Kiko Amat: “Escribo porque vengo de donde vengo, no porque haya leído”
El escritor dirige el festival de cultura popular Subsol, en el CCCB de Barcelona. También acaba de publicar un ensayo, ‘Los enemigos’, un manual de uso del despecho
Como él mismo, los personajes de las novelas de Kiko Amat (Sant Boi de Llobregat, 1971) viven en los márgenes de la ciudad y del arte de los canales oficiales. Este sábado, el escritor presenta la segunda cita de tres del Subsol, el festival de cultura popular y de extrarradio que dirige en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) como escaparate de esa creatividad de la subcultura. También ha editado un ensayo en Anagrama: Los enemigos, un manual de uso del despecho.
Si la denominada alta cultura es sinónimo de clasismo y ranciedad, ¿a qué equivale entonces el lowbrow? La “baja cultura”, lo popular y lo marginal se definen por su inclusividad, su gozo no-elitista y su carencia de credenciales de abolengo. Me encantan algunos clásicos pero no la museización y blindaje académico-pijo a los que se les somete.
¿Qué tres cualidades definen el estilo del creador underground? No me encanta la palabra “underground”, me recuerda a la contracultura hippy, de la que no soy superfan. Las cualidades que suelo buscar son entretenimiento, claridad, concisión, firmeza, antiaburrimiento, antiblandura, anticursilería, desprecio a la crítica o el “buen gusto” establecidos, inclinación por la plebe, biografía exótica y origen chusmero.
¿Se considera usted uno? Soy de periferia, dejé los estudios a los 17 y cuando saqué mi primera novela era cartero comercial. Sigo esperando la llamada de la RAE.
Este año ha publicado un ensayo, Los enemigos: ¿Se cree usted a los que dicen que no sienten especial tirria por nadie? Creo que, como decía el humanista-hater Poggio Bracciolini, “ser bueno es muy difícil”. Desconfío de los que hacen alarde de bondad y presumen de no tener enemigos ni odiar a nadie.
¿Dime cuántos haters tienes y te diré lo que vales? No. Tienes que tener enemigos por las razones correctas. Yo podría degollar a un niño israelita y beberme su sangre, consiguiendo así millares de haters, pero eso no me haría un artista más válido (aunque sin duda mi patología sería interesante desde un punto de vista psiquiátrico).
¿Qué libro le convirtió en lector? Son tres. El viento en los sauces, de Kenneth Grahame, El día de los trífidos, de John Wyndham, y Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift.
¿Y en escritor? No escribo porque haya leído. Los libros no me hicieron. Escribo porque vengo de donde vengo y me pasé muchos años (intoxicado) diciendo paridas en bares.
¿Qué libro ajeno le gustaría haber escrito? Algún wéstern alucinante. El género nos está vetado culturalmente a los mediterráneos, pero haber firmado un True grit o un Warlock molaría.
¿A qué artista desaparecido le hubiera gustado invitar al Subsol? Flannery O’Connor y GG Allin. No en el mismo show. O, un momento, sí.
¿Qué tres libros (u obras) de autores marginales recomendaría? Odio, de Peter Bagge. El callejón de las almas perdidas, de W.L. Gresham. Cualquier cosa de Harry Crews.
¿Cuál es la película que más veces ha visto? Withnail & I (1987), de Bruce Robinson.
Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? The occasional flicker, de Dexy’s Midnight Runners.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? El linaje familiar y la titulación formal. En cualquier campo artístico.
¿Cuál es el suceso histórico que más admira? La invención de la mano gigante de Jackass.
De no ser escritor le habría gustado ser… Rugbista o bailarín acrobático. No va en broma.
¿A quién le daría el próximo Nobel de Literatura? Martin Newell, de The Cleaners From Venus.
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