Gregory Crewdson, una distopía en tiempo real
El artista estadounidense presenta su último trabajo, una serie de ambiente catastrófico que en muchos aspectos ha resultado premonitoria
Gregory Crewdson (Nueva York, 1962), no siempre lleva consigo una cámara. Su quehacer se asemeja más al de un director de cine que al de un fotógrafo. Le interesa más la recreación de un mundo a través de un trabajo en equipo que la solitaria tarea de capturar un momento fugaz a través de su cámara. De esta suerte, ha pasado más de 25 años escenificando inquietantes imágenes que atrapan al espectador a través de aquellas sutilezas que solo un gran maestro del suspense sabe manejar. Su fotografía de gran formato contiene más preguntas que respuestas. Encierra el enigma de un sueño y la precisión de lo real.
La expresión del drama interior y el anhelo de los habitantes de desoladores paisajes viene siendo una de las constantes del característico estilo de este artista norteamericano, quien en su último trabajo ha querido dar más espacio a la esperanza. Son muchas las figuras solitarias que pueblan su obra, personajes que vagan absortos por calles vacías. “Se me ocurrió que las farolas y los puntos de luz de las calles podrían funcionar como una especie de faro. Como una luz que atrae y conecta a los individuos”, explica el autor en videoconferencia, desde su estudio en Becket, en el condado de Berkshire, Massachusetts. “Me acordé del término eclipse de polillas, que hace referencia a cuando las mariposas nocturnas se arremolinan cerca de una fuente de luz para acabar oscureciéndola. Era una bonita metáfora que podía funcionar como título para la serie que tenía en mente. Se estableció como un principio rector; en todas las imágenes debía permanecer la luz como una fuerza de atracción. También de esperanza, de renovación y de redención”.
Fotogalería
Así las farolas están presentes en las 16 panorámicas que componen An Eclipse of Moths, una serie de ambiente catastrófico que ha resultado en muchos aspectos premonitoria. Reunida en un libro publicado por Aperture puede verse en la actualidad en la Templon Galerie de París, así como en la Gagosian Gallery de Bervely Hills. Las imágenes fueron realizadas en las afueras de Pittsfield, una pequeña ciudad a poco más de 30 kilómetros del domicilio del autor. Por aquel entonces aun nadie podía predecir que los estragos de una pandemia iban a sacudir los mimbres de nuestra sociedad a nivel mundial. En la ansiedad y aflicción que destila la obra y en su silencio atronador resuenan vivencias del presente. “Me siento más sorprendido que cualquiera”, afirma el autor. “Mi reto siempre está en conseguir imágenes tan bellas y misteriosas como poderosas. Nunca podría haber imaginado que cuando salieran al mundo las fotografías fueran a reflejar un momento actual”. Realizadas en 2018, hubo de transcurrir más de un año hasta que fueron impresas. Cuando finalmente en otoño se mostraron por primera vez, las imágenes ya habían adquirido su propio significado. “Es curioso, siempre he pensado que cuando uno pretende nombrar algo de forma específica o directamente siempre yerra en el tiro. Uno debe realizar una imagen siempre de acuerdo con su propio ser o con una vivencia interna, confiando que, de una forma u otra, la obra termine por adquirir un significado más amplio dentro de una audiencia”.
Dentro de la dinámica empleada para dar formar a las imágenes, el proceso de encontrar localizaciones es el más importante para el autor. “Busco lugares muy corrientes, poco descriptivos. Sitios donde pueda encajar aquellas cosas que van surgiendo en mi cabeza. Regreso a ellos de forma continuada hasta que va surgiendo una idea. Luego escribo una descripción del lugar de aproximadamente un folio. De ahí surgirá la imagen final”. A pesar de que sus obras tienen un significado universal, han sido observadas como representaciones canónicas de la América olvidada y marginal. Sanctuary, producida en los legendarios estudios de la Cinecittà, en Roma, es el único trabajo del autor producido fuera de los Estados Unidos. “Más bien diría fuera de mi zona geográfica”, acota Crewdson con humor. “Este es mi dominio, mi paisaje, donde cuento historias. Hay artistas que solo trabajan en áreas concretas de la geografía y yo soy uno de ellos”.
Así, las localizaciones elegidas en Pittsfield fueron modificadas y envejecidas en busca de los efectos deseados. Se modificaron los carteles y las señalizaciones. Se introdujeron variados elementos; coches desguazados y cabinas de teléfono. Las autoridades locales permitieron que la vegetación creciera a su ritmo durante una buena temporada. Humedecieron las calles y contrataron a modelos. Poco a poco el lugar fue adquiriendo un tono asilvestrado, atemporal, y desconcertante. Son 25 personas las que de forma habitual colaboran con Crewdson para conseguir que se produzca aquello que el autor describe como “el momento perfecto”; ese instante fugaz en el que el artista dispara con su cámara: “Las circunstancias que preceden a este momento suelen ser bastante caóticas, pero llega un momento en que la luz es perfecta, el ambiente se serena y el ruido se apaga. Surge un orden que te dice que todo está bien. Es un momento perfecto en su simetría, donde se equilibran las tensiones que componen la imagen”. Son múltiples las polaridades que sustentan su obra: la ficción frente a la realidad, la ambigüedad frente a la claridad, lo familiar se antepone a lo extraño, y lo universal a lo local, evidenciando el interés del autor por las complejidades y las contradicciones de la vida. “Reflejar esa complejidad es mi lucha particular como artista, y la del arte de todos los tiempos”, afirma. Aunque parte de una idea muy clara de cómo quiere que resulte la fotografía formalmente, siempre queda sitio para lo inesperado y para aquello que no está bajo tu control. “El misterio prevalece desde el momento en que yo nunca sé qué está pasando exactamente en cada producción, ni tampoco estoy nunca completamente seguro de la narrativa que conlleva. Ni yo ni el espectador sabemos que pasó antes, ni que pasara después”.
El autor se ha alejado de los interiores -como los utilizados en The Cathedral of Pines, su anterior trabajo, cargado de un mayor grado de intimidad-. Así los protagonistas de sus imágenes se sitúan en la lejanía, como pequeñas figuras perdidas en un vasto espacio, desconectados del lugar y de los suyos. Sin embargo, se percibe en ellos una mayor ansia por el contacto humano y la comunicación. De la misma forma, la naturaleza parece haber reconquistado terreno y surge como una fuerza redentora. Muchas de las figuras aparecen semidesnudas y descalzas, lo que se podría interpretarse como una reconexión con su estado natural.
Crewdson se considera a sí mismo un narrador y dice recurrir siempre a la inspiración literaria. De hecho, la serie incluye varias referencias a dos escritores que vivieron en la zona, Herman Melville y Edith Wharton, a quienes rinde homenaje incorporando señalizaciones con sus nombres. También ha contado con la colaboración de Jeff Tweedy, lider de Wilco, quien ha compuesto la música que acompaña a un vídeo que reúne la serie completa.
La belleza prevalece siempre sobre la inquietud en la obra de Crewdson. “Mis intenciones más primarias están guiadas por la belleza. La totalidad de la obra se sustenta en ella. Para mí la belleza sirve como vehículo para mi expresión y para atraer a los espectadores. Es la ventana que da paso a mi mundo”.
An Eclipse of Moths. Gregory Crewdson. Aperture. 36 Páginas. 212,72 euros.
Gregory Crewdson An Eclipse of Moths. Galerie Templon. París. Hasta el 23 de diciembre.
Gregory Crewdson An Eclipe of Moths. Gagosian Gallery. Beverly Hills. Los Ángeles. Hasta el 21 de Noviembre
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