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En colaboración conCAF

Una obra de teatro comunitario invita a recuperar espacios verdes en Buenos Aires

El grupo de teatro Sin Telón narra, con humor, ironía y poesía, la lucha de los vecinos de un barrio porteño para lograr un parque público en ‘Memorias de la Estación’

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El canto de los pájaros y los aromas de la primavera ya florecida armonizan el bullicio de Buenos Aires. La ciudad es un hervidero, aunque este rincón ofrece una atmósfera de calma, silencio y verde. Pero no siempre fue así: durante décadas, decenas de vecinos de la capital argentina se organizaron para reclamar por una plaza en la zona, que registra un déficit de áreas verdes. Veinte años más tarde, el Parque de la Estación vio la luz y hoy una obra de teatro comunitario recuerda la batalla vecinal e invita a transformar los espacios públicos.

“Más verde, menos cemento. Queremos una plaza”. Elisabet Mosconi (60, Buenos Aires) aún guarda algunas de las pancartas con las que hace un cuarto de siglo comenzaron a reclamar por un espacio verde en viejos terrenos abandonados, pertenecientes al ferrocarril en los barrios de Almagro y Balvanera, en pleno centro de Buenos Aires.

Durante años, organizaron reuniones, asambleas y movilizaciones para difundir la propuesta y exigir la transformación del espacio, que además era oscuro e inseguro. El proyecto incluía un gran parque público de más de una hectárea, pero también una propuesta cultural y educativa para los habitantes de la zona. “Veíamos que había un terreno vacío y no se usaba”, lamenta.

Por 15 años, impulsaron iniciativas y reclamos sin obtener respuesta, hasta que, en 2016, lograron la sanción de una ley municipal que ordenó la creación de un parque en ese predio abandonado a la vera del tendido ferroviario, donde los vecinos tuvieron una participación protagónica.

En ese momento, las autoridades de Buenos Aires realizaron una encuesta entre 150 vecinos de la zona y el resultado fue contundente: el 92% consideró “importante” o “muy importante” tener un espacio verde cerca. Y el 77% indicó que era necesario mejorar la oferta de parques. Además, destacaron la necesidad de un sitio donde practicar deporte, pasear con niños y descansar. En esa zona de la capital argentina, hay apenas 0,2 metros cuadrados de áreas verdes por habitante.

“Queremos que la plaza esté llena”

Mosconi describe que hubo “participación vecinal real” para el desarrollo de las obras. “Trabajamos con autoridades y expertos, casi todo lo que propusimos se concretó”, explica. Además de 8.000 metros cuadrados de espacio abierto, se adaptaron los viejos galpones del ferrocarril para convertirlos en una enorme biblioteca donde se dictan talleres abiertos a la comunidad. También se incluyó un polideportivo para escuelas cercanas y un salón para actividades múltiples.

“La idea es que los vecinos vengan, queremos que la plaza esté llena, que se utilice”, se entusiasma Mosconi. La comunidad también participó en el diseño de los espacios verdes. “Se definió que hubiera flora nativa del Río de la Plata. Esto estaba abandonado y era importante que hubiera flora, porque sin flora no hay pájaros ni animales. Ahora aparecen mariposas y se crea un microclima que beneficia a toda la ciudad”, dice la mujer.

Pero el trabajo no fue sencillo ni rápido. Las obras se extendieron por más de dos años y, al poco tiempo de que concluyeran, irrumpió la pandemia de la covid que obligó al mundo entero a encerrarse. Cuando la situación sanitaria permitió la reapertura, los espacios públicos se volvieron protagónicos y, al igual que ocurrió en otras grandes ciudades del mundo, se revalorizaron.

El espacio público como trinchera artística

Varias familias de aves migran en busca de la tierra prometida: un mapa antiguo asegura que detrás de un extenso muro hallarán el lugar para construir sus hogares tras ser expulsados de la ciudad por la contaminación y el avance inmobiliario. Con ese argumento, el grupo de teatro comunitario Sin Telón narra, con humor, ironía y poesía, la lucha de los vecinos para lograr un parque público en “Memorias de la Estación”, una obra estrenada este año.

“El teatro comunitario está inmerso en las historias de nuestro territorio”, explica la actriz y dramaturga Verónica Caminos. Junto a su colega Agustín Clusellas ya habían trabajado una obra sobre el mercado del Abasto —ubicado a pocas cuadras del parque— que relataba la historia de un viejo mercado transformado hace treinta años en un gigantesco centro comercial. “Allí conocimos a muchos vecinos y surgieron proyectos. Un día, Elisabet propuso hacer una obra sobre el parque”, cuenta Clusellas.

Entonces, comenzó un proceso de investigación que se extendió por varios años. Entrevistaron a vecinos, indagaron en la historia del parque y la lucha comunitaria. “Era emocionante ver a los vecinos y vecinas contando la historia de sus ancestros y el barrio”, asegura Caminos. Clusellas recuerda entre risas la ansiedad: “Nos preguntaban cuándo íbamos a estrenarla”.

Pero, además, al ser un grupo de teatro comunitario que trabaja en un espacio cultural de la zona, los artistas son los propios vecinos. Elisabet encarna a una diputada aliada al proyecto del parque que rechaza la construcción de torres de lujo en la zona. “El grupo se apropió de la historia porque narra algo reciente”, cuentan. “Los actores son vecinos de la zona y el vestuario fue diseñado por una de ellas. Es un proceso colectivo con roles y profesionalismo de los vecinos que tienen un compromiso absoluto”, destacan con emoción.

La obra se centra en la pelea ambiental y urbana, contada desde la óptica de las aves y su alianza con un grupo de humanos que también pretenden un espacio verde que mejore la calidad de vida. “Invitamos a la metáfora en un mundo que muere de literalidad”, asegura Caminos. Y Clusellas amplía: “El eje fue contar la historia de un lugar privatizado, cerrado al público y cómo se veía afectada la flora y la fauna y eso elevaba la contaminación”.

Un parque con futuro

Mosconi visita el Parque de la Estación casi a diario. “Es maravilloso ver a la gente disfrutar del lugar. En esta zona no abundan las propiedades de 200 metros cuadrados, son viviendas pequeñas, la gente necesita salir”, afirma. En los cuatro barrios cercanos a la plaza —Almagro, Balvanera, Boedo y San Cristóbal— viven unos 390.000 habitantes, según el último censo. “La gente no tiene lugar en su casa y esto es muy necesario”, asegura.

Clusellas cuenta que, tras la pandemia, la plaza fue invadida por cientos de personas que la visitan a diario y se observan a toda hora grupos de amigos, clases abiertas de baile, niños que practican deportes y talleres como el que dicta Carlos Callegari, otro vecino que todos los viernes enseña ajedrez en la biblioteca del parque.

Mosconi resalta que los reclamos inspiraron a vecinos de otros barrios a encarar luchas similares. “Nosotros fuimos marcados por otras peleas muy parecidas, como ocurrió con los parques Avellaneda y Quinquela Martín. Es increíble que no se hagan más parques, con todos los beneficios que trae”, reflexiona.

“El parque permite encuentros más sensibles. En una ciudad con tantos edificios, acá se puede ver el cielo, conectar con la naturaleza. Es nuestro paraíso verde”, describe Caminos. A su lado, bajo un lapacho, Clusellas coincide: “Es un lugar colectivo, es aire puro”.

Emocionada, Mosconi muestra fotos antiguas y recuerda los 20 años de lucha, lanza un suspiro, hace una pausa que permite oír el sonido de los pájaros que invaden los árboles bajo la tarde primaveral y resume: “El parque es importante para ver a la gente feliz”.

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