Internet no mata a los fanzines
Las publicaciones marginales, que tuvieron éxito en los años setenta, sobreviven a la abundancia de información en la Red y a la crisis gracias a los lectores que rinden culto al papel
Este reportaje forma parte del proyecto final de la asignatura de Digital de los alumnos de la 25ª promoción de la Escuela de Periodismo UAM / EL PAÍS 2011
Escriben libros en formato de pequeñas revistas monotemáticas, hacen copias y las distribuyen personalmente. No viven de ello, algunos de sus vehículos de información alternativa son gratuitos. Les interesa hablar de lo que nadie habla, de lo que no se publica en los periódicos, de lo que denominan "la contracultura". Una guía de los episodios del gato cósmico Doraemon, quiénes eran los estilistas de Eva Perón, el cine negro español de los años treinta, artistas que dedicaron su vida al plagio o los maestros de la hipnosis son algunas materias que tratan los fanzines. Cualquier tema es un tema, escriben sobre lo que no está en la Red ni en los libros. Son entusiastas de lo raro y piensan que puede ser un asunto interesante también para otras personas. Utilizan Internet para divulgar su trabajo, pero prefieren publicar en papel sus extravagancias culturetas. Pese a la gratuidad y el alcance de la web, eligen imprimir sus contenidos en un soporte que les permite jugar con la presentación, sin censura ni límite de páginas. Un librito para guardar, coleccionar, releer y fotocopiar.
Aunque parezca un ejemplo de la cultura marginal, algunos fanzines se pueden comprar en la librería online Amazon
Son baratos de hacer, perfectos para un momento de crisis, cuando ninguna editorial apuesta por proyectos arriesgados en formato o contenido
"Trasmiten libertad, crudeza y rabia, no están condicionados por motivaciones económicas"
El origen de la palabrafanzine revela parte de su pasado. Los fan's magazines eran libritos con artículos que los aficionados a la música o a determinados grupos escribían para y sobre sus ídolos, generalmente desconocidos. Fue un fenómeno pop con altibajos constantes desde los años cuarenta en EE UU. "La mayor crisis vino con Internet. Pero fue justo el punto de inflexión para que siguieran existiendo, ya que sus creadores se vieron obligados a aportar más de lo disponible en la Red", explica Darío Adanti, dibujante de cómics de risa fácil y comprador asiduo de fanzines. Son baratos de hacer, perfectos para un momento de recesión. Algunas editoriales admiten que lo único que pueden aportar a un nuevo autor en la publicación de su fanzine es la distribución, que también es la mayor dificultad para los que lo hacen por su cuenta. "Nuestro espíritu es el mismo que el de los fanzines, pero con otros medios de difusión", explica Manuel Bartual, de la editorial independiente Caramba, que sigue imprimiendo tebeos y proyectos alternativos a través de la venta anticipada, sin distribuidoras y directamente desde Internet. Bartual cree que con las redes sociales es más fácil que un autor se haga conocido y trabaje por su cuenta. Joseba Basalo, de Aleta Ediciones, cuenta que empezaron imprimiendo fanzines y ahora se han profesionalizado. "El éxito de estas publicaciones pequeñas se debe a sus precios bajos y a la venta a mano o por Internet", explica Basalo. Reconoce también que los productos que salen de una editorial son más caros, principalmente por los gastos con la distribución.
Algunos imprimen los libritos por su cuenta después de un rechazo editorial. Pero esta no es la única motivación para hacerlo. Según la biblia del movimiento, Behind the Zines (Gestalten, 2011), quien los hace es "consciente de la fuerza liberadora de la autopublicación, que le permite diferenciarse en el contenido, la distribución y la línea editorial". Los que se arriesgan en formato o contenido muchas veces ni se plantean enviarlo a una editorial. Son reticentes por los problemas que pudieran tener con los derechos de autor, por las imágenes ajenas que utilizan sin reservas, pero sobre todo por la censura y se cuestionan si les "vale la pena económicamente", explica Oscar Alarcia, autor de La música más rara del mundo, fanzine que ya ha vendido más de 600 copias y que va acompañado de un CD con canciones que no están en la Red.
Internet les ayuda a promocionar y a difundir sus publicaciones, pero no a albergarlas en su totalidad. La web no es la competencia sino el trampolín para la promoción. "El último número lo he vendido por correo, haciendo uso de los medios actuales, de un blog y con el apoyo y difusión de otros blogueros", cuenta por e-mail Jorge Aguirre, editor de Monster Island, que comenzó a publicarse en Bilbao en 2000. Los blogs son como la vitrina de una librería o la portada de una tienda virtual. La venta se hace por correo o en los puntos de venta improvisados en bares, tiendas de cómics o festivales de música. Aunque parezca un ejemplo de la cultura marginal, algunos fanzines se pueden comprar en la librería online Amazon. En la capital, la tienda Madrid Cómics es la referencia para encontrar ejemplares de producción nacional. "Es una forma de comunicación muy libre, espontánea y subversiva. Trasmiten libertad, crudeza y rabia, no están condicionados por motivaciones económicas. También es fácil y barato hacerlos. Si le viera algo negativo, no los haría", concluye desde Deifontes (Granada) el dibujante de cómics Juarma, fanzinero y comprador de fanzines.
Ninguno de los entrevistados en este reportaje dice hacerlo por dinero, pero alguno, antes de explicar sus razones, tan fuertes y subjetivas como el amor, afirma que una de las gratificaciones de hacerlos es que "abren puertas" a otros tipos de trabajo. El tímido treintañero Oscar Alarcia cuenta que después de que los ejemplares de La música más rara del mundo llegasen donde ni él imaginaba que llegarían, le llamaron "para pinchar en varios sitios, participar en programas en RNE3, dar charlas en universidades, y desde colectivos y centros culturales". Los tres Mongos Aurelio, seudónimo de los creadores de los Viernes Peronistas, dicen que la filosofía no es lucrarse, sino "conseguir dinero para sacar el siguiente". El fanzine, que trata de peculiaridades y personajes que fueron parte de la historia política de Argentina, vendió casi mil copias de su primer número.
Una publicación con personalidad
Los fanzines son valorados por la originalidad y singularidad del diseño y, a la vez, por mantener su alma subversiva. "Busco que sean fieles al espíritu de la fotocopia y del fandom", dice Jorge Aguirre, refiriéndose a los fans de la literatura de lo fantástico. El movimiento cartonero, el que creó el concepto del fanzine fotocopiado y hecho a mano, es un genuino representante de una cultura que no se adecua al circuito comercial. Dada la naturaleza de esta publicación, no hay datos sobre su circulación o venta. Pero los autores y compradores nos dan pistas de que tienen éxito en su reducido círculo de lectores. El dibujante Manuel Bartual utilizó Twitter y Facebook para crear una expectativa en los lectores sobre ¡Caramba!, su última publicación. La segunda edición, compuesta de 333 copias, se vendió en dos días, tan pronto salió del horno. Uno de los post decía "no te despistes, porque no habrá tercera edición". Los lectores son como clientes de una tienda de marca que hacen cola en la puerta en las vísperas del lanzamiento de un producto único. Otro editor, David García, confirma que los libritos gozan de buena salud. Desde 1998 publica en Zaragoza Monster World, que está en su 10º número con 200 copias por edición.
Las publicaciones en España empezaron en los años ochenta, con la movida. Hablaban de los grupos de música del momento, de política y de todo aquello que retroalimentaba y concernía a una generación recién liberada de un largo período de recesión cultural. Eran los indignados de entonces y son los predecesores de los fanzineros de hoy. La intención es crear un objeto singular, casi de culto. Su vigencia va más allá de la crisis y sus autores garantizan que seguirán haciéndolo, independientemente del momento económico.
Otra razón para explicar su bajo coste (que varía de la gratuidad hasta los 10 euros, de media) es que casi todos los fanzines se crean entre amigos, con algún conocido que hace los dibujos, otro que edita los textos y un tercero que hace las fotocopias. El altruismo es su combustible. Propagan informaciones que interesan a un público reducido, pero también lo manufacturan para su propio entretenimiento. "Nosotros quedábamos los jueves para hablar sobre historia, compartir documentales, ver películas, hacer entrevistas... De ahí surgió el proyecto y ya vamos por el tercer número", cuenta el barbudo Mongo Aurelio II. Algunos autores coinciden en que, al estar en paro, tienen más tiempo libre para crear, aunque garantizan que siempre lo encuentran para dedicárselo a su afición. Y lo dicen con brillo en los ojos.
Felizmente sus lectores saben valorar el trabajo de edición, ilustración y el concepto editorial porque, generalmente, ellos también son creadores de fanzines. Óscar Alarcia es uno de ellos. Su colección personal incluye más de 300 ejemplares únicos, firmados por los autores o enviados de forma muy personalizada. Los coloca en estanterías hechas con tablas de monopatín, exprimiendo al máximo su capacidad, compartiendo el espacio con otras colecciones de libros y vinilos. Algunos de los fanzines están en su sobre original, acompañados de objetos inútiles que venían como recuerdo. Tiene una mosca de plástico, unos colmillos de pega, en algún caso, el vello púbico del creador... A Óscar le hace gracia porque "no es algo efímero, como un blog. El objeto es para aficionados a la literatura marginal, para los que realmente se interesan por un tema y quieren leerlo sin censura".
Juarma comparte esta opinión. "Apuesto por la autoedición. Considero que cuantos menos intermediarios haya entre el autor y el lector el producto es más directo, libre y auténtico", dice este treintañero que publica sus propios libritos desde los 16 años. Esta pasión hace cada que frase que dicen los aproxime al borde de la silla, como si estuvieran ante un asunto de vida o muerte. Son enamorados de lo que hacen, fascinados por traer a la superficie lo extravagante, lo que se acomoda a los gustos de apenas 50 personas. Comparten conocimientos, escriben sobre sus obsesiones y aficiones. Y de paso, son felices.
¿Cómo hacer un fanzine?
El mundo editorial y de la encuadernación nos lo explican. En España hay cientos de publicaciones, pero hay dos referencias comunes para cualquier fanzinero. Mondo Brutto, una revista de artículos larguísimos sobre la actualidad más estrafalaria, publicada desde 1993, y 2000maniacos, sobre cine alternativo, en la calle desde 1989 y el más antiguo del país.
Algunas universidades y centros culturales promueven cursos gratuitos y de pago sobre este tipo de publicación. Roberto Vidal, de No.Zines, impartió recientemente un taller gratuito en Matadero, en Madrid, durante el festival anual D-fest. En este caso, sus directrices fueron explicadas durante una clase del máster de diseño de editoriales en el Instituto Europeo de Diseño.
Vidal empieza el taller haciendo propaganda sobre las ventajas del papel: "Es perenne, permite una lectura más reposada. Es un objeto para guardar, tocar y sentir". La edad media del público, alrededor de 20 años, justifica este discurso, que parece un intento de convencer a los alumnos de que apuesten por publicaciones en papel, en lugar de crear una página web. El objetivo es hacer que los alumnos confeccionen su propio librito. En cuatro pasos.
1. ¿De qué va? El contenido es lo más importante. Se recomienda que el fanzine sea monotemático, con un número de páginas compatible con la cantidad de material disponible sobre aquello que se va a escribir. El asunto principal determinará la extensión del fanzine, el material utilizado, los colores y la sofisticación del librito.
2. El diseño. Debe ser pensado a partir del argumento central, complementarlo y dialogar con los textos. El boceto depende de la creatividad del autor y del presupuesto disponible. Para el taller los alumnos disponen de hojas A4 de varios colores, hilos, agujas y cola. Con una tijera hacen los capítulos, reducen el tamaño de algunas hojas, marcan las puntas y pies de página, insertan papel en formato de postales, pegando dos hojas para hacerlo más firme, entre otras técnicas de encuadernación. Los cuadernillos pueden ganar forma cosiendo las hojas, grapándolas o uniéndolas con cola, para que luego puedan despegarse. Para la impresión, el profesor recomienda usar dos colores, que es más barato que imprimir en varios tonos y también para dar un poco más de vida a la publicación.
3. La maquetación. Es el momento de definir la disposición del contenido en las páginas, buscar la armonía entre imágenes y texto, dejar aire entre las columnas, organizar los capítulos con la intención de hacer la lectura más fluida.
4. La distribución. Se recomienda hacer un listado de tiendas y locales donde el fanzine puede ser vendido o expuesto. Si el tema es la moda, busca establecimientos que tengan interés en distribuirlo a sus clientes, por ejemplo. Si es rock, llévalo a bares, discotecas, tiendas de música, escuelas, salas de concierto, etc.
La ambición del autor determina los costes. Hay fanzines sencillos, hechos de hojas de papel A4 dobladas al medio y grapadas. Otros, más elaborados, innovan en la presentación, con páginas con impresión en cera, portadas de plástico o con regalos extras.
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