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El negocio del ‘wellness’ en Colombia crece aceleradamente como un antídoto para tiempos inciertos

La facturación de la industria del bienestar encuentra su lugar desde el año de la pandemia

Clase de Yoga en Bogotá, Colombia
Una clase masiva de yoga en Bogota, en junio de 2023.Anadolu (Getty Images)
Camilo Sánchez

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La fusión entre la pandemia más mortífera en un siglo, la sobredosis de ruido, y las horas sepultadas en las redes sociales ha acelerado la búsqueda del silencio. También ha tensado las contradicciones entre la devoción ancestral al hedonismo y una vida rica en hábitos saludables. En un mundo consciente de que la medicina tradicional o la mística religiosa no bastan para destripar todos los misterios o sinsabores de la vida, el inventario de negocios asociados al alcance del bienestar, o wellness, ha presenciado una explosión vertiginosa en Colombia. Su catálogo es cada vez más difícil de encuadrar y por el camino se multiplican desde profesionales rigurosos que siguen de cerca las publicaciones con la evidencia científica más sólida, hasta un enjambre de dudosos curanderos, pseudo chamanes u otros oportunistas que venden esperanzas improbables.

En Colombia no existen gremios que engloben o clasifiquen la diversidad de tipologías. Tampoco hay mayor supervisión sobre consultas psicológicas o la venta de productos que, cada vez más, apelan al mundo de la farmacología a través del uso de hongos alucinógenos. Pero desde las experiencias vitales en la naturaleza, hasta los centros de yoga, spas, o retiros con ambientación oriental encuadran dentro de la misma industria: “Después de la pandemia ha crecido una cultura donde todos estamos más atentos a promover el bienestar. Las ciudades comienzan a pensar más en los peatones y los lugares para hacer ejercicio y las empresas abren espacios para que los padres puedan dejar a sus pequeños”, asegura María Elena Garassini, doctorado en Psicología.

Para formarse una idea, en Estados Unidos el gasto corporativo en 2022 en aplicaciones digitales y programas de mindfulness, o conciencia plena, así como talleres centrados en técnicas de resiliencia, ascendió a 51 billones de dólares, según el Global Wellness Institute estadounidense. Alejandra Uribe, abogada de 36 años, fundó hace dos años un emprendimiento llamado Alè Mente Presente, que mezcla excursiones, retiros y cursos que giran en torno a la gestión emocional. Certificada en Los Ángeles bajo un método emparentado con el mindfulness, reafirma que la modalidad de trabajo con las empresas es la que más ha avanzado en los últimos meses.

“La perspectiva de crecimiento es enorme”, explica Uribe, “en temas de B2C (negocio a consumidor) pasé de 100 clientes en 2023 a casi 1000 en lo que va de 2024. Las empresas están migrando a una búsqueda del bienestar y de cómo proveer a sus empleados herramientas para balancear su autoconocimiento y mejorar la productividad”. Una realidad que ya se ha abordado desde las consultoras más grandes del mundo con análisis que anticipan a principios de cada año las tendencias del mercado.

También la Organización Mundial de la Salud, agencia sanitaria de las Naciones Unidas, se ha dedicado desde hace unos años a profundizar y documentar con lupa un marco para comprender mejor el concepto de autocuidado. “Se habla del bienestar trascendental o espiritual, que tiene que ver con la salud relacional y un proyecto de vida positivo, donde me siento importante para los demás y siento que estoy dejando un legado a mi comunidad”, resume Garassini.

Lo inquietante para Felipe Galvis, un ejecutivo de 40 años, hoy dedicado a impartir cursos de respiración consciente con diversas metodologías como la exposición al frío, es el crecimiento del número de personas deshonestas que juegan con las expectativas de sus clientes: “Yo los llamo instructores de Youtube, porque ven dos videos y con eso ya empiezan a organizar talleres y cobrar”. Bajo las malas prácticas de esta corriente, el número de seguidores en las redes sociales y otros medidores asociados a la imagen se convierten en el mejor sello de validación social.

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“El estudio científico y la información veraz hoy son fundamentales. De otra forma sería inimaginable tener a consultores de McKinsey o ejecutivos de Nike como los que hemos formado en nuestros programas. Si ellos no entendieran el sustento o el impacto médico que hay detrás, no se prestarían para esto”, agrega Galvis, quien trabaja la mitad del año en España y la otra en Colombia. Una buena parte de toda esta oferta tiene raíz en técnicas atávicas como el yoga, la meditación o la práctica del zen. Por eso Stefano Vinaccia, doctorado en Psicología, lanza algunas advertencias.

“Se han hecho centenares de estudios e investigaciones desde los años 50 del siglo pasado y está demostrado que, con un trabajo sistemático, sí se puede alterar ciertas funciones biológicas a través de estas técnicas de meditación oriental”, continúa Vinaccia. Precisa, sin embargo, que los experimentos se han desarrollado con grupos pequeños de practicantes asiduos en condiciones controladas: “Por lo tanto, llegar al bienestar implica una disciplina de años. Meditar y relajarse está muy bien, pero esto no es una cuestión tan sencilla como se ha ofrecido a la gente en Occidente”, añade.

El fenómeno del cuidado de la mente y el espíritu está asociado también a la creciente desafección con las religiones tradicionales. La psiquiatra Danelia Cardona argumenta que la incursión en dichas prácticas meditativas se apoya, precisamente, en una apertura a la trascendencia espiritual que antes se canalizaba exclusivamente a través de instituciones como la iglesia católica. “La gente busca respuestas nuevas. Las expectativas cambian y las quejas o reclamos han desembocado en la utilización de caminos alternativos dentro de otros campos del misticismo”, dice.

Valentina Montoya, psicóloga de 31 años, es especialista en terapia breve estratégica. En paralelo a su consulta privada impulsa un emprendimiento a través de redes sociales bautizado valwellness. Su experiencia le ha dado herramientas para identificar las virtudes y falencias de algunos de estos campos: “He atendido pacientes que han hecho terapia con hongos y les ha funcionado, y he visto a otros que han llegado con psicosis después de hacer ayahuasca. Creo que el mayor peligro es la proliferación de maestros espirituales que no han estudiado nada relacionado con la mente”. Ejemplifica lo anterior con el caso de una paciente que padece trastorno obsesivo-compulsivo: “Una astróloga leyó su carta astral y le dio todo tipo de información sin fundamento que la dejó en estado de pánico”.

Otras categorías de negocio que han evolucionado en paralelo son los gimnasios, las vitaminas o suplementos para el sueño, y la ropa deportiva para correr o hacer yoga. Todos esos segmentos están asociados a la búsqueda de una vida sana y estable por igual. Para María Elena Garassini, sin embargo, el foco, en gran medida, se ha desviado hacia una visión “muy estereotipada”, allegada al mundo del placer instantáneo, del turismo de Instagram y la busca de la juventud eterna. En su opinión, entregarse a la dictadura de la “alimentación perfecta, de vernos bien de acuerdo a un estereotipo de belleza” solo ha multiplicado la ansiedad y patologías como la ortorexia—un desorden alimenticio derivado de la ansiedad exagerada por comer sano.

Consciente, en todo caso, de que procurarse una vida psicológica integral y sana es consustancial al ser humano, a Rodrigo Peláez, maestro avezado en yoga y artes marciales, no deja de llamarle la atención el auge de los últimos tres años. Recuerda cuando entrenaba en las mañanas kick-boxing en un parque de la Bogotá de los años 90 y la gente lo miraba como un “bicho raro”. Tres décadas más tarde, relata, lo difícil es hallar a ciertas horas un espacio para meditar, correr, practicar Tai-Chi o desarrollar ejercicios de calistenia.

A sus 47 años se ha autoexiliado en una casa de campo a las afueras de la capital, desde donde ofrece cursos de Chi Kung y otros paquetes. Su conclusión recoge de una forma simple y nítida la búsqueda de tantos, hoy igual que en tiempos de Platón, en medio de un mundo plagado de enigmas quizás irresolubles: “Estar vivo y de por sí respirando ya es un milagro. Cualquiera de las escuelas que profundicen con rigor sobre esa idea tan básica, puede darle un cambio de óptica y amplitud mental a la gente”.

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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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