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Pescadores de plástico:
cómo el embalse más grande de
El Salvador se convirtió en una gran cloaca

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Pescadores de plástico: cómo el embalse más grande de El Salvador se transformó en una gran cloaca

El Cerrón Grande debía ser un cuerpo de agua protegido por su valor ecológico, pero ha acabado siendo un vertedero con toneladas de basura y contaminantes diluidos que viajan por los ríos que lo alimentan

Bryan Avelar Víctor Peña
Potonico (El Salvador) -

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Montada en su pequeña balsa de madera, Karla Orellana, una pescadora de 37 años, levanta la mirada y apunta con el dedo índice hacia el centro del embalse con cara de sorpresa. Acaba de presenciar el avistamiento de un espécimen poco particular en estas aguas. “Por allá anda flotando, cerquita de la isla. La acabamos de ver, ¿verdad?”, dice y busca con la mirada a su hija Meilin, de 13 años. La niña asiente, sentada en la misma balsa, mientras mueve el remo en el agua buscando algo que pescar.

Embalse Cerrón Grande
Embalse Cerrón Grande.Víctor Peña

Si estas fueran otras aguas, el avistamiento probablemente habría sido de alguna ballena, un delfín o, con menos suerte, un cocodrilo. Pero lo que Karla y su hija vieron esta mañana flotando en el agua fue una refrigeradora. Karla y Meilin pescan en las aguas del embalse El Cerrón Grande, en el norte de El Salvador. Desde hace un año, este embalse es epicentro de avistamientos como este. “Aquí se ven licuadoras, lavadoras, pedazos de carro. A veces pasan pedazos de inodoro también”, dice Meilin, mientras saca una botella plástica del agua y la tira dentro de la balsa. Alrededor de ellas el agua está completamente cubierta de ninfas (nenúfares) y un tapiz de botellas, zapatos y desperdicios plásticos que flotan en la superficie.

Con 13.000 hectáreas de extensión, el embalse El Cerrón Grande es el cuerpo de agua más grande de El Salvador y desde 2005 es considerado un sitio Ramsar por la UNESCO, es decir que por su importancia ecológica debería estar bajo protección del Estado. Sin embargo, desde hace más de una década se ha convertido en una cloaca gigante donde van a parar toneladas de desechos que viajan a través de ríos desde la capital, San Salvador. “Aquí viene a parar toda la mierda de San Salvador”, dice Jacinto Tobar, el alcalde de Potonico, uno de los 12 municipios que rodean el embalse, donde también viven Karla y su hija.

Embalse Cerrón Grande
Karla Orellana recolecta plástico junto a su hija, Meilyn Ordóñez, de 13 años. Víctor Peña

Cuando dice mierda, Tobar no se refiere únicamente a los electrodomésticos o a las toneladas de plástico que viajan por los ríos desde la capital y otras ciudades. Se refiere a mierda de verdad. Un reporte de la Universidad Centroamericana (UCA) señala que para 2010 a este cuerpo de agua entraban 8,5 millones de libras (3,8 millones de kilos) de heces al mes. Y la situación solo ha ido empeorando. Tanto es así que en época seca, cuando la tierra del fondo del lago artificial queda descubierta, los lugareños caminan sobre una capa oscura que no es tierra. “Es mierda”, recalca Tobar.

Karla y Meilin son pescadoras desde pequeñas, un oficio heredado por generaciones en este lugar. Karla lo aprendió de su papá, así como su hija lo aprende ahora de ella. Para 2010, se estimaba que alrededor del embalse había más de 27.000 pescadores pero, debido al incremento de la contaminación, la cantidad fue disminuyendo. Ahora, en Potonico, no hay más de 60 familias que se dedican a la pesca.

Sin embargo, al día de hoy todavía pueden encontrarse algunas especies para pescar. Aunque ya no es un negocio rentable en el embalse, pues nadie quiere comerse nada que salga de este lugar. “Aquí nadie quiere comprarnos el pescado porque tiene plomo y está contaminado con a saber qué”, reconoce el alcalde.

De acuerdo con la información oficial, en El Salvador se generan 4.226 toneladas de basura al día, de las cuales el 60% son plástico y desechos orgánicos. Se calcula que de este total, el 80% termina en rellenos sanitarios mientras que el otro 20% no es tratado, es decir que termina en ríos, lagos y playas. Buena parte de esa va a parar al embalse donde Karla y su hija salen todos los días a pescar.

Embalse Cerrón Grande
Acumulación de basura en el embalse Cerrón Grande.Víctor Peña

El embalse El Cerrón Grande es alimentado, entre otros, por el río Acelhuate, el más contaminado de El Salvador. Solo ese río, que atraviesa buena parte de la capital, recibe el afluente de 32 redes de alcantarillas, siete ingenios azucareros, 18 industrias de metal, 25 fábricas textileras, siete fábricas de pintura y siete de papel, por mencionar algunas industrias. “Aquí hay mojarras, tilapias, sardinas... pero a la gente no le gusta el pescado de aquí porque tiene un sabor como a tierra”, dice Karla, enumerando las especies que solía pescar. Solía, en pasado, porque ahora pesca algo diferente. “Antes pescaba pescado y ahora pesco botellas”, dice.

Como Karla y su hija, unas diez familias más de Potonico salen a pescar todavía en el embalse. Pero ya no pescan pescado. “Es un negocio también”, dice la pescadora. Las mujeres no pescan cualquier plástico. “Solo el clarito”, dicen. Las botellas de colores, los zapatos desechos, las partes de electrodomésticos y cualquier otra cosa que puedan encontrar en su camino se queda en el embalse.

Hasta hace unos años, cuando Karla todavía pescaba pescado, en un buen día podía atrapar unos 15 ejemplares y venderlos baratos, a un dólar cada uno y conseguir algo para comer. Ahora extraña pescar como le enseñó su padre. Sus jornadas son más largas y cansadas. En un día como hoy recolecta 40 bolsas de basura que venderá a 0,50 centavos de dólar cada una a una empresa recicladora.

Embalse Cerrón Grande
La acumulación de plástico en el embalse del Cerrón Grande, en Chalatenago, está generando una crisis sanitaria en el municipio de Potonico.Víctor Peña

Aunque este lago artificial ha estado contaminado desde hace muchos años, a mediados de 2021 la situación empeoró de golpe. El alto grado de contaminación generó que en el embalse naciera una ninfa a la que los lugareños llaman “Lechuga”. Estos nenúfares se expandieron implacables y cubrieron casi toda la superficie del embalse.

Como si intentara proteger sus aguas de otros invasores, la ninfa creó un tapón en la bocana del Río Lempa, uno de los tres y el más grande de los que alimenta el lago artificial. Aunque su red no detenía la contaminación disuelta, ahí quedaban los objetos más grandes, desde botellas hasta todos los electrodomésticos, partes de carro y hasta animales muertos que viajaban desde la ciudad.

Esto significaba un doble problema: por un lado atascaba las lanchas de los pescadores y amenazaba con estropear las turbinas de la presa hidroeléctrica que funciona en el lugar. Así que los empleados estatales regaron un químico que eliminó la ninfa casi por completo. Y con ella su tapón natural. “Y empezaron a entrar cientos de toneladas de basura. Eran ríos de plástico, de mierda, de todo lo que usted se pueda imaginar”, dice el alcalde mientras saca una botella plástica del agua y la tira dentro de la lancha con un gesto de impotencia.

Para agosto de 2022, la superficie del embalse estaba tan contaminada que los pescadores no podían salir porque sus lanchas se quedaban atascadas en la basura. En un acto de desesperación, el alcalde publicó un grito de auxilio en redes sociales mostrando fotos y videos en los que se veía la superficie del lago cubierta de botellas. La denuncia se hizo viral y, luego de que la noticia se esparciera en varios medios de comunicación, el Gobierno central reaccionó.

Embalse Cerrón Grande
La mayoría de la basura y el plástico que se acumula en el embalse proviene de San Salvador.Víctor Peña

Durante dos meses, el Gobierno del presidente Nayib Bukele envió a 50 trabajadores para que limpiaran el lago. También montó una campaña en los medios de comunicación exponiendo el trabajo e invitando a la población a no botar basura. Tanto fue el impacto mediático del tema que pronto la Asamblea Legislativa —controlada por el oficialismo— modificó la ley anunciando penas de hasta tres años de cárcel por botar basura en lugares indebidos. Una ley que tuvo mucha publicidad en los medios oficiales pero que hasta hoy no se ha visto su efecto.

“Contrataron a 50 personas durante dos meses y nosotros en la alcaldía contratamos a 15 más. Sacamos 1.500 toneladas de plástico. Pero a los dos meses dejaron de venir”, dice el alcalde. Según explica, la limpieza del lago no fue real, aunque se logró eliminar la mayoría de la basura que flotaba. Ahora la basura y la ninfa han vuelto a invadir el lugar.

Al otro lado del embalse, sobre una pequeña montaña, hay otra montaña de bolsas negras, de plástico. “Todo esto lo han dejado aquí desde hace meses. Esto no les sirve para reciclar así que aquí lo han dejado”, dice. Al pie del cerro, a lo lejos, se mira una vieja refri amarilla que ha encallado. “Nosotros hacemos un esfuerzo pero es imposible. Lo que nosotros intentamos limpiar no lo produce un pueblo, lo produce un país. Limpiar esta cloaca no depende solo de nosotros, depende de los de la ciudad que nos tiran todo para acá”, dice el alcalde. “Y esto que vemos aquí es solo lo que está encima. No sabemos cuánto hay en el fondo”, añade, resignado.

Embalse Cerrón Grande
Meilyn Ordóñez recoge una caja de plastico. Víctor Peña

Pero la contaminación no solo ha afectado la pesca. Según el alcalde, aunque la ciudad cuenta con agua potable, la población presenta constantes cuadros de diarrea y enfermedades de la piel. Germán Orellana, otro pescador de 43 años, nacido en Potonico pesca con arpón y para ello se mete al agua. Recientemente ha notado unas manchas en su piel y asegura que es por la contaminación del agua.

Entre las cosas que los habitantes de Potonico han visto en el embalse hay bolsas con jeringas, botellas de veneno y baterías de carro que arrastran quién sabe qué. “Una vez me clavé una en el pie”, dice Orellana. Habitantes de otros municipios como El Paraíso reportan un aumento de casos de insuficiencia renal, algo que también atribuyen a la contaminación del embalse.

Son casi las 2:00 de la tarde y Karla y Meilin están por terminar su jornada. Desde hace cinco meses se levantan todos los días a las 4:00 de la madrugada para alistarse, hacer su desayuno y montarse en su balsa y empezar a pescar botellas. Hoy ya se van. Mañana volverán a levantarse a las 4:00 am para subirse de nuevo a su balsa “Yulissa” y volver a pescar botellas. Ahora se conformarán con llevarse la basura y esperar hasta que puedan venderla. “De todos modos esto no se acaba. Entre más pasa el tiempo, más basura viene”, dice la madre. Y se va dejando una estela entre la ninfa y el plástico.

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