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Los tres grandes agobios de Hacienda: deudas históricas, ejecución insuficiente y bajo recaudo por impuestos

El Gobierno de Gustavo Petro camina por el abismo del déficit fiscal y alista una nueva reforma tributaria para equilibrar el presupuesto general

Gustavo Petro
Gustavo Petro y el ministro de hacienda, Diego Guevara, en Bogotá, el 29 de enero de 2025.CESAR CARRION (Presidencia de la República)
Camilo Sánchez

Los fondos que necesita el Gobierno del presidente Petro para materializar sus planes sociales son mayores que el dinero del que dispone. Esa es una sentencia aceptada, tanto por el Ministerio de Hacienda como por el grueso de los analistas. Pendientes, estos últimos, de las maromas del Ejecutivo para justificar un agujero que crece año a año desde hace décadas. El déficit fiscal, de acuerdo con datos oficiales, llegó en noviembre pasado a 6,1% del PIB. Un asunto sensible para el Comité Autónomo de la Regla Fiscal, ente autónomo y vigilante del equilibrio en las arcas públicas, que fijó en 5,6% el límite a fin de sostener una correlación responsable entre ingresos y gasto.

El lío se ha venido acentuado. No sobra recordar, sin embargo, que buena parte de los países atraviesan una situación similar tras los gastos imprevistos para atender la pandemia. Estados Unidos, sin ir más allá, tiene tensiones enormes y Fitch proyecta que este año su déficit rebasará el 7,5% del PIB. Colombia, además, se ha acostumbrado a gestionar un modelo de endeudamiento en el que más de una vez ha sobrepasado los linderos. La singularidad de la situación actual, afirma el economista jefe de BTG Pactual, Munir Jalil, radica en las proyecciones del Ejecutivo en Bogotá: “Lo novedoso es que el desfase en los cálculos oficiales ha sido muy grande. Y al haber planteado unos supuestos muy optimistas en la parte de ingresos, la situación se vuelve más delicada”.

Las explicaciones, de momento, han sido parciales. “El tamaño del error en las proyecciones de recaudo por impuestos fue tan grande”, continúa Jalil, “que tuvimos un desfase de ingresos cercano a los 70 billones de pesos”. Una de las razones tangibles está vinculada a un decreto de Hacienda que, en 2023, aumentó los anticipos tributarios de renta y retención en la fuente. Un desacierto administrativo, según el presidente Petro, que si bien produjo más recaudo en 2023, derivó en más de un inconveniente en 2024.

El año pasado, dado que las empresas y ciudadanos disfrutaban de un descuento por el adelanto desembolsado, Hacienda experimentó un acentuado bajón en sus ingresos tributarios. Esa es una parte de esta historia. “En Colombia, la planeación de los presupuestos, en general, ha sido austera. Se diseña pensando en el peor escenario. Y tenemos que admitir que en los últimos dos años ha habido exceso de optimismo en su proyección. Las cuentas alegres, por así decirlo, han jugado en contra del Gobierno”, señala Jalil.

¿Qué más pudo haber fallado? Jorge Iván González, que dirigió el Departamento Nacional de Planeación hasta el año pasado, resume: “Tuvimos problemas con el cálculo del PIB. Y a los problemas de los modelos econométricos se sumó que desde la DIAN garantizaban que iban a mejorar el recaudo en 10 billones de pesos. Demasiado optimista. Y sí, el cobro de los anticipos también pesó”. A todo esto se suma que Colombia tendrá que pagar, en 2025, 9.900 millones de dólares de deudas pasadas. “Es un año atípico porque la plata que se pidió prestada para enfrentar el Covid, por allá en 2020, se pidió a cinco años a la banca multilateral”.

Se trata, quizás, de un monto récord. Jorge Iván González detalla que solo para cubrir los intereses de la deuda, se deberán pagar 60 billones de pesos, dinero suficiente para pagar cuatro veces la primera línea del metro de Bogotá. Una concatenación de factores en medio de una coyuntura delicada, cuando la economía hasta ahora empieza a recuperar algo de tracción. “Nuestros cálculos hablan de un déficit que para 2024 podría ubicarse entre el 6,8% y 7,2%. Es enorme y muy cercano al 8% de los tiempos de pandemia. Por otra parte, la relación entre endeudamiento y PIB la estamos viendo en 59,2%. Standard & Poors ya avisó de que para que no haya una rebaja de nota, no puede estar por encima de 60%”, precisa Jalil.

Con este panorama, se entienden las reservas de varios analistas. Sin caer en catastrofismos económicos, más de uno prevé aguas bravas en 2025. “Nosotros hemos sido muy enfáticos: hay que recortar el gasto”, zanja César Pabón, director de investigaciones económicas en Corficolombiana. “Siempre se piensa en el lado de los ingresos, pero se nos olvida que hay un espacio importante en el gasto. El funcionamiento estatal, no solo en inversión, se expandió de forma sustancial por la pandemia. Y nunca hubo una corrección, a diferencia de países como Chile o Perú”, agrega Pabón.

En resumen: los recursos estatales no dan abasto para sostener, de forma responsable, una operación colosal que incluye compromisos tan costosos como la implementación de los acuerdos de paz. Los recaudos por impuestos, una de las grandes fuentes de financiación, son insuficientes para costear el tren de gasto. Y buena parte de los ingresos se van en pagar deudas. Por si fuera poco, hay un tercer vector que complica todo: la ejecución presupuestal del Gobierno es deficiente.

No obstante, Jalil ha trazado el historial de la ejecución presupuestal desde el principio del milenio y concluye que, la diferencia es pequeña al mirar la foto amplia. Salvo, precisa, en el nicho de inversión. Allí no hay duda de que se concentra un grueso del atraso.

En efecto, este mes se ha revelado que la ejecución en 2024 llegó al 83%. Jorge Iván González destaca el rezago en agricultura: “Esto se debe, en parte, a que este Gobierno acabó con la tecnocracia. El Departamento de Prosperidad Social no ha ejecutado ni la mitad. En Agricultura, que nunca había tenido nueve billones a su disposición, no se ha gastado aún entre cuatro y cinco billones”.

Esa realidad, paradójicamente, aporta tranquilidad al Ministerio de Hacienda, detalla Pabón: “La ejecución es muy baja, algo muy útil para una circunstancia que es poco conocida. En la medida en que Crédito Público, que maneja la caja del Estado, vea que no hay proyectos aterrizados, puede ir cortando. Eso le puede servir al Gobierno al final del ejercicio para el balance fiscal”. Así pues, concluye el economista, la baja ejecución no es solo de un tema de ineficiencia. También es una fórmula para mitigar los líos de recaudo y otros desbarajustes.

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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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