Operación Esperanza: el equipo que rompió paradigmas y le devolvió la ilusión a Colombia
En una acción inédita, un equipo élite del Ejército y miembros de diferentes guardias indígenas del sur del país lograron lo imposible: rescatar a cuatro niños del pueblo huitoto que se habían perdido en la selva amazónica
Lesly (15 años), Soleiny (10), Tien (5) y Cristin (2) tuvieron a los colombianos en vilo durante 40 días. A los cuatro niños indígenas del pueblo huitoto se los tragó la selva del Caquetá, luego de un accidente de avioneta –en la que viajaban con su mamá, de Araracuara a San José del Guaviare–, el primero de mayo de 2023. Cuando se supo que los niños habían sobrevivido, 15 días después, y el presidente Gustavo Petro dio la orden de buscarlos, en el país entero se encendió una llama de esperanza.
Esa ilusión se convirtió en realidad gracias al trabajo conjunto de un equipo élite del Ejército y miembros de diferentes guardias indígenas del sur del país, que caminaron unos 4.400 kilómetros –la distancia que hay desde Bogotá hasta La Paz (Bolivia)– en medio de la selva virgen, resistiendo sus peligros y las inclemencias del clima. El área que tuvieron que peinar era, aproximadamente, el 80% del tamaño de Bogotá.
En el terreno estuvieron 119 militares del Conjunto de Operaciones Especiales de las Fuerzas Militares, que a los 18 días de iniciada la búsqueda recibieron la ayuda de 92 indígenas de las guardias de Caquetá, Putumayo, y Cauca, quienes llegaron hasta Araracuara en aviones de la Fuerza Aérea.
Al grito de “¡Guardia!, ¡guardia!, ¡fuerza!, ¡fuerza!”, se le presentaron a Pedro Sánchez, general de la Fuera Aérea y comandante de la llamada Operación Esperanza. Allí ofrecieron sus saberes ancestrales, su capacidad física y su conocimiento del territorio para aunar esfuerzos en el rastreo de los menores.
La decisión de aceptar su integración estuvo en cabeza de Sánchez. Hoy cuenta que estuvo mediada por asuntos como la seguridad de los voluntarios o por el hecho de que las Fuerzas Militares no acostumbran a involucrar a civiles en sus operaciones. Sin embargo, sabía que cualquier estrategia que permitiera recuperar a los menores con vida debía ser empleada: “La humildad es saber que se tienen limitaciones”, apunta.
Esa unión implicaba dejar atrás prevenciones históricas entre las guardias indígenas y los militares, además del uso de prácticas de búsqueda diametralmente opuestas. Sin embargo, afirma el general, “los liderazgos consisten en buscar conexiones”.
Y lo lograron. “Esta unión consiguió romper paradigmas, demostrar que respetamos y valoramos otras culturas”, sentencia Sánchez, quien también identificó formas de generar cercanía, incluso rompiendo su escepticismo. “Cuando llegaron, una de las maneras para acercarme fue preguntándole a uno de los líderes qué era eso que tenía ahí. Me dijo que ambil. Me acerqué y lo probé. Intercambiamos bacterias y él sintió confianza”, recuerda.
La clave, a juicio de Nicolás Ordóñez, guardia indígena que viajó desde el Putumayo, fue reconocer el aporte que podía hacer cada uno de los integrantes de la Operación Esperanza, fuera indígena o no. No era fácil. Reclutado por las FARC a los 14 años y capturado un año después por el Ejército, inicialmente no estaba convencido de ir a la misión. Pero una conversación con una sabedora lo convenció de ofrecerse como voluntario. “Le dije que yo creía que a los niños se los habían comido. Ella me dijo que, en vez de pensar así, debía ayudar a encontrarlos antes de que eso pasara”. Esas palabras resonaron en él.
Ya en el terreno, Ordóñez tenía claro que la misión era más importante que quienes estaban en la operación, y más grande que la desconfianza; así lo sentía. Esa claridad, dice, atañe al poder de las plantas, al yagé, al mambe y al tabaco. En esa espesa selva tuvo el primer contacto con las tropas y echaron a andar. Sentía temor. Iban sin ningún arma y el ejército tenía enemigos, pero no importó.
Se realizaron 146 reuniones de coordinación, una en la mañana y la otra en la tarde. Distribuyeron 10.000 volantes en español y en lengua huitoto, hicieron 52 horas de perifoneo aéreo e involucraron perros especializados en búsqueda.
“Les di la orden clara a todos: se integran. Hacemos células combinadas de búsqueda. Usamos el 10 % de nuestra capacidad militar para las creencias indígenas”, agrega el general Sánchez. Los guardias pidieron, por ejemplo, cuatro botellas de aguardiente para emborrachar al duende y lograr que les devolviera a los niños; las botellas se ubicaron al lado de una brújula, con lo que ambas fuerzas unieron sus universos.
Con precisión, Ordóñez detalla cómo los temores y prejuicios quedaron de lado al pasar de los días, gracias a que compartían experiencias y el escaso alimento que tenían. En uno de los peores momentos, de mayor dolor físico y frustración emocional, se encontraron un animal que decidieron cazar. Los militares lo consideraron una buena idea y sumaron su comida (que Ordóñez nunca había probado). Juntos hicieron una gran cena, que les devolvió la fuerza y los unió.
Cuentan que quien los llevó a los niños fue una tortuga, símbolo de la buena suerte. En ese momento solo estaban cuatro indígenas: Ordóñez, Eliécer Muñoz, Dairo Kumariteke y Edwin Manchola. “Al encontrarla, la amenazaron: ‘O me entrega los niños o me le como el hígado’. Minutos después, escucharon el llanto de Cristin”, recuerda el general. Ordóñez fue el primero en distinguir la forma de una niña pequeña que cargaba a un bebé.
Tras culminar la operación y encontrar con vida a los niños han llegado los honores, los aplausos y el reconocimiento. Se han grabado tres documentales (uno se exhibe actualmente en Netflix) y se han escrito cientos de artículos y reportajes en el mundo entero. En todos, los protagonistas señalan el poder de tener una misión colectiva y de luchar hombro a hombro por un objetivo. En lo personal, a Ordóñez la Operación Esperanza le permitió reconciliarse con quienes en otro momento de su vida habían sido sus enemigos. “Busquemos en nosotros la humanidad, no la riqueza externa, sino esa otra riqueza, con la que brindamos lo que tenemos para ayudar a otros”.
*Apoyan Ecopetrol, Movistar, Fundación Corona, Indra, Bavaria y Colsubsidio.
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