‘Padre, Tierra’, un pódcast íntimo sobre la historia agraria de Colombia
Alejandro Reyes Posada, entrevistado por su hija Canela Reyes Aparicio, publica unas conmovedoras memorias orales sobre el problema de la tierra, un proyecto merecedor del Premio de Periodismo Simón Bolívar
“Sabía que venían a matarme”. Al acabar la última clase que dio en el campus de la Universidad Nacional, hace ya más de 20 años, sus alumnos le salvaron la vida a Alejandro Reyes Posada, considerado el mayor experto sobre el problema de la tierra en Colombia. En septiembre de 1999, dos sicarios llegaron al seminario de geografía de la violencia que dictaba cuando faltaban cinco minutos para las cinco de la tarde. Se instalaron a lado y lado del auditorio. La veintena de estudiantes presentes comprendieron la inminencia del atentado, de modo que tan pronto acabó la clase lo rodearon, impidieron que se atrevieran a disparar, le hicieron un escudo humano y lo acompañaron al estacionamiento. Una hora más tarde, los mismos gatilleros asesinaron en un pasillo de la Facultad de Economía, el edificio vecino, a otro profesor de la ‘nacho’, el exconsejero de paz Jesús Antonio Bejarano. La extinta guerrilla de las FARC reconoció ese crimen hace un par de años ante la Comisión de la Verdad.
Es una de las muchas historias de su experiencia como investigador del conflicto en Colombia que narra Alejandro Reyes Posada en el celebrado pódcast Padre, Tierra, en el que conversa con su hija, la cineasta Canela Reyes Aparicio, de 28 años, en la intimidad de su apartamento de grandes ventanas y vistas sobrecogedoras, empotrado en los cerros orientales de Bogotá junto a un bosque de eucaliptos. En la biblioteca, sobresale un gran mapa en relieve del país –”en el que hemos viajado juntos muchas veces”, dice Canela–, con la cumbre de la Sierra Nevada de Santa Marta pelada por el uso. Con una cuidada producción sonora, en los cinco episodios de media hora también se escucha por momentos cómo se sirven el café, el fuego de la chimenea, o en otros pasajes los sonidos propios del campo, como el mugir de las vacas.
Esa extensa charla sobre la historia agraria del país, en la que padre e hija exhiben una memoria afilada y se profesan cariño y admiración mutua, fue merecedora el pasado noviembre del Premio de Periodismo Simón Bolívar. “Con una propuesta estética innovadora que convierte lo cinematográfico en narrativa sonora, esta entrevista es ejemplar por sus apuestas creativas y narrativas al mostrar cómo lo íntimo y personal se teje con la realidad colectiva que es de interés general”, valoró el jurado, presidido por la escritora Yolanda Reyes. “El conflicto armado, el proceso de paz y la restitución de tierras, aspectos claves de la actualidad del país, se mezclan armoniosamente con los mapas y papeles de la cotidianidad escondida de los lazos familiares entre hija y padre, entre mujer y hombre”.
La propia Canela relata que la idea nació hace dos años, por estas épocas navideñas, como un regalo para su padre. Después de más de medio siglo de investigar sobre la tierra en Colombia, quería crear un legado por fuera de los libros, los periódicos y las conferencias. En ese momento llegaron las noticias de que padecía un cáncer. El proyecto se convirtió en una suerte de memorias orales, pero también en una conversación íntima, concebida como un diálogo intergeneracional, desde distintas ópticas y saberes, de lo académico a lo audiovisual.
“Quiero hacerlo para ustedes, ya que me estoy preparando para mi último viaje”, dice Alejandro en el arranque del primer episodio. “Fue una motivación subjetiva que nos movió a hacer el pódcast, para dejar testimonios grabados de lo que he estado investigando toda la vida y que sirva como una especie de legado para las siguientes generaciones”, explica en la sala del apartamento, con Petra, una de sus dos gatas, en su regazo. La muerte volvía a parecer inminente, pero la expectativa ha mejorado desde entonces gracias a la medicina alternativa por la que ha optado.
Como ha ocurrido con otros veteranos investigadores del conflicto armado, por cuenta de las columnas en las que revelaba las alianzas de grupos armados que veía en el campo, Alejandro estuvo amenazado a finales de los años noventa por paramilitares, guerrilleros, narcotraficantes, terratenientes e incluso militares. Con el cambio de siglo, la mamá de Canela murió por un cáncer. Hasta entonces, siempre habían sentido que la persona en peligro era él.
–Todo se me descuadró y todo se me descolocó en la vida cuando fue ella quien se enfermó y murió, y quedé yo a cargo tuyo con cinco años y medio–, le dice a Canela en un pasaje del pódcast.
–Y con unas amenazas encima–, le recuerda ella sobre los años de exilio.
Entre la zozobra y el luto, Alejandro decidió aceptar una propuesta de la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, para ser profesor invitado y así poner distancia con los violentos. “Mi cabeza ya tenía precio”, recuerda. No se podía permitir el riesgo de dejar a una hija huérfana de padre y madre. Después de un par de años regresaron, y continuó con su labor. Fue asesor programático de la campaña de Juan Manuel Santos a la Presidencia y después del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, desde donde empujaron la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. También acompañó los temas agrarios en las negociaciones con las FARC.
“Para que La Paz sea sostenible en Colombia se requerirá no solo que se firmen unos documentos al final del proceso, sino que el problema agrario colombiano encuentre una solución moderna, equitativa y progresista. Y cuando eso se logre, el país deberá reconocer la deuda que tiene contraída al esfuerzo académico de toda una vida desplegado por Alejandro Reyes”, escribe Juan Camilo Restrepo, el ministro de Agricultura de Santos, en el prólogo de su libro Guerreros y Campesinos, despojo y restitución de tierras en Colombia. Con el paso de los años, Canela estudió literatura y antropología, pero se dedicó al cine, con películas que ya recorren los festivales internacionales. Siempre se ha sentido más cómoda detrás de cámaras –y micrófonos–, pero hizo una afortunada excepción para alumbrar Padre, Tierra.
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