El largo camino de Maduro para cerrar el año con una inflación inferior al 100% en Venezuela
Venezuela registra una deflación del 0,5% en febrero. La disciplina fiscal aplicada por el Gobierno en los últimos años ha estabilizado el tipo de cambio en una economía muy reducida y con modestas tasas de crecimiento
Los precios en Venezuela retrocedieron en el mes de febrero, al punto de producir una deflación del 0,5%, de acuerdo con lo que informa el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), un monitor fundado por legisladores opositores que estudia el comportamiento de la economía local ante la opacidad informativa del Estado venezolano. El dato confirma una tendencia de decrecimiento de los precios en los últimos meses en el país, luego de un tormentoso período hiperinflacionario de casi seis años. El presidente, Nicolás Maduro, se fijó el objetivo en pleno año electoral de lograr una inflación interanual “de dos dígitos”, haciendo referencia a la meta del Gobierno: bajar del 100%.
Incluso según el OFV, crítico con el Ejecutivo, ese objetivo es realista. El observatorio calcula una inflación anual de 85%, todavía muy alta, pero en claro descenso en el contexto local. En 2023, Venezuela cerró con una inflación de 189%, y en 2022, con un 305%. El Banco Central de Venezuela no ha publicado los resultados más recientes.
Las causas de este inusual fenómeno, según el estudio, tienen mucho que ver con el exigente ajuste económico impuesto por el Gobierno de Maduro en los últimos tres años, y con la propia modestia del comportamiento económico del país: estancamiento de la demanda local y el consumo; retroceso de la emisión monetaria y aumento en la venta de dólares por reservas internacionales.
“Añadiría un factor adicional: la caída de la capacidad de ahorro que hay en la sociedad”, afirma Ronald Balza, economista y académico de la Universidad Católica Andrés Bello. “Buena parte de la estabilidad cambiaria que se observa en el mercado local tiene que ver con este proceso de desahorro vigente desde 2015, que ha implicado ingresos en divisas por usos domésticos, por fuentes no tradicionales o desconocidas”.
Después de la devastación producida por años de expropiaciones, nacionalizaciones, invasiones de propiedades, conflictos con el capital y corrupción generalizada, el Gobierno venezolano lleva tres años ejerciendo una estricta disciplina monetaria y fiscal, que ha comprometido las dimensiones del crecimiento económico de la era post pandemia, con duras contenciones a las demandas salariales, pero que finalmente parece haber ejercido control sobre el aumento de los precios.
Aunque los cálculos de su firma, Síntesis Financiera, no arrojan todavía una cifra de deflación, la economista Tamara Herrera destaca la estabilización del comportamiento de los precios como toda una tendencia en el país. “Enero de 2024 fue el quinto mes consecutivo de caída de los precios”, afirma. “Las tasas de inflación lucen estabilizadas en un nivel muy bajo.”
“Venimos de un proceso muy largo de hiperinflación, con un ajuste económico muy prolongado”, afirma Herrera. “El control del crédito, entre otras decisiones de estado para controlar los precios, han tenido una carga recesiva. La estabilidad cambiaria es toda una realidad, y eso incluso ha apreciado al bolívar. El gasto no se ha desbocado”.
El ingreso de divisas por la actividad petrolera, en una economía que ahora tiene un tamaño que corresponde al 35% de sus dimensiones tradicionales, ha mejorado la oferta de divisas, gracias en buena medida al aumento de las inversiones de la petrolera estadounidense Chevron. Esta circunstancia, apunta Herrera, ha moderado las intervenciones cambiarias del Banco Central de Venezuela.
La debilidad del consumo ha hecho que muchas tiendas y comercios usen sus inventarios para fomentar promociones y ofertas, que se desparraman en las calles de Caracas en lugares para comida y entretenimiento, sacrificando ganancias por ingresos. Los precios actuales de los restaurantes, tiendas, supermercados, comercios, conciertos, con sus excepciones, no distan demasiado en Caracas de los existentes en cualquier ciudad europea. Algunos servicios -gasolina, transporte, agua, electricidad, internet-, si bien son de poca calidad, presentan precios subsidiados mucho más accesibles para la población. La salud privada existe para quienes pueden pagar un seguro. La salud pública está en su peor momento en décadas.
Luego de tener tradicionalmente una escala salarial en el tope de las economías latinoamericanas, con un ingreso mínimo mensual promediado en 300 dólares hasta 2012, el salario mínimo venezolano se calcula en cuatro dólares en la era de Maduro. Un profesor de primaria estatal cobra ocho dólares por mes en la otrora millonaria nación de los petrodólares. Un profesor universitario estatal, 14 mensuales. Varias bonificaciones oficiales alternas pueden subir ese ingreso a 100 o 200 dólares. El sector privado paga mejores sueldos, en general cercanos a los 400 dólares, con bonos adicionales, a sus gerentes medios. Las remesas del extranjero forman parte de la vida de muchísimas personas, y lo habitual es buscar, o tener, dos y tres trabajos.
Únicamente en los oficios especializados, en la ingeniería, la alta gerencia, la banca, en el Gobierno chavista, entre las élites empresariales, en los bufetes poderosos, en el mundo comercial, entre aquellos que pueden trabajar con el extranjero, o bien con ciertos sectores del estado, se puede sobrepasar los 1.000 dólares mensuales.
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