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Reforma agraria
Tribuna
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Un pacto por la tierra y por la vida

La reforma agraria es una apuesta estructural del Estado, pues en Colombia la distribución de la tierra fue la causa de la guerra. La tierra, entonces, debe ser la premisa para construir la paz

Un hombre lleva una canasta con granos, en Colombia.
Un hombre lleva una canasta con granos, en Colombia.Modoc Stories (Getty Images)

A más de dos años, el Gobierno del Cambio ha posicionado -reposicionado- en la agenda pública la reforma agraria. Luego de tres décadas del último pacto social por la redistribución de la tierra, altamente concentrada en Colombia, hemos logrado reconstruir la política redistributiva que asume la necesidad de reformar la inequitativa estructura social y agraria en Colombia, y con ello asegurar y consolidar sistemas agroalimentarios justos, resilientes y sostenibles.

Asimismo, hemos superado la injusta estigmatización de la reforma agraria y se ha reconocido su necesidad para el desarrollo agrario y el crecimiento económico, un compromiso de Estado por lograr una producción sostenible que dignifique la vida de las campesinas y campesinos, de los pueblos indígenas y de las comunidades negras.

En 1961 el país asumió un profundo debate alrededor de impulsar la producción agropecuaria redistribuyendo las tierras fértiles, ordenando los bienes de la nación y fomentando la economía campesina a partir del uso adecuado de los suelos.

Martha Carvajalino, ministra de Agricultura, en su despacho en Bogotá, el 24 de enero de 2025. 
Martha Carvajalino, ministra de Agricultura, en su despacho en Bogotá, el 24 de enero de 2025. ANDRÉS GALEANO

No obstante, en 1972 se sepultó ese esfuerzo de reforma agraria en un pacto de élites sellado en Chicoral, Tolima. Esta decisión agudizó los conflictos alrededor de la tenencia de la tierra y consolidó una estructura agraria excluyente e injusta que frenó el desarrollo adecuado de la producción agropecuaria. La oportunidad de hacer del campo colombiano un escenario de desarrollo y justicia social se perdió y se profundizó en el campo una guerra que aún hoy hace mella y que nos ha dejado una de las historias más dolorosas del despojo y acaparamiento en el mundo.

Hoy, estando en el centro de la agenda pública la reforma agraria, se hace necesario reconstruir un acuerdo de nación que sobreponga los intereses comunes y la paz sobre las lógicas de la violencia y el acaparamiento. Tenemos la oportunidad de construir un nuevo acuerdo para que la reforma agraria integral y el desarrollo rural se tracen como una ruta estratégica de transformación del campo en Colombia, que dignifique la vida agraria, que eleve nuestra producción agropecuaria combatiendo el hambre de Colombia y el mundo, que haga frente a la crisis climática consolidando modelos de producción sostenibles y que construya la paz al asegurar justicia social para las comunidades rurales.

Esperamos encontrarnos en un acuerdo popular de muchas voces, con muchos colores, que desde múltiples visiones reafirme la decisión del Gobierno del presidente Gustavo Petro y del movimiento agrario de sacar adelante la reforma agraria: el pacto por la tierra y la vida.

Este 21 y 22 de febrero, en Chicoral, Tolima, las organizaciones populares y comunitarias, de la mano del Gobierno del Cambio, aunarán esfuerzos para dejar atrás esa herencia de despojos y violencia, y para seguir fortaleciendo las relaciones sociales y ecológicas en torno a la tierra. Forjaremos un pacto, una ruta decenal de trabajo y transformación, para que Colombia avance en la apuesta de la redistribución, la recuperación y la restauración de la tierra para trabajar, la tierra para comer, ¡la tierra para la vida!

La tierra fue la causa de la guerra por lo que la tierra debe ser la premisa para construir la paz. Juntas y juntos seguimos arando una nueva historia para hacer a Colombia una potencia agroalimentaria, una Colombia en la que la reforma agraria sea una apuesta estructural de Estado. Ese es nuestro gran deber y será nuestro gran legado. ¡Esta es nuestra revolución por la vida!


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