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Javier Milei
Columna
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¿Qué libertad defiende Milei?

La versión extrema del pensamiento liberal con la que se identifica el presidente argentino excluye toda intervención del Estado en la economía, incluso frente a personas en riesgo de morir de hambre

Javier Milei
Javier Milei después de recibir la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid.Daniel Gonzalez (EFE)

La presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, defendió este viernes la libertad con una canción de Calamaro antes de condecorar al jefe de Estado argentino, Javier Milei:

La conocen los que la perdieron

Los que la vieron de cerca, irse muy lejos

Y los que la volvieron a encontrar

La conocen los presos

La libertad

Es una buena excusa para preguntarnos qué tipo de libertad defienden.

En Negocios ocultos, una película muy recomendable, se expone la historia de Senay, una inmigrante ilegal que trabaja en un hotel en los barrios bajos de Londres, cuya situación se vuelve crítica cuando las autoridades de inmigración empiezan a sospechar de su estatus ilegal y la presionan. Sin otra alternativa, accede a la propuesta de su jefe de vender uno de sus riñones a cambio de un pasaporte falso. Esa escena refleja un debate sumamente relevante para la filosofía: ¿Dirían que esa decisión fue bajo su consentimiento o no?

Milei sin dudas diría que sí. Es más, en una entrevista (antes de ser electo) le preguntaron por este tema y respondió lo siguiente: “El que decidió venderte el órgano, ¿en qué afectó la vida, la propiedad o la libertad de los demás? ¿Quién sos vos para determinar qué tiene que hacer él con su vida?”. A pesar de que esta respuesta puede resultar chocante, es perfectamente consistente con su concepción libertaria de la economía, la versión más extrema del pensamiento liberal.

Pero, para entenderlo, tenemos que indagar sobre el propio concepto de “libertad”. Este concepto, que abarca desde la libertad de expresión, de elegir un gobierno, hasta la libertad de movimiento, ha sido objeto de debates filosóficos, políticos y sociales a lo largo de la historia. Esto llevó a que pueda ser entendida de diversas maneras, siendo las nociones de “libertad negativa” y “libertad positiva” las más prominentes en la teoría liberal moderna.

Estas dos nociones fueron elaboradas por Isaiah Berlin en su célebre conferencia “Dos conceptos de libertad”. La libertad negativa se refiere a la ausencia de obstáculos, barreras o restricciones impuestas por terceros. En este sentido, una persona es libre en la medida en que no está sujeta a la interferencia de otros. Por otro lado, la libertad positiva implica la capacidad de una persona de tener plena conciencia de lo que quiere y actuar en función de eso, es decir, de actuar en función de su propia voluntad y con autonomía. Esto implica la capacidad de tomar decisiones informadas y voluntarias, libres de coacción tanto externa como interna.

Volviendo al ejemplo de Senay, desde una concepción negativa esta decisión sería considerada hecha con total libertad, dado que no se observa ningún tipo de impedimento o restricción impuesta por un tercero que la haya obligado a hacerlo. En cambio, desde una concepción positiva de la libertad, Senay no habría actuado de acuerdo con su propia voluntad porque existe una coacción interna que limita su autonomía real. Si la única manera que una persona ve para sobrevivir es vender un órgano, su capacidad de elección está significativamente restringida. En este sentido, la decisión no es plenamente libre porque no es una opción tomada en condiciones de igualdad y equidad, sino bajo la presión extrema de la necesidad básica de supervivencia.

Ahora ya estamos en condiciones de descifrar el posicionamiento de Milei. El enfoque libertario se fundamenta en la creencia de que no hay nadie mejor que el propio individuo para tomar sus decisiones. Así, cualquier intento de regular o restringir esta elección por parte del Estado no solo constituye una violación de los derechos individuales, sino que llevará a un resultado peor (en términos económicos). Para Milei, no existe ningún caso en que la intervención del Estado sea positiva, ni siquiera ante una persona que no tiene ni para alimentarse. Por ende, la manera de potenciar la libertad individual es por medio del achicamiento del Estado.

¿Pero es realmente así? El problema con cualquier postura radical es que se olvida de la otra parte de la biblioteca. La concepción positiva de la libertad es igual de crucial para el bienestar y el desarrollo humano. La mera ausencia de restricciones no es suficiente para garantizar la verdadera libertad. Una persona que de niña no fue bien alimentada o que no tuvo acceso a la educación va a ver severamente afectada su capacidad para tomar decisiones, restringiendo su autonomía y, por ende, su libertad. Existe amplia evidencia de que una buena alimentación es fundamental para el desarrollo del cerebro y las capacidades cognitivas (ver, por ejemplo, la reseña de Cohen et al), ni hablar de la educación.

La verdadera libertad debe ser entendida no solo como la ausencia de restricciones, sino también como la capacidad de actuar con plena autonomía. Esto demanda un equilibrio entre la libertad positiva y la negativa, como así también entre el rol y en el grado de intervención del Estado, dado que la falta de acceso a los recursos básicos -como son la alimentación, la salud o la educación- atentan contra la capacidad de las personas de desarrollarse plenamente y, por ende, restringen su libertad efectiva.

Por tales motivos, las medidas de ajuste aplicadas por Milei, sobre todo aquellas vinculadas al recorte de la educación y de la ayuda social, aunque pueden ser vistas como un intento de reducir la intervención estatal y fomentar la libertad, en realidad la están socavando.


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