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La España vacía contada sin nostalgia

La novela de Enrique Andrés Ruiz ‘Los montes antiguos’ es una espléndida crónica familiar que abarca desde la Guerra Civil hasta la actualidad

Un camino en Valonsadero (Soria).
Un camino en Valonsadero (Soria).Josfor (Getty Images/iStockphoto)

Enrique Andrés Ruiz (Soria, 1961), con una acreditada trayectoria poética —acaba de publicar Ríos de Babilonia (Pre-Textos)— y autor de iluminadores ensayos sobre arte contemporáneo, nos entrega ahora una novela honda y radical, que elude la habitual tentación folclórico-costumbrista y el edulcorante nostálgico cuando se trata de rememorar un tiempo y unas vidas perdidas en algún lugar de la España vacía.

Los montes antiguos tiene como escenario Valonsadero y sus confines, a cuatro pasos de la ciudad de Soria. Allí regresa el narrador, a la casa familiar, para hacerse cargo de las tierras tras la muerte de su padre. Es quizás la única concesión: el empleo de un resorte narrativo muy común en este tipo de historias memorialísticas, que queda lo suficientemente diluido en el relato para no empañar lo esencial: el merodeo físico, la exploración del lugar, la tierra y los montes en la sucesión de los trabajos y los días, en una ronda sin fin que incluye dificultades —­sequías o diluvios, atropellos de la compañía eléctrica— y fracasos, así como ritos y celebraciones.

Este escenario emerge de una manera viva, dinámica, e incluye las reflexiones y dudas que asaltan a un narrador que al principio se pregunta: “¿A quién importa todo esto? Es lo desatendido, lo que no interesa al argumento de ninguna narración, de ninguna trama, porque no la hace avanzar”. Ese escenario queda establecido en la primera parte de Los montes antiguos, para después dejar aflorar las historias, que al principio parece que no tengan dirección ni ilación alguna. Mas conforme avanza el relato, la indagación en la memoria legada por el padre o depositada en los variados documentos que va encontrando —cuadernos, cartas, sentencias de un consejo de guerra o la narración de Demetrio—, la novela se convierte en una espléndida crónica de esa España que abarca desde la Guerra Civil y la posguerra hasta la actualidad, y que se desarrolla en Madrid, en Soria y en el campo, pues “el tránsito entre el monte y los terrenos propiamente urbanos no significa separación, sino justamente una comunicación humana incesante, una porosa permeabilidad, un continuo reconocimiento”.

El narrador va cumpliendo así un mandato: “Ponte a escuchar, de ese monte, su gemido, como lo he escuchado yo tantas veces”. Y pone voz a todo lo que se ha quedado mudo y reseco, atento siempre a no caer en posibles trampas o subterfugios, consciente de que la imaginación inventa y “el pensamiento, que se siente culpable, se lo recrimina. Es cuando cualquier narración queda interrumpida de repente por la conciencia, sufre un parón, como si se la tragara la tierra”. Y atento también a recoger el punto de vista de los verdaderos protagonistas: Ramón Mateo, íntimo amigo del padre; el juez José Gil y Bocos, con su esposa y su hija novelera; Leandro el Casino, Ángel el Fugitivo y su hermana doña Isabel, Josillo el pastor, y otro amplio abanico de personajes que completan y matizan este tupido retablo intrahistórico: el testimonio de un universo que tiene su confirmación material en la propia tierra y el paisaje, más en los mencionados documentos que se suman a la voz del narrador, y cuya polifonía enriquece la lectura de esta novela espléndida.

Portada de 'Los montes antiguos', de Enrique Andrés Ruiz.

Los montes antiguos

Autor: Enrique Andrés Ruiz.


Editorial: Periférica, 2021.


Formato: tapa blanda (296 páginas, 19,90euros).


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