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Margareth Menezes: una ministra de cultura para que las artistas negras no se sientan más solas

Reconocida cantante y firme defensora de la bandera antirracista en Brasil, la ministra de Lula ha impulsado proyectos para emprendedores afrodescendientes

A cantora Margareth Menezes.
Margareth Menezes en un retrato de archivo de marzo de 2020.José de Holanda/Divulgação

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“Vamos a hacer una gestión con alegría”, dijo Margareth Menezes, la actual ministra de Cultura de Brasil a la mesa de colaboradores poco antes de asumir su cargo en enero de 2023. Conocida popularmente por su carrera de cantante, compositora y por haber fundado el movimiento afro pop en su Bahía natal, Margareth Menezes es mucho más. A los ojos de mujeres negras, actrices, músicas, escritoras, cineastas y gestoras culturales, es la voz afrobrasileña que trabaja desde siempre por el emprendimiento cultural negro y la equidad racial. “Para nosotras, ella resume nuestro lugar de poder y tiene un papel más de militancia que de artista”, dice Roberta Ribeiro, actriz de un suburbio de Río de Janeiro, de 37 años.

Su música, atravesada por una perspectiva de género y raza, la convierte en una activista de la cultura. En un espectáculo memorable del año 2006, en Salvador de Bahía, Menezes se quiebra en lágrimas al cantar uno de sus temas más conocidos, Faraó, que en las últimas estrofas dice: “El pueblo negro pide igualdad, haciendo a un lado las separaciones”. Con la percusión de fondo, se para y le habla al público con el brazo en alto: “No queremos hablar desde un lugar de sobrevivientes, queremos vivir y colaborar con este país porque podemos dar mucho más. Sólo necesitamos oportunidades”. La escena es recreada en el espectáculo musical Voces negras por Ribeiro quien, de pequeña y adolescente, ya la admiraba. “Soñaba con cantar, no tanto por la música, sino por ganarme un lugar destacado como mujer negra”, cuenta.

En lo que va del primer trimestre de su gestión como ministra, Menezes se rodea de profesionales afrodescendientes en el primer escalafón de la cartera de Cultura: Joelma Gonzaga, una productora de cine baiana al frente de la Secretaría Audiovisual; Roberta Martins, en la Secretaría de los Comités de Cultura, y la actriz nordestina Maria Marighella como presidenta de la Fundación Nacional de las Artes (Funarte). “Uno de los primeros mensajes que nos transmitió la ministra fue restablecer la protección de los artistas y recuperar mecanismos de apoyo y fomento”, afirma Marighella.

Una de las medidas más inmediatas que Menezes tomó al asumir el cargo fue desbloquear casi 1 billón de reales brasileños (más de 190 millones de dólares) de la Ley Rouanet, una herramienta de incentivos culturales. Y, en medio al carnaval, al tiempo que desfiló en Salvador, Recife y Río de Janeiro, relanzó algunos patrocinios culturales. Uno de ellos fue junto al Banco del Nordeste: la inversión de unos 10 millones de reales (casi 2 millones de dólares) para la cultura de esa parte del país. “La cultura necesita dinero. Una canción no tiene éxito por arte de magia, tiene que haber inversión en todos los lugares”, afirma la cantante baiana Mariene Castro, conocida por su obra afrobrasileña y por ser la voz que emocionó en el evento de cierre de los Juegos Olímpicos de 2016.

Durante los años ‘90, Menezes padeció las estructuras de un mercado musical selectivo. Tuvo menos visibilidad nacional que internacional, como reflejan las 21 giras mundiales y las múltiples nominaciones a los Grammy y Grammy Latino. “A pesar de su talento, Margareth no tuvo los mismos tipos de apoyo que otras cantantes brasileñas. Eso está imbuido de un racismo estructural”, afirma la actriz Verónica Bonfim. “Lo importante de su figura es que inspira y empodera a nuevas generaciones de artistas afro”, concluye.

Margareth Menezes
Margareth Menezes junto a la primera dama Janja da Silva durante su investidura en Brasilia el 2 de enero.MAURO PIMENTEL (AFP)

La flamante ministra acumula una historia de promotora cultural que no es tan conocida como su carrera artística. Elle creó en 2004, en Salvador de Bahía, la Fábrica Cultural donde funciona el llamado mercado Iaô, un polo de arte, de negocios creativos y diálogo sobre emprendimiento cultural negro y promoción de productores y artistas. Gestoras culturales jóvenes trabajan por ese objetivo en otros rincones del país. Jaqueline Fernandes, de 43 años, es realizadora del Festival Latinidades, una plataforma de producción artística e intelectual de mujeres negras latinoamericanas, del Caribe y de la diáspora que popularizó el término “afrolatinas” en Brasil. “Margareth es una inspiración y trae un nuevo vigor. Representa nuestra potencia. La falta de reconocimiento histórico refleja todas las desigualdades sociales que se replican en el campo de la cultura”, afirma.

Angela Davis, la filósofa y activista estadounidense hizo célebre la frase: “Cuando una mujer negra se mueve, toda la estructura de la sociedad se mueve con ella”. Michelle Mury, de la distribuidora digital de música online AltaFonte asegura que ese movimiento viene de la mano de la formación en la administración cultural. “No existe otra receta que la capacitación y ceder espacios y empleo a todas las personas para alcanzar la igualdad tanto para tareas técnicas, estratégicas como gerenciales. Si no diversificamos y ocupamos cargos de liderazgo, la rueda hacia la inclusión efectiva no avanza”, dice.

El incentivo a la escritura y a la literatura se destacan como antídoto para enfrentar las desigualdades de acceso. La escritora carioca Eliana Alves Cruz, ganadora del Premio Jabuti 2022 aboga por incentivos para que la gente escriba sus propias historias. “Es interesante aproximar más el sector cultural a la literatura, a la educación para que nuestros jóvenes escriban y entiendan que lo importante del registro de sus vidas”, dice.

Resulta inevitable pensar en un hilo de continuidad entre la gestión del Ministerio de Cultura de Gilberto Gil, entre 2003 y 2008 y el que está comenzando ahora Margareth Menezes. Gil activó una acción política llamada Cultura Viva que se propuso llegar a la más amplia diversidad cultural del país. El programa benefició a nueve millones de brasileños e impactó a 1.100 ciudades. El acento en esa diversidad es nítida en las primeras acciones y palabras de Menezes. Durante el primer Gobierno de Lula, las políticas de acciones afirmativas llegaron a nuevas generaciones de artistas que hoy tienen alrededor de 30 años. “Yo soy fruto de esas políticas y de la lucha de la generación de Margareth y de todo el movimiento negro y el campo social brasileño”, afirma Sol Miranda, que recibió recientemente el premio a mejor actriz en el Festival de Huelva de Cine Iberoamericano de España.

Si hay algo que comienza a vislumbrarse en las primeras acciones de la gestión de Menezes son acciones afirmativas que apuntan a mujeres en la cultura. El pasado 8 de marzo, su ministerio dictó tres medidas en esa línea: el Comité de Género, Raza y Diversidad para dar apoyo en la elaboración de políticas públicas en una mirada transversal; el Premio Carolina María de Jesús, que otorga cerca 2 millones de reales brasileños (más de 380.000 dólares), para escritoras de ficción y por último, la convocatoria Ruth de Souza de Audiovisual para subsidiar a cineastas brasileñas en la realización de largometrajes.

En todos los relatos, existe una sensación de pertenecer a un colectivo feminista negro y a la convicción de que Menezes está instalando una pauta que todavía resulta incómoda en Brasil: mover estructuras. “Somos una continuidad, unas de otras. Y cuando entendemos eso y ocupamos espacios de poder, entendemos que no estamos solas”, dice la actriz Cinnara Leal.



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