La apuesta de Chile por “cosechar agua” de niebla para combatir la mayor sequía de su historia
Un sistema de condensación inventado por un científico chileno permite que la localidad de Peña Blanca, uno de los oasis de niebla más importantes de América Latina, obtenga 560.000 litros de agua al año
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El desierto de Atacama, el más árido del planta, está avanzando hacia el sur de Chile debido al cambio climático. Su frontera natural es el norte de la región de Coquimbo —a unos 500 kilómetros de Santiago—, pero la mayor sequía en la historia del país amenaza con transformarla en una zona desértica. En 2021, el déficit de lluvias fue superior al 80% y las proyecciones para este año son pesimistas. En este complejo escenario, la comunidad coquimbana de Peña Blanca está “cosechando agua” con el sistema de atrapanieblas, un proceso de condensación de la niebla que les ha permitido desde reforestar uno de los últimos pulmones verdes de la zona hasta producir una cerveza única en el mundo.
El sol pega fuerte bajo el cielo despejado de la costera ciudad de Ovalle (Coquimbo). En la ruta hacia Peña Blanca, 60 kilómetros al interior, el rostro del paisaje cambia totalmente. Las temperaturas bajan hasta calar los huesos y la niebla esconde los árboles que cubren los cerros. Cuando este oasis de vegetación comenzó a verse afectado por la falta de lluvia en 2005, el dirigente social Daniel Rojas y pobladores de la zona decidieron crear la Reserva Ecológica Cerro Grande.
“Además de proteger el ecosistema del lugar, uno de los pocos que van quedando en la región, contábamos con 365 días del año de niebla lo que, sumado a la crisis hídrica, era una oportunidad para cosechar agua”, explica Rojas, director de la Fundación Alto en el Desierto, administradora y ejecutora del proyecto.
En 2006 instalaron el sistema de atrapanieblas en la reserva, ubicada a 650 metros sobre el nivel del mar. El proceso consiste en que, a través de paneles de mallas plásticas colocadas de manera vertical, “atajan” la niebla que proviene del Océano Pacífico empujada por el viento, hasta que se condensa en gotas de agua que van cayendo a un canal conectado a estanques.
Los 16 paneles de nueve metros cuadrados con los que cuenta el proyecto les permite cosechar unos 560.000 litros de agua por año. “Ese promedio nos posiciona como uno de los oasis de niebla más importantes de América Latina”, apunta Nicolás Schneider, director de la fundación. El sistema de atrapanieblas, inventado a mediados del siglo pasado por el científico chileno Carlos Espinoza, se utiliza en más de una docena de países, entre ellos Perú, España e Israel.
Hasta ahora, el agua acumulada en la reserva de 100 hectáreas ha permitido reforestar un millar de árboles nativos y endémicos, como el quillay, el peumo y el guayacán. También para abastecer de agua al centenar de pobladores de Peña Blanca, dedicados principalmente a la ganadería, cuando no han llegado los camiones aljibes, o para dar de beber a los animales en tiempos críticos de sequía.
Gustavo Patricio, presidente de la Comunidad Agrícola de Peña Blanca, critica la falta de apoyo económico que han recibido del Estado. Hasta ahora se han financiado principalmente por aportes voluntarios de organismos internacionales. “Por ley, empresas dueñas de los pasos de líneas de alta tensión o de antenas telefónicas —como las que se ven en la comunidad— deberían hacer aportes a la reserva”, señala.
El nuevo desafío que se han impuesto es embotellar el agua que acumulan. Schneider prevé que si logran levantar los fondos, dentro de un año podría materializarse la idea. “Sería ideal poder salir a venderla porque hoy casi todos los hogares están usando agua embotellada”, afirma Patricio, quien agrega que sería un agua filtrada con ozono. “Quedaría totalmente pura. Es distinto a tratarla con cloro, ya que ahí pierde la naturalidad y queda con sabor y olor a cloro. La Universidad Adolfo Ibáñez ya ha hecho estos estudios. Se ha probado y da resultado”, agrega.
De la niebla del Pacífico al botellín
Desde sus orígenes, la comunidad de Peña Blanca ha querido que el proyecto mezcle lo ambiental con el desarrollo productivo. El agrónomo Miguel Carcuro encarna el espíritu de lo segundo. Con la idea de hacer cerveza artesanal, realizó un curso donde le enseñaron que las aguas del norte tienen muchos carbonatos y son muy duras porque al correr del río van incorporando minerales que no son favorables para hacer cerveza.
“Con mi hermano nos pegamos un chispazo de que quizá cosechando el agua antes de que tocara el suelo podría no tener la dureza o los contaminantes”, explica Carcuro en su fábrica ubicada en medio de una zona desértica de la reserva. Los análisis químicos les dieron la razón y crearon la cerveza Atrapaniebla, la primera en el mundo que utiliza el agua extraída con este sistema.
Buscando el microclima idóneo y con el sistema de atrapanieblas ya instalado, en 2011 llegaron a Peña Blanca, donde la comunidad votó a favor de su instalación. “Con este sistema yo no tengo que intervenir el agua”, afirma el emprendedor. “No es como en la ciudad, donde la gente compra una planta de ósmosis inversa y después agrega los minerales para obtener un agua acondicionada al estilo de cerveza que uno quiere”, agrega.
Hay dos tipos de cervezas Atrapaniebla: la scottish ale, roja, elaborada con malta tostada y caramelo, y la Brown ale, que gracias a los toques de café y chocolate tiene más cuerpo. Con el agua obtenida de los cuatro paneles que tienen en la reserva, los hermanos Carcuro produjeron 80.000 litros y alcanzaron ventas por 186.000 dólares el año pasado. “Los sommelier dicen que tienen toques salinos. Debe ser porque la niebla viene directamente del mar. Es una característica única”, sostiene con orgullo.
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