En un juego de espejos
Marifé Santiago Bolaños imagina un encuentro entre las escritoras Marina Tsvietáieva y María Zambrano para trazar un paralelismo con sus vidas


La editorial Báltica ha iniciado una nueva colección de ensayo breve, Pequeña Europa, dedicada a la Europa Central y del Este, con tres pequeños grandes libros. El nacionalismo ruso moderno, un lúcido estudio de Putin como encarnación de un nuevo tipo de nacionalismo, del historiador José M. Faraldo, y el ingenioso Balcanismos. Manifiesto contra los estereotipos, un texto que se adentra en la colorida diversidad de una región semiolvidada, de Miguel Roán. En el tercero, escrito en clave narrativa, Espejos de la nada. Marina Tsvietáieva y María Zambrano, la poeta Marifé Santiago Bolaños cuenta las vidas de estas escritoras esenciales del siglo XX en el marco de un encuentro imaginario.
La poeta rusa Tsvietáieva y la filósofa española Zambrano tuvieron vidas paralelas. Ambas eran hijas de la cultura: el padre de Marina fue fundador del Museo Pushkin, y su madre, pianista, mientras que los padres de María ejercieron de pedagogos y se rodearon de intelectuales. Las carreras de ambas mujeres quedaron interrumpidas por conflictos históricos: la revolución rusa de 1917 y sus consecuencias en el caso de Marina, y la guerra civil española con la victoria de Franco en el de María. Ambas se vieron obligadas a exiliarse.
Marina recorrió Praga y París durante sus casi dos décadas de exilio antes de su trágico retorno a Moscú en búsqueda de su marido enfermo y su hija, que habían regresado unos años antes. María Zambrano cruzó la frontera entre España y Francia en enero de 1939, tras un vano intento de localizar a su amigo Antonio Machado, del que más tarde sabría que había fallecido en la localidad fronteriza de Colliure.
Es en ese momento, en 1939, y delante de la iglesia católica rusa de París, cuando Marifé Santiago imagina el encuentro de las dos mujeres. Allí es donde Marina había llorado la muerte del mecenas de la cultura rusa en el exilio, el príncipe Volkonski, sola y desesperada como si presintiera la cercanía de su propio y trágico fin.
Marina había salido de Moscú en 1922 con su hija Ariadna, tras haber perdido a la pequeña Irina en la hambruna que había asolado la URSS durante la guerra civil. Con su marido se fue a vivir a Praga, donde escribió sus mejores obras, encontró un nuevo amor y la tranquilidad de crear. En la capital checa, envuelta en la pobreza, la poeta halló su libertad y su dicha, al igual que María Zambrano en La Habana, en unas condiciones similares.
El exilio intensificó el deseo de ambas escritoras de mantener la correspondencia con aquellos a los que dejaron atrás y con los que, como ellas, se dispersaron por el mundo. En 1926, cuando Marina se encontraba ya en París, emprendió la correspondencia con Rainer Maria Rilke, que estaba en Suiza, y con Boris Pasternak, en Moscú.
“Aquello que no puede decirse es lo que hay que escribir”, afirmó María. Para Marina, autora del Poema del fin, una confesión poética, mantener correspondencia forma parte de la creación: sus poemas brotan de sus cartas como flores de la tierra bien regada. María publica La confesión: género literario tratando la confesión como una manera de entregar una vida. Marina, cuya sinceridad y rendición en sus textos son absolutas, tiene la misma visión.
A modo de epílogo de este original y sugestivo ensayo, Santiago recuerda que en 1946, en París, María Zambrano conoció al filósofo ruso Alexei Remizov, quien le leyó poemas de Marina, primero en ruso, luego en francés. De modo que el encuentro de María y Marina, si acabó sucediendo, fue a través de la poesía.

Espejos de la nada. Marina Tsvietáieva y María Zambrano
Autor: Marifé Santiago Bolaños .
Editorial: Báltica, 2021.
Formato: 140 páginas. 13,90 euros.
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