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La ambigüedad de Petro con la Constituyente: más agitación y definición de agenda que un proyecto concreto

El anuncio de impulsar el poder constituyente crea un marco para incentivar la movilización social

Gustavo Petro en Bogotá (Colombia).
Gustavo Petro en Bogotá (Colombia).Sebastian Barros (Getty Images)
Juan Esteban Lewin

“No he hablado aquí de una Asamblea Constituyente como repite una y otra vez la prensa, y menos aún que para reelegirme. Los que se reeligieron fueron otros, no yo, cambiaron la Constitución para ellos. Aquí yo estoy hablando de un poder constituyente, no confundan el objetivo con los medios”, decía este jueves el presidente Gustavo Petro en una ceremonia de entrega de tierras, una de las políticas bandera que ha avanzado su Administración. Pocas semanas antes, el de 15 marzo, dijo lo opuesto en otra presentación pública, en un encuentro con algunas de sus bases políticas, en Cali. “Colombia tiene que ir a una Asamblea Nacional Constituyente. Colombia no se tiene que arrodillar. El triunfo popular del 2022 se respeta y la Asamblea Nacional Constituyente debe transformar las instituciones para que le obedezcan al pueblo su mandato de paz y de justicia”, fueron unas palabras que llevaron al país a un maremágnum de debates jurídicos y filosóficos, de columnas de opinión, programas radiales y búsquedas en Google. Basta anotar que este domingo, el tema de la constituyente fue motivo de las notas principales de Semana y Cambio.

Ese, justamente, ha sido el primer y mayor efecto de las palabras de Cali: una agenda pública copada por el asunto desde que lo presentó en Cali y su oficina de prensa difundió un documento llamado ABC proyecto constituyente. El presidente ha ido alimentando la idea, de forma ambigua, alejándose de la propuesta de una asamblea para hablar de cabildos abiertos y luego de plebiscitos, figuras contempladas en la Constitución para su reforma. Pero, más allá de esas formas concretas, ha reiterado dos nociones más amplias. Una es el “proceso constituyente”, un camino para hacer cambios de fondo. “Un proceso constituyente no es cambiar la Constitución del 91. Un proceso constituyente puede reformar la Constitución o puede agregar los aspectos que la Constitución en su momento no pudo ver por la época en que se hizo”, le dijo al diario El Tiempo, el de mayor circulación, justo después del seminal discurso de Cali.

Y que más ha martillado ha sido el poder constituyente, ese concepto teórico de que una sociedad se reúne para crear una Constitución, un acuerdo sobre reglas fundamentales para su funcionamiento y para erigir su Estado, al que no mencionó en Cali. “Lo que creemos es que hay que levantar la bandera del poder constituyente”, dijo en su discurso del simbólico Primero de Mayo, cuando había pedido una gran movilización popular en su apoyo. “El poder constituyente es la capacidad de la población de decidir, decidir en contra o decidir a favor (...) es que la población tenga el poder. Es que las gentes, el pueblo, tenga el poder. Poder constituyente no es una frase lanzada por ahí al calor de un discurso allá en Cali. Es una propuesta para la historia.”

En un sentido práctico, las propuestas son inviables en lo legal e improbables en lo político. Un globo, que, sin embargo, logró que los colombianos buscaran en Google “asamblea constituyente” más de lo que indagaron, en los días y semanas siguientes, por la crítica reforma a la salud, por la UNGRD o los protagonistas del escándalo de corrupción ocurrido en esa entidad y que ha golpeado fuertemente al Gobierno.

Aunque el asunto ha ido perdiendo impulso, retomó algo de fuerza en los últimos días, con el rumor —repetidamente negado por el presidente— de que el objetivo es buscar la reelección. Cuando la senadora oficialista Isabel Cristina Zuleta dijo que ese es el fin, en un programa de televisión este lunes, la discusión se reactivó. Lo mismo cuando el excanciller Álvaro Leyva, y luego el propio Petro, afirmaron que la constituyente era una exigencia para implementar el Acuerdo con las extintas FARC. Así, quedó patente que la atención puede alejarse, pero se puede reactivar. Como lo ha hecho el presidente ante distintos públicos como el de la entrega de tierras del jueves, ante diferentes grupos que son, o pueden ser, sus bases políticas.

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En esos casos ha retomado una idea que ha sido uno de sus leit motiv como presidente, e incluso antes: la necesidad de que haya una movilización social permanente en defensa de su Gobierno. “Este momento histórico pasa por la más amplia movilización del pueblo en todos los calles, lugares, veredas y pueblos de Colombia, porque lo que quieren es acabar con este momento histórico” dijo en Cali, justo cuando lanzó la idea de la constituyente. Las dos cosas están vinculadas. “Antes de la asamblea o decisión constituyente hay un proceso constituyente que se expresa en la movilización y deliberación de la ciudadanía de Colombia”, explicaba Petro el 19 de marzo en su popular cuenta de X. “Lo que el presidente de Colombia está pidiéndole al pueblo es que se apersone de la democracia”, resumió en la entrevista publicada este domingo en Cambio.

Su fe en las movilizaciones sociales no es nueva. Por ejemplo, en 2018, ante la derrota en segunda vuelta frente a Iván Duque, convocaba a ellas. “Volveremos para liderar a un pueblo, para dirigirnos desde allí al país y recorrer las plazas públicas. Lo nuestro es la movilización popular”, prometió la noche de la derrota. “Todos los voluntarios y voluntarias de la Colombia Humana en todo el país deben convocar las movilizaciones para el siete agosto. No importa el tamaño que alcance el esfuerzo de convocatoria, lo importante es pasar al escenario de la movilización popular después de las elecciones”, decía en una de sus convocatorias, apenas un par de semanas después. Los protestas de 2019 y 2021, que antecedieron a su victoria en las urnas, parecían darle la razón: la movilización le da poder.

El reto ha sido usar ese mismo recurso siendo gobernante. El llamado a una movilización para sacar adelante su reforma a la salud fracasó. El pulso por enfrentar sus masas con las de la oposición, entre fines de abril y el Primero de Mayo, se cerró en tablas. Siguen esfuerzos en otras formas de organización popular y de movilización que pueden encajar en el concepto de poder constituyente, como los de conformar asambleas populares de servicios públicos ante las alzas de las tarifas, la creación del “Comité Nacional de la Cadena Productiva del Café Colombiano y su Agroindustria” para hacerle contrapeso a la Federación Nacional de Cafeteros o la de los comités municipales para la reforma agraria. Son esos pasos firmes para lograr una movilización social amplia los que agita el discurso del poder constituyente, lejos del debate de los caminos legales para una asamblea.

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Juan Esteban Lewin
Es jefe de Redacción de la edición América Colombia, en Bogotá.
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