José Roca: el curador que conecta las artes con el mundo natural
Tras 30 años de carrera en Colombia y todo el mundo, este año fue designado como el primer curador adjunto para América Latina y la diáspora del Museo Hirshhorn del Instituto Smithsoniano, en Washington
En la 23ª Bienal de Sidney, de la que José Roca (Barranquilla, 62 años) fue director artístico en 2022, participaron nueve ríos, un mar y un fósil de 360 millones de años. El gesto era inédito: cuerpos de agua y restos geológicos tenían voz y compartían el estatus de agentes culturales con artistas renombradas como Kiki Smith, Tania Candiani y Clemencia Echeverri. Y es que en sus más de 30 años como curador, Roca ha buscado sacar a la superficie, por medio de apuestas calculadas y audaces como esa, las corrientes profundas que comunican a las artes con el mundo natural.
Por su “amplia visión, extensa experiencia internacional y profundo conocimiento del arte latinoamericano” fue designado este año por la coleccionista y filántropa Estrellita B. Brodsky como el primer curador adjunto para América Latina y la diáspora del Museo Hirshhorn del Instituto Smithsoniano: “Mi tarea será asesorar las adquisiciones de arte de la región y organizar exposiciones para fortalecer la presencia latina en uno de los museos públicos más importantes de Estados Unidos”, explica desde Bogotá.
Arquitecto de profesión, apasionado desde niño por las caminatas y la literatura de viajes y aventuras, Roca ha desarrollado, en sus palabras, “una práctica, una estética y una ética de trabajo” que lo han llevado a comandar instituciones y proyectos artísticos de primer nivel en todo el mundo.
Fue el primer colombiano en trabajar como curador adjunto de arte latinoamericano en la Tate de Londres (2012-2015) y el primero, también, en liderar o participar de los equipos curatoriales de la Bienal de São Paulo (2006), la Philagrafika en Filadelfia (2010), la Bienal de Mercosur en Porto Alegre (2011) y la colección LARA (Latin American Roaming Art) en Singapur (2012-2020).
En los noventa y a comienzos de los años 2000, cuando dirigió la Unidad de Artes del Banco de la República, le apostó a modernizar las infraestructuras culturales de esa entidad en Bogotá y a construir equipamientos nuevos “en contra de la inercia institucional”; entre ellos, el actual Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU). Desde allí propuso exposiciones que cimentaron su reputación en el sector, como Fantasmagoría: espectros de ausencia, que luego itineró por seis museos en Estados Unidos, y las retrospectivas de artistas fundamentales en la historia reciente del arte en Colombia: las de Óscar Muñoz, José Alejandro Restrepo y Miguel Ángel Rojas.
Durante esos años, y viendo cómo muchos artistas colombianos acudían con frecuencia a la botánica para pensar sobre la realidad del país, halló uno de los principales horizontes de investigación que lo han guiado desde entonces: la relación entre las expediciones científicas, las artes y el proyecto colonial. “Por eso, cuando en América Latina un artista se ocupa de la naturaleza, no suele tratarse de un enfoque ecológico, sino político”.
Fue desde ese interés que fundó y dirigió durante una década, junto a su esposa Adriana Hurtado, FLORA ars+natura, el espacio de arte contemporáneo por el que fue reconocido en 2017 con el prestigioso premio Montblanc de la Culture Arts Patronage. Más de 300 artistas de todo el mundo expusieron o trabajaron proyectos “que reflexionaban sobre la relación entre arte, naturaleza y cuerpo” en sus residencias a orillas del río Magdalena en Honda (Tolima) y en su sede en el barrio San Felipe, de Bogotá.
En su trabajo —como se lo hizo notar el curador mexicano Cuauhtémoc Medina— ha ido cultivando con el tiempo un sello inconfundible: proyectos que navegan temáticamente entre “el discurso científico, los viajeros y las expediciones”, “la cultura material, las cosmogonías indígenas y las tecnologías ancestrales”, “los ríos y otros cuerpos de agua” y, más recientemente, “los derechos de lo no-humano y la colaboración entre especies”.
Ahora, Roca seguirá irradiando su mirada en Washington, desde su nuevo rol en el Museo Hirshhorn. No se mudará de Colombia, como parte de su preocupación por reducir el impacto ambiental del arte, algo que ha buscado impulsar a través de algunas de sus posiciones más recientes, con estrategias como minimizar los viajes aéreos de artistas y curadores, el reciclaje de materiales y la producción (y reproducción) local de las obras.
En adelante, además de continuar abriendo espacios para el arte latinoamericano en los circuitos globales, Roca espera seguir compartiendo su experiencia con las generaciones de curadores colombianos por venir, como lo hicieron sus mentores con él mismo: “Muchas personas, como Beatriz González, Carolina Ponce de León, Germán Rubiano o Gerardo Mosquera, fueron muy importantes para mí como ejemplo y con su generosidad en compartir su saber. El principal consejo que podría dar es que uno trabaja para los artistas y no al revés: pueden existir (y siempre lo han hecho) artistas sin curadores; lo contrario es imposible”.
*Apoyan Ecopetrol, Movistar, Fundación Corona, Indra, Bavaria y Colsubsidio.
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