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En colaboración conCAF

La muerte de Lolita, la orca solitaria de Miami, reaviva el debate sobre el cautiverio animal

El mamífero tenía 53 años y había un plan en marcha para facilitar su vuelta al océano en los próximos años, pero falleció días antes

Lolita, la orca y la atracción estrella del Miami Seaquarium
Lolita, la orca y la atracción estrella del Miami Seaquarium durante décadas.Getty Images
Daniel Alonso Viña

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Ya estaba en marcha el plan para intentar su liberación en el océano. Pero Lolita, la orca que lleva desde los tres años cautiva en el Seaquarium de Miami, ha fallecido este viernes, después de dos días en los que su salud entró en una espiral descendente. “Exhibía signos serios de malestar físico”, explicó el acuario en un comunicado. “Aunque recibió la mejor atención”, la orca falleció de lo que se cree que fue un problema renal con el que lidiaba desde hace tiempo. Tres días antes de su muerte, el acuario había publicado un comunicado en el sentido contrario: “Nuestra querida Lolita se encuentra estable y en buen estado de salud”. Todavía se investigan las causas de su fallecimiento.

Tenía unos 53 años. Medio siglo de vida confinada en una piscina de 35 metros de profundidad y 10 metros de diámetro, distrayendo a los espectadores con sus saludos de aleta y sus vueltas en el aire. Así pasó la mayor parte del tiempo, cada día, hasta que la presión de grupos animalistas consiguió que la empresa propietaria aceptase un plan para devolverla al océano en un plazo de dos años. Demasiado tarde. Aún así, su muerte ha abierto un debate sobre las dificultades de la liberación y la capacidad de adaptación de una orca tan mayor al medio marino después de tanto tiempo encerrada. Es difícil saber qué habría pasado si la hubieran liberado antes, ya que era la orca en cautiverio más vieja del mundo. Quizás también habría aguantado las dificultades y el estrés de su merecida libertad.

Lolita, también llamada Takitae, fue capturada en 1970 en Penn Cove, un lugar retirado del Océano Pacífico al norte de Seattle, en Estados Unidos. Solo tenía tres años. A esa edad, las orcas ya han aprendido el lenguaje de su comunidad, había empezado a cazar su propia comida y todavía pasaba la mayor parte del día cerca de su madre. De allí la trasladaron directamente hasta el Miami Seaquarium de Florida, cuenta la organización OrcaNetwork. Su misión era ser la compañera de espectáculo de Hugo, una orca joven que había sido capturada unos años antes en el mismo lugar. Vivieron juntos durante diez años hasta que, en 1980, Hugo murió tras golpearse contra el cristal del tanque de agua en el que vivían los dos. Ya lo había hecho antes, pero nunca tan fuerte como aquella vez. Tras su muerte, Lolita siguió con sus shows diarios.

La orca había dejado de dar espectáculos, pero seguía atrapada en el acuario de Miami. Después de las protestas de grupos animalistas, The Dolphin Company, la compañía encargada del Seaquarium, llegó este marzo a un acuerdo para liberar al animal en un plazo de dos años. Eduardo Albor, el director de la empresa, se alegró por el futuro de la orca: “Este es un día muy especial. Va más allá de Lolita. Se va a convertir en un símbolo”. El coste de liberarla puede llegar hasta las ocho cifras y requerir el uso de un avión militar para trasladarla, como pasó con Keiko, la orca de la película Liberen a Willy. En su camino de adaptación al medio marino, Lolita habría necesitado que la construyesen un santuario en el mar, cerca de la costa, donde habría aprendido a cazar su propia comida y a estar cerca de otros animales, vigilada de cerca por instructores y otros profesionales.

Pese a estos apoyos, puede que Takitae nunca hubiera llegado a adaptarse a un medio tan hostil como el océano. “Es prácticamente imposible que la orca se adapte al mar”, sentenciaba Ana Jiménez Cáceres, bióloga especialista en mamíferos marinos, unos días antes de su muerte. “Lolita tiene problemas de audición, necesita medicación constante y depende al 100% del ser humano. Quizás pensemos que a los animales les encantaría estar en espacios grandes, pero ellos lo ven como una zona extraña y hay que enseñarles poco a poco”. Además, la experta asegura que es muy poco probable que su familia original la reconociese. “Mucha gente no lo sabe, pero estos animales tienen que prepararse mucho para pasar a piletas en las que nunca han estado”.

La bióloga hace referencia al caso de Keiko, la primera orca con la que se llevó a cabo esta gran operación de liberación en mar abierto. Años después de su liberación, murió por un resfriado. Keiko fue capturada en 1979 en aguas islandesas, fue trasladada provisionalmente a Canadá y terminó en un acuario de Ciudad de México. Allí se rodó la película que la hizo famosa y que se convirtió con el tiempo en el revulsivo que impulsó su liberación. Años después, Hallur Hallson, el portavoz de la fundación a cargo de la operación, tuvo que admitir que el proceso había resultado un fracaso. Keiko era incapaz de capturar a los peces que entraban y salían de la jaula marina que le construyeron en las costas de Islandia. Tampoco estableció contacto con las orcas de su especie que se acercaron a la jaula y eso la ponía en peligro porque estos animales solo pueden vivir en grupo.

Karla Munguia, activista por los derechos de las orcas, defiende que la salud del animal mejoró mucho después de su liberación, cuando la sacaron del tanque en el que salinizaban el agua con sal industrial. “Tenía papiloma en los costados de las aletas y lo que se llama ‘cabeza de cacahuete’, un problema que proviene de la falta de alimentación adecuada. Todo eso se la quitó cuando la liberaron”, en 1996, casi veinte años después de atraparla, explica Munguia. También dejó de presentar todas las actitudes patológicas propias del encierro prolongado, como los golpes constantes contra la pared del acuario. Incluso llegó a interactuar con otras orcas. Pero nunca se quedaba con ellas, siempre volvía a la costa, donde estaban los cuidadores humanos a los que estaba acostumbrada casi desde que nació.

Con Lolita, el plan de los animalistas era juntarla de nuevo con su familia, con la esperanza de que “se acuerde de ellos”, dice Munguia. “Esa era la esperanza”. Porque dejarla donde estaba no era una opción y podría llevarla a la muerte, como ha sucedido al final. Entre 1996 y 2003 murieron prematuramente 28 orcas en cautiverio, además de 325 delfines y belugas en parques acuáticos de todo el mundo, según la organización CetaBase. Los casos de orcas devueltas con éxito a su hábitat natural fueron capturadas cuando ya habían aprendido a cazar y no estuvieron mucho tiempo en cautividad, por lo que todavía no habían desaprendido sus costumbres, explica la bióloga Jiménez.

Aunque los expertos discrepan en el método para sacar al animal del acuario, todos coinciden en que lo mejor sería frenar la caza de estos animales. Pero, para eso, tiene que haber una reducción en la demanda. Las sociedades civilizadas tienen que dejar de pagar por ver a un animal lejos de su hogar y de su familia. Como dice Munguia: “En el zoo ves a un fantasma del animal que fue, y no hace falta tener una orca encerrada para empatizar con ese animal, uno puede conocerlos y amarlos con documentales que muestren cómo viven en libertad”. Algo parecido pasó con la película de Willy. Fue precisamente una historia sobre su liberación la que permitió a miles de personas en todo el mundo empatizar con Keiko, la orca que interpretaba al personaje, y no sus actuaciones en el zoológico de Ciudad de México en el que estaba encerrada.


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