Marita Perceval: “Estamos en un mundo en que negar derechos es la estrategia”
La presidenta de Feministas Sin Fronteras conversa sobre la denuncia de violencia de género al expresidente Fernández y las políticas de Milei en su país: “Su libertad es la del individualismo extremo”, dice
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Aunque cada una de sus frases disecciona un mundo en llamas, sus palabras, precisas y contundentes, son pomada para muchos. Sobre todo para la sociedad argentina más progresista que ve con preocupación cómo se desmantela el Estado de bienestar día tras día. Parece que en la cabeza de María Cristina ‘Marita’ Perceval (Mendoza, 67 años) todas las disciplinas que ha estudiado y ejercido -filosofía, docencia, diplomacia, política- se articulan para darle forma a un discurso feminista vigente y necesario: “El feminismo no es una revolución irracional, es una rebeldía con evidencias”.
En entrevista con América Futura, la presidenta de Feministas Sin Fronteras y exsenadora de Argentina desgrana la receta de la ultraderecha (“Estamos en un mundo en que odiar es la utopía, discriminar es el horizonte y negar derechos es la estrategia”) y es crítica con la denuncia de violencia de género al expresidente Alberto Fernández. “Esto es una prueba más de que la violencia contra las mujeres no reconoce de clases sociales ni estatus de poder. Va a hacer falta reparación no solo a la víctima sino a la sociedad, para reafirmar el ‘nunca más’”, dice por videollamada desde Buenos Aires.
Perceval, impulsora de la ley de trata de Argentina y la ley contra la violencia de género, está realizando una beca del Feminist Foreign Policy Collaborative para voces seniors y celebra que el movimiento sea cada vez más intergeneracional y político: “Hay que poner en clave de derechos y no de privilegios el sistema tributario”. Minutos antes de despedirse, Perceval se disculpa por no ser capaz de “hablar sobre feminismo en 140 caracteres” y cuenta entre risas sobre la campaña contra el “femituit”: “Es que tenemos que tener tiempo para reflexionar. Si creemos que vamos a poder arreglar todo lo que tenemos encima con un tuit, no entendimos nada”.
Pregunta. Argentina siempre ha sido un referente del feminismo en el sur global. ¿Qué ha pasado para que este Gobierno, liderado por el ultraderechista Javier Milei, acabara desmantelando el ministerio de las Mujeres?
Respuesta. Los derechos se adquieren a través de luchas sociales. Se conquistan y se reconocen obviamente por los Estados, pero no son para siempre. Al igual que el amor. Hay que cuidarlos y preservarlos no solo desde la arquitectura del Estado, sino desde la apropiación apasionada y convencida de la sociedad. Nosotros lo sabíamos, pero no lo habíamos vivido; los derechos conseguidos por siglos, pueden perderse en un instante. Antes había un acuerdo en que el multilateralismo era valioso y necesario para que la ley del más fuerte y la arbitrariedad del prepotente no marcara los destinos de la humanidad y la suerte del planeta. Pero ahora estamos en un mundo en que odiar es la utopía, discriminar es el horizonte y negar derechos es la estrategia. Los movimientos transnacionales encontraron que el espacio de actuación está por fuera de la democracia y saltarse el estado de derecho. Así están poniendo en jaque el principio de la libertad.
P. Aunque es precisamente esa la palabra de la que se apropia la extrema derecha…
R. Sí, es cierto. La libertad de Milei es la del individualismo extremo, del egoísmo superlativo y del deseo irresponsable. Es la libertad del ‘yo hago lo que quiero’. Siquiera fuera una rebeldía superadora, pero es una ignorancia destructiva; poderes fácticos que desprecian la democracia y los derechos humanos han elegido como adversarios, si no enemigos, al feminismo y al estado de derecho. Al poco tiempo de asumir, [Milei] dice: “Yo soy el que destruye el Estado desde adentro”. Esto que podría ser un buen ejercicio de ficción, es un lenguaje legitimado desde el poder. El método en campaña no era encontrar una instancia superadora para un país que sí, tenía problemas. No. El método es la motosierra y la licuadora.
P. ¿Cree usted que Milei refleja al pueblo argentino?
R. Claro que sí. A una gran parte. Pero no solo en Argentina, lo vemos en Latinoamérica y en países europeos y asiáticos. Nosotros porque somos explosivos en nuestras manifestaciones y somos maradonianos… tal vez llama más la atención el personaje construido de Milei. Pero no es una originalidad de Argentina. Por eso es más grave. El mundo cambió. Y las promesas incumplidas de la democracia existen. En vez de esperar la progresividad de la democracia, se creyó que era una pérdida de tiempo. Es como con la pandemia, unos salimos diciendo que teníamos que construir mejores sociedades y otros salieron con el discurso de destruirlo todo.
P. ¿Es el feminismo un movimiento intrínsecamente de izquierdas?
R. Sí, entendiendo la izquierda en plural. ¿Puede el feminismo ser anarcolibertario? ¿Puede ser de derecha neoconservadora? Sin ser dogmática, te digo: no. Porque no basta que alguna mujer de las derechas neoliberales apoye el aborto si no quieren tocar el sistema económico financiero que rige el mundo. El feminismo no es una cosa de pick and choose [de seleccionar lo que te gusta], es una integralidad teórica, una congruencia ética y una consistencia política. No reconozco feminismo en las expresiones de las derechas neoliberales.
P. ¿Qué propone la mirada feminista en la política?
R. Cuando las feministas planteamos una reforma tributaria hablamos de inclusividad y no de discriminación. Decimos que estamos viendo que no es sostenible ni igualitario que la recaudación de impuestos del 1% de la población rica sea menor que el 50% más pobre. Vos decís, ¿el feminismo es una revolución irracional? No, es una rebeldía con evidencias. Esto no sucede porque llovió anoche, pasa porque tenés una prevalencia de sistemas tributarios injustos en América Latina. Queremos construir una sociedad del cuidado. Esa transformación va también en pensar en una sociedad que en lugar de instalar la política de la crueldad instaure la de la cooperación y la sostenibilidad estratégica. Hay que poner en clave de derechos y no de privilegios el sistema tributario. Es como el tema de la evasión. No eluden las mujeres pobres, sino las grandes fortunas. Hacerlo bien implicaría recaudar un 24% más en la región.
P. ¿Qué conflictos o situaciones precisas cambiarían con este enfoque?
R. Significa decidir los destinos de los presupuestos. ¿Militarización o paz? ¿En qué vas a invertir? Suecia [primer país que declaró su política exterior feminista] hoy cambió de Gobierno y dejó atrás esta política, pero no se ha desmantelado las medidas de equidad de género. Hay veinte países nucleados en Nueva York que están formando una alianza con participación ciudadana.
P. Usted participa en una beca para mujeres que llevan toda una vida en el activismo y en la política feminista. ¿Cómo cambia la perspectiva con los años?
R. El movimiento de América Latina y el Caribe tiene vibrantes logros en su haber. Y yo noto el cambio principalmente en la calle. La marea verde es un caso impresionante. Cuando fui senadora nacional era rara de decirme feminista. Eso ha cambiado. Ahora es un movimiento multitudinario e intergeneracional. En el caso de nuestro país, transfeminista y feminista. En otros países no han podido coincidir en esta alianza. Desde los feminismos latinoamericanos se ha podido hablar de una interseccionalidad que va desde la clase hasta la elección de identidad de género.
P. ¿Y cómo ve que el movimiento feminista está fracturado frente a la autopercepción del género?
R. En Argentina esta fractura no se da. En otros países se da con total ferocidad, para generar cancelaciones en WhatsApp. Habiendo sido brujas víctimas de hogueras y pedradas, no podemos reproducir un modelo de solución o de búsqueda de la verdad con linchamientos. Pero no pueden pedir a un movimiento con la masividad del feminismo que todas pensemos igual. El silencio no es el camino. Silenciar las diferencias no es el camino. Que circule la palabra, es en la conversación plural e inclusiva donde encontraremos no el mínimo común denominador sino el máximo común viable.
P. ¿Cómo cree que está actuando el expresidente Alberto Fernández frente a las denuncias de violencia de género de su exmujer?
R. Lo que tiene que hacer es ir a la justicia. Va a hacer falta la reparación no solo a la víctima sino a la sociedad. Y tiene que hacer una reparación al feminismo, porque resulta que ahora el feminismo es culpable de estas situaciones. ¡Vaya que son ingeniosos! Esto es una prueba más de que la violencia contra las mujeres no reconoce de clases sociales ni estatus de poder ni razas ni religiones. Es la venganza del patriarcado frente al maldito hecho de ser mujer. El expresidente tiene que hacerse cargo. Toda la sororidad a que sea un proceso eficaz y rápido y que la presunta víctima, con evidencias bastantes notables, sea reparada.
P. Fernández presume de haber promovido políticas de género y asegura que sabe “que en casos como éste, la carga de la prueba se invierte y el hombre tiene que probar su inocencia”.
R. Yo al expresidente le pediría que no se atribuya logros que no son de él. Porque entonces le vamos a tener que dar gracias al patriarcado porque existe el feminismo. Por otro lado, creo que ha seguido un mal camino al decir, aunque sea verdad, que había un sufrimiento psíquico en su expareja. En cuanto a la presunción de inocencia, sí. Y sí. Él va a tener que mostrar las pruebas de su inocencia, es un principio legal en nuestro país y en el derecho internacional. No es la víctima la que debe probar, sino el perpetrador.
P. ¿Cuál sería la reparación ejemplar para la sociedad, después de la reparación a la víctima?
R. Tiene que pedir perdón. El Estado argentino tiene que pedir perdón para reafirmar el nunca más en un país en el que cada 30 horas una mujer es víctima de femicidio.
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