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En colaboración conCAF

Doce horas en la mina para extraer todo el oro posible: ascender a costa de la salud y el planeta

Con turnos intensos de hasta 15 días seguidos y pagos inestables, cientos de trabajadores bolivianos se sacrifican a sí mismos y el medioambiente para ser socios de las cooperativas mineras, según revela en una investigación

Trabajadores en una mina de oro en La Paz, Bolivia
Trabajadores en una mina de oro en La Paz, Bolivia, el 20 de noviembre de 2010. Juan Karita (AP)
Caio Ruvenal

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Carlos Huanca, minero boliviano de casi 30 años, tiene ocupada su mente desde hace meses con una publicación en el Marketplace de Facebook. “En venta una acción minera aurífera (…) 10.500 dólares o permuto por movilidad de taxi”, dice el post. Huanca tiene más de 10 años de experiencia en la extracción de oro y ha estado en tres cooperativas, pero su situación no ha cambiado significativamente: extraer la mayor cantidad de oro posible durante turnos de hasta 12 horas para incrementar su paga diaria. Dinero que ahorra, como decenas de cientos de jornaleros iguales que él, para dejar de ser mano de obra flotante y convertirse en socios accionarios de una de las varias empresas mineras establecidas en los Yungas. Pese a que esta zona tropical de la ciudad de La Paz ha sido históricamente una región destinada a la agricultura, ha sucumbido en las últimas décadas a la fiebre del oro.

“Cuando eres jornalero, estás obligado a trabajar dentro de la mina, en el interior del socavón y los túneles (…) Tienes que trabajar todos los días sin fallar; si no, te dicen: ‘Te vas a ir’. Pero cuando eres socio, estás mejor: cada uno asume su propia responsabilidad y se cuida también de los accidentes”, comenta Huanca, un nombre ficticio que ha pedido que se le asigne por temor a represalias. Es uno de los testimonios que recupera el investigador Fernando Alcons en su artículo científico Extractivismo aurífero y organización del trabajo: dinámicas territoriales en la minería aurífera cooperativizada en Los Yungas, Bolivia, publicado a finales de 2024. En él, a través de entrevistas y trabajo de campo, describe cómo los jornaleros —trabajadores que reciben un salario por hora o día, y el estrato más bajo en la cadena de trabajo de la minería— explotan la mina hasta por 15 días consecutivos con el objetivo de escalar en la jerarquía laboral de la cooperativa. En el camino del sacrificio no solo queda el desgaste del entorno ambiental, sino también el de la fuerza de trabajo.

Alcons se sorprendió con lo que encontró durante uno de sus viajes a la comunidad de Palca, en La Paz, ciudad donde se concentran el 75% de las cooperativas mineras del país, para su tesis de maestría en Desarrollo Social. Los que antes habían sido sembradores de papa, chuño, cítricos y hoja de coca eran ahora en su mayoría mineros. “Son la extensión del boom por el oro que ya está penetrando en las dinámicas familiares campesinas”, cuenta el investigador por teléfono. El precio del mineral ha pasado de 250 dólares por onza troy (poco más de 31 gramos) a principios de siglo, a 1.800 en 2022. Ese año fue además el principal material de exportación del país. El alza de su cotización no solo se refleja en Bolivia en las 2.300 cooperativas mineras y sus 130.000 socios, según cifras del Viceministerio de Cooperativas Mineras, sino también en la expansión de la actividad a zonas anteriormente inexploradas, interviniendo sus ríos y laderas de los valles.

Afecciones ambientales y humanas

El impacto medioambiental, que ya detalla el autor en una publicación anterior, se traduce en la degradación del hábitat alrededor de los ríos donde se extrae el oro, en la conocida como minería aluvial. Las aguas de los caudales se enturbian después de que los obreros remueven grandes cantidades de tierra y barro para obtener el mineral, además de la deforestación de los bosques, que se cuenta en miles de hectáreas. Sin embargo, en esta investigación, Alcons ha querido concentrar sus estudios en el desgaste físico de los mismos actores involucrados en la extracción de recursos naturales. “En las cooperativas más consolidadas a veces no se llega ni a las ocho horas, pero cuando el campamento inicia las operaciones o cuando el jornalero quiere demostrar que desea quedarse en la cooperativa, se autoexige mucho más de ocho horas. Se quedan 15 días en la mina y, en algunos casos, en condiciones precarias, llevándose latas de comida”.

Una mina en Santa Rosa, Bolivia, el 17 de junio de 2023.
Una mina en Santa Rosa, Bolivia, el 17 de junio de 2023. Juan Karita (AP)

Las cooperativas de la región usan un sistema de pago para los jornaleros fluctuante e incierto, lo que les añade presión. La remuneración es muy variable de acuerdo con la estabilidad y proyección de la empresa, pero oscila entre los 400 y 700 bolivianos (entre 58 y 100 dólares aproximadamente) por día “en una buena racha”, como explica el investigador. Sin embargo, existen temporadas en las que la extracción del mineral es mínima y el desgaste físico es el mismo. “Cuando el pago es por porcentaje, hay veces que el día [la extracción de oro] es un fracaso; hay otras veces que sí hay. Cuando hay poco, poco te dan [pagan]”, cuenta uno de los mineros entrevistados para la pesquisa, Ramiro Huayta, de 27 años.

El ansia de ser socio

La exigencia laboral autoimpuesta por los jornaleros no solo tiene que ver con asegurar un ingreso, sino también con quedar bien con los socios de la cooperativa para ser considerados en nuevas convocatorias o ser bien recibidos como potenciales accionistas. Escalar a ese rango les permitiría un ingreso monetario fijo por mes y acceder a puestos que conlleven menor riesgo para su integridad física, como las últimas etapas de extracción y purificación del mineral. En las empresas más consolidadas, el número de socios puede ascender hasta 50, mientras que los jornaleros llegan a ser 125.

La proliferación de la minería artesanal y a pequeña escala, concentrada en el Sur Global, ha sido acompañada por una legislación estatal boliviana que la fomenta y promueve. “La ley les da ciertas facilidades porque la minería aurífera se sustenta en el cooperativismo y hay mucha normativa que fomenta la autoorganización, la autodeterminación de personas que, por motivos socioeconómicos, se agrupan y realizan actividades económicas”, cuenta Alcons. El discurso del actual Gobierno de Bolivia de empoderar a las poblaciones de bajos recursos y del entorno rural se alinea con el sistema minero aurífero, que, además de contribuir a la economía regional a través del pago de patentes y regalías, ofrece empleo a quienes carecen de otras opciones y necesitan trabajar para subsistir.

El problema surge cuando los representantes de las cooperativas se aprovechan de este lazo con el Gobierno para reproducir la actividad minera en áreas protegidas. Asociaciones como la Federación Regional de Cooperativas Mineras Auríferas del Norte de La Paz presionan al Estado para conseguir permisos para explorar parques naturales. “En agosto del año pasado varios dirigentes presionaron a autoridades para que se aprobaran licencias. Es solo la punta del iceberg de una serie de negociaciones que tienen con altos cargos políticos, de las que han salido modificaciones en los planes de protección de las reservas del Madidi o Cotapata”, asegura Alcons.

Un trabajador sale de una mina de oro, en La Paz, Bolivia.
Un trabajador sale de una mina de oro, en La Paz, Bolivia.Juan Karita (AP)

Comunarios del Parque Nacional Madidi y la nación Tacana ya denunciaron que algunas cooperativas no esperaron a que se aprobaran estas normas y operan en sus zonas. “Ya están operando, con enfrentamientos en ocasiones”, reconoce el investigador. “Los actores locales lo están denunciando, pero no tienen la visibilidad necesaria para que se haga público”.

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