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El ministro de Economía de Argentina cede a la presión del kirchnerismo y presenta su renuncia

Martín Guzmán, uno de los últimos ministros que responden al presidente Fernández, deja al Gobierno argentino sumido en una grave crisis política

Federico Rivas Molina
presidente de Argentina, Alberto Fernández (izquierda), saluda al ministro de Economía, Martín Guzmán
El presidente argentino saluda a Martín Guzmán, ahora exministro de Economía, el pasado 6 de junio.AGUSTIN MARCARIAN (REUTERS)

El ministro de Economía de Argentina, Martín Guzmán, ha presentado este sábado su renuncia. Su salida es un golpe de imprevisibles consecuencias políticas para el presidente, Alberto Fernández, que había entregado la suerte de su gestión al éxito del plan económico de su ahora exministro. El presidente pierde además a uno de los últimos miembros del Gabinete que le respondía sin matices, en medio de la guerra política que mantiene con su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Desde el acuerdo con el FMI en enero de este año, el kirchnerismo pedía la cabeza de Guzmán, al que acusaba de haber condenado al país a un duro ajuste fiscal, agravando la crisis económica y dilapidando las opciones electorales del oficialismo en las elecciones generales de 2023.

Mientras Guzmán presentaba su renuncia con una carta de siete carillas en las redes sociales, Kirchner hablaba en un acto para conmemorar el 48 aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón, el fundador del peronismo. El ministro era el blanco predilecto de la vicepresidenta y del sector político que lidera dentro de la alianza de Gobierno. Esta tarde, dijo ante cientos de personas que “el déficit fiscal no es el responsable de la inflación”. Fue un disparo directo a la gestión del ministro, que acordó con el FMI alcanzar el equilibrio de las cuentas públicas en 2024, pero poco pudo hacer hasta ahora para reducir la subida del IPC, que este año rondará el 70%.

Fernández había sostenido a Guzmán en su cargo como en una trinchera, mientras el kirchnerismo atacaba. Nadie esperaba su renuncia, pese a que la tensión ya se había tornado insostenible. “La primera vez que le hablé a la Argentina como ministro de Economía de la Nación, conté que nuestro objetivo era tranquilizar la economía”, escribió Guzmán en la carta de renuncia que le envió al presidente y puede leerse en sus redes sociales. “Puede que a varios ese concepto no les genere demasiado entusiasmo, pero a mí siempre me pareció (y me parece) que tranquilizar la economía constituiría una verdadera épica”, agregó, en referencia a los pedidos del kirchnerismo de más gasto público y emisión monetaria como arma para reactivar la economía.

Guzmán llegó al Gobierno de Fernández en diciembre de 2019 de la mano del Nóbel de Economía Joseph Stiglitz, quien era su tutor en la Universidad de Columbia, en EE UU. Experto en procesos de renegociación de deudas externas, su misión fue acordar un nuevo calendario de pagos de los bonos argentinos que el Gobierno de Mauricio Macri había dejado en situación de default. El 31 de agosto de 2020, a ocho meses de asumir, el ministro cerró con éxito la reestructuración de la deuda en dólares con acreedores privados. El 93,5% de los tenedores de bonos aceptaron la oferta gubernamental y el efecto de arrastre de las cláusulas de acción colectiva elevó el porcentaje al 99%. La práctica totalidad de una deuda de casi 68.000 millones de dólares fue canjeada por nuevos bonos, con menores intereses (del 7% al 3,07% anual en promedio) y vencimientos más largos, lo que supuso un ahorro de 37.000 millones de dólares para el país.

El éxito de esa negociación se vio rápidamente empañado por las consecuencias económicas de la pandemia. El PIB de Argentina cayó en 2020 casi 10%, mientras se demoraba la renegociación del rescate financiero de 44.000 millones de dólares que el FMI había entregado a Macri en 2018. Las negociaciones con Fondo marcaron el inicio del deterioro de las relaciones entre el presidente Fernández y Kirchner. La vicepresidenta exigía mano dura con el Fondo, al que acusaba de haber intentado financiar la reelección de Macri con un crédito que Argentina no estaba en condiciones de devolver. Por eso exigía una quita del capital y plazos mucho más largos de los que el Fondo estaba a dispuesto a conceder. Cuando Fernández y Guzmán anunciaron el acuerdo con el FMI el 28 de enero de este año, la ruptura en la cúpula del Gobierno peronista estaba consumada.

El acuerdo con el FMI

Dos meses antes de aquel acuerdo, el peronismo sufrió una dura derrota electoral en las elecciones Legislativas de medio término. El kirchnerismo acusó a Guzmán de espantar el voto tradicionalmente peronista, el de los más pobres, con una política de austeridad fiscal y reducción del consumo interno. El ministro sobrevivió a su cargo, mientras Fernández sacrificaba a su jefe de Ministros, Santiago Cafiero, y lo destinaba a la Cancillería.

El kirchnerismo dejó bien claro que eso no era suficiente. Llegó el acuerdo con el FMI y sus diputados no le dieron los votos en el Congreso. Máximo Kirchner, hijo de la vicepresidenta, presentó su renuncia como titular del bloque oficialista en Diputados para no tener que avalar el acuerdo. El 6 de junio pasado, el presidente perdía a otro alfil de peso. El ministro de Producción, Matías Kulfas, salió despedido de su cargo por criticar públicamente a Kirchner. En una dura carta de descargo, dijo que se iba agotado por lo que llamó un “internismo exasperante” en la secretaría de Energía, donde el kirchnerismo impedía cualquier intento por actualizar las tarifas de gas y electricidad, congeladas desde finales del gobierno de Macri.

A Fernández ya solo le quedaba Guzmán, al que se aferró como un náufrago que no ve la costa. El ministro era su último reducto de autonomía, el sitio donde aún podía imponer su visión moderada de la política y la economía. Nadie esperaba la renuncia del ministro, aunque durante la última semana la situación económica estuvo bajo máximo estrés. El presidente Fernández denunció el jueves un “golpe de mercado” que derrumbó el valor del peso frente al dólar en el mercado no oficial y hundió aún más el valor de los bonos de la deuda argentina en el mercado internacional. En medio de la tensión cambiaria, el Banco Central dispuso restricciones al acceso de dólares para el pago de importaciones. Fue un corsé obligado por la necesidad de reservas para cubrir la disparada del valor de la compra de gas y gasoil en el exterior.

Argentina atraviesa una combinación fatal de subida del volumen de energía importada, por el invierno, y de los precios internacionales producto de la guerra en Ucrania. La cuenta aumentó desde enero en 2.000 millones de dólares y el Central no dispone de los dólares suficientes para saldarla. Con todo, el ministro Guzmán parecía firme en su cargo. El martes, pudo renovar bonos de la deuda en pesos por el equivalente a unos 2.000 millones de dólares.

Argentina entra ahora en una nueva etapa de incertidumbre, con un presidente con cada vez menos poder y una vicepresidenta que ha decidido recrudecer la guerra contra quien fuera su delfín político. Cuando se conozca el nombre del sucesor de Guzmán se sabrá quien habrá perdido más en esta batalla.

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Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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