestión de género de manera más crítica podría ser la del Brooklyn Museum, donde se ha invitado a la performer Hannah Gadsby a formar parte del equipo curatorial. Otras exposiciones proponen diálogos con los maestros clásicos —El Greco en el Prado, Poussin en Lyon, Velázquez en la Casa Velázquez—; los contemporáneos de Picasso —Miró en Barcelona, Julio González en la Fundación Mapfre, Kahnweiler en el Picasso de Barcelona—; y algunos artistas vivos que ofrezcan un giro actual al artista en La Casa Encendida o la invitación para “intervenir” la colección del Picasso de París a Sophie Calle y al diseñador británico Paul Smith. Otras instituciones han optado por pensar a Picasso desde Picasso —Fundación Beyeler, Met, Pompidou, Antibes, Museo Picasso de Málaga, Guggenheim Bilbao, Reina Sofía, Museo de Bellas Artes de A Coruña, la Casa Natal de Málaga…—.
En cualquier caso, las exposiciones que prometen más preguntas son aquellas que abordan al Picasso menos explorado: el vernáculo a través de la cerámica tradicional y la suya (Museu del Disseny de Barcelona); las contaminaciones de las culturas de consumo (Guggenheim Nueva York, Le Petit Palais de París o el Thyssen con Picasso y Chanel); o las relaciones de Picasso con otras culturas en el tiempo y en el espacio, propuestas desde el Museo del Hombre en París, que se centra en las reciprocidades del artista con artefactos del mundo prehistórico (cerámicas, guijarros grabados…). Esos picassos más inexplorados serán, seguro, los que contribuirán a abrir la nueva conversación sobre el artista que tantos reclaman hoy. Picasso nos quiere inesperados y sagaces, como era él, a la hora de acercarnos a su legado 50 años después de su muerte, revisando categorías y conceptos reiterados.
Ha ocurrido en una exposición que no debe permanecer silenciada, aunque no forme parte de las celebraciones. Se pudo ver hasta el 30 de junio en el Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar, ciudad donde ocurre una bienal que este año ha cumplido sus 14 ediciones. Viajaron hasta Dakar una quincena de picassos que dialogaron con piezas locales para conmemorar otro aniversario: los 50 años de la primera muestra de Picasso en Senegal. Han colaborado con la institución senegalesa el Museo Picasso en París y el Quai Branly, interesado en la circulación de las piezas originarias del continente africano en el propio continente, y esta muestra ha tenido su complemento en el Instituto Francés de Dakar. Allí, jóvenes artistas locales han repensado a Picasso.
En un momento del reportaje sobre el proyecto emitido por Al Jazeera, un niño, frente la pieza local al lado de una obra de Picasso, acaba entendiendo que ambas son “obras maestras”: una de un artista famoso y la otra de uno desconocido. No está mal la reflexión del pequeño a la hora de enfrentarse al Picasso que exige el siglo XXI. Nada mal.
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