Una pequeña ‘Vaca Muerta’ en el mar: el innovador proyecto argentino para producir energía limpia
El ingeniero Alejandro Haim apuesta a la creación de un parque de tres hectáreas que en medio del mar produzca la suficiente energía para inyectar a la red y abastecer el consumo de 5.000 hogares
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“Tenemos una Vaca Muerta en el mar”. El ingeniero Alejandro Haim (42, Buenos Aires) sonríe al comparar la energía undimotriz, generada a partir de las olas del océano, con el yacimiento de 30.000 kilómetros cuadrados que en la Patagonia argentina alberga la mayor reserva de petróleo del país y la segunda de gas no convencional del mundo. En 2011, Haim desarrolló un equipo que, por medio de boyas, permite producir energía a través de las ondas del oleaje marítimo. Tras más de una década de investigación, pruebas y desarrollo, apuesta a la creación de un parque de tres hectáreas que en medio del mar produzca la suficiente energía para inyectar a la red y abastecer el consumo de 5.000 hogares.
A Haim siempre le gustó el mar. De niño, miraba a los surfistas y soñaba con trepar a una tabla y dejarse llevar por las olas. Su amor por el océano lo llevó a estudiar para ser guardavidas, profesión que abrazó en la Costa Atlántica argentina durante varios veranos, hasta que se recibió de ingeniero. “Con este proyecto, involucré al mar con la actividad deportiva, la generación de energía renovable y la ingeniería mecánica”, cuenta.
El camino para producir energía a partir de las olas ha sido largo y costoso. Cuando Haim se graduó de ingeniero, la palabra undimotriz era desconocida en el país y en el mundo prácticamente no existían desarrollos. Junto al docente Mario Pellisero, impulsó un proyecto y obtuvo un presupuesto de la Universidad Tecnológica Nacional regional de Buenos Aires para comenzar a investigar en los laboratorios de Ingeniería Civil e Ingeniería Mecánica. Como si se tratara de una película, el primer prototipo lo construyeron con engranajes de una vieja fotocopiadora y destornilladores eléctricos.
Energía undimotriz
“La energía undimotriz es la que producen las ondas del mar. Se genera por la fricción de los vientos en la superficie. Esa fricción deforma la superficie generando ondulaciones, y esas ondulaciones se transportan cientos de kilómetros”, explica Haim en una entrevista con América Futura, donde enseña los detalles de un prototipo, que ahora junto a su equipo – integrado por unas 25 personas entre ingenieros, oceanógrafas y becarios – busca llevar a escala real. El prototipo tiene dos boyas pesadas sostenidas por brazos que, al moverse, encienden una luz: cuanto más intenso es el movimiento, más fuerte es la iluminación.
En 2019, obtuvo la patente y dio paso a las pruebas en ambientes controlados que replican las condiciones del mar, un paso clave antes de construir las boyas que serán ubicadas en el mar, idealmente en una zona donde exista un puerto que permita un acceso sencillo para maniobrar un equipo de acero grueso que pesa dos toneladas, flota y está activo las 24 horas del día.
Suecia fue el primer país que comenzó a generar energía a través de un equipo undimotriz. En España, hay proyectos en marcha en el País Vasco y las Islas Baleares. También existen desarrollos en el Reino Unido, Canadá, Australia, Portugal, Israel y Estados Unidos, entre otros países que operan con distintos métodos, desde dispositivos en línea costera a 10 metros de profundidad, hasta otros ubicados en aguas poco profundas y otros sumergidos más hondo, lejos de la orilla.
En el caso de los investigadores argentinos, la boya funciona conectada a un cable submarino que traslada la energía hasta la costa y allí es conectada a una subestación eléctrica. El parque undimotriz de tres hectáreas proyectado podría funcionar a entre 500 metros y dos kilómetros de la orilla en las ciudades de Mar del Plata y Necochea, en la costa de la provincia de Buenos Aires, y produciría 6 megavatios constantes, suficiente para abastecer con energía a 5.000 o 20.000 personas.
Haim asegura que el mar argentino tiene características ideales para un desarrollo más amplio en toda su extensión. “Es como tener una reserva de Vaca Muerta en el mar, es un recurso extraordinario, este sistema se podría adaptar a cualquier zona donde haya olas que superen el medio metro”, se entusiasma. “En Tierra del Fuego y las Islas Malvinas hay un gran oleaje”, dice, y aspira a que, en un futuro, además de inyectar energía a la red eléctrica, se pueda aplicar para la generación de hidrógeno verde. “Podría abastecer de energía a radares y señales de comunicación y eso ayudaría a controlar los barcos que pescan ilegalmente, permitiría sumar una herramienta para el cuidado de nuestros recursos”, asegura.
Las energías renovables en Argentina
A diferencia de otras energías como la solar o la eólica, que tienen una larga historia pero despegaron con fuertes inversiones e investigación a partir de la crisis del petróleo en la década de 1970, la undimotriz es más moderna y comenzó a desarrollarse en la década de 1990. “Como se trabaja hace poco, va a pasar tiempo hasta que se desarrolle una tecnología confiable, segura y económica”, afirma Haim.
En la Argentina, ha crecido de forma sostenida la generación de electricidad sustentable en los últimos cinco años, a tono con la discusión a nivel global de cara a la transición energética. De acuerdo con datos oficiales, en abril de 2024 el 18,6% de la demanda eléctrica se abasteció con energías renovables, un porcentaje en aumento desde 2019, cuando fue de apenas 5,9%.
Si bien el país cuenta con una matriz energética con emisiones de carbono más bajas que la media global – producto del mayor desarrollo del gas por sobre otras fuentes más contaminantes como el petróleo o el carbón – en 2023, más del 80% de la energía que se consumió en el país provino de fuentes fósiles, de acuerdo con un trabajo de la organización Fundar, por lo que aún hay un gran desafío de cara al desarrollo de energías sustentables.
Dentro de las sustentables, la eólica encabeza el ránking de las más desarrolladas, seguida de lejos por la solar. La ley de Energías Renovables sancionada en 2015, establece que para el 31 de diciembre de 2025 el país debe alcanzar el 20% del consumo de energía eléctrica con fuentes renovables. “Argentina tiene el mejor viento del mundo por calidad y preponderancia; en el noroeste tenemos uno de los mejores recursos solares. Tal vez el desierto del Sahara tenga más radiación, pero no tiene líneas de transmisión, rutas, agua ni ciudades, que sí hay en el norte argentino”, resalta Haim.
Para el ingeniero, es clave pensar a las energías sustentables en combo. “Hoy son más baratas que quemar combustible, pero se tiene que trabajar con un mix que incluya a la solar y la eólica, pero también a otras como la geotérmica, la undimotriz y la hidráulica, porque si no tenés viento ni sol, te quedás sin electricidad”, señala. En la variedad está la clave, argumenta: “El combo de energías renovables argentinas es espectacular, podríamos exportar”.
Pero para eso, advierte, hace falta financiación, como en el caso de su proyecto: “La tecnología ya está desarrollada, pero para poner un solo equipo en el mar se necesitan 250.000 dólares”, explica. Y ahora reconoce que es un mal momento para este tipo de inversiones con los recortes a la ciencia y la tecnología del Gobierno de Javier Milei. En 2023, el extinto Ministerio de Ciencia y Tecnología lanzó una convocatoria para proyectos de energía undimotriz y fue seleccionado, pero el nuevo Gobierno “cambió las reglas”, dice Haim, y las nuevas condiciones complicaron el acceso al dinero: antes recibía los fondos, gastaba y presentaba la documentación y ahora debe gastar de su propio bolsillo y luego el Estado le reembolsa con demoras de varios meses, lo cual combinado a la devaluación y el clima de incertidumbre ha puesto en duda la continuidad de múltiples investigaciones y tiene en vilo a la comunidad científica. En paralelo, el Gobierno argentino ha recortado recursos del Fondo para el Desarrollo de Energías Renovables, que era financiado mediante un Fondo Fiduciario que fue eliminado en septiembre pasado.
Para avanzar en el desarrollo, Haim y su equipo cuentan con el respaldo de subsidios de la provincia de Buenos Aires y de la Embajada de Francia. “Hoy el proyecto se sostiene por vocación. La mayoría no cobramos por este trabajo, nos dedicamos a la docencia e investigamos en el tiempo que podemos”, lamenta Haim. Por eso su apuesta en estos momentos es que pueda avanzar en un convenio con una empresa privada que financie parte del proyecto.
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