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El desafío de las universidades en Colombia: enfrentar el sueño de los estudiantes de ser ‘influencers’

Carreras cortas, enfoques digitales y la obtención rápida de remuneración económica son los nuevos intereses de los potenciales estudiantes

influencers
Un joven influencer se hace una selfi, en una imagen de archivo.Getty Images

María José Castro empezó a estudiar Derecho en la Universidad Externado en 2018, influenciada por sus padres. Pero el que parecía ser el mejor proyecto familiar, se convirtió en un sueño desvanecido. María José abandonó la carrera después de año y medio para dedicarse al mundo digital, inspirada por el éxito de dos amigas. Actualmente, es una influenciadora que gana más de cuatro millones de pesos mensuales (1.000 dólares). Logró monetizar sus redes sociales en seis meses gracias a un curso que le costó dos millones de pesos (unos 500 dólares). Su maestra fue Daniela Salazar, una reconocida influencer de Medellín que se graduó como abogada de la Universidad Pontificia Bolivariana de la capital de Antioquia, pero que hoy se dedica a hacer videos para Instragram y YouTube. Al igual que María José, muchos jóvenes están optando por caminos más cortos y económicos que los ofrecidos por la educación tradicional, como cursos o certificaciones. Además, están mostrando preferencia por carreras virtuales y con enfoques digitales. Estos hechos han impulsado a las universidades a reestructurar sus programas para adaptarse a la nueva realidad educativa.

Conocimientos focalizados

El viceministro de Educación Superior, Alejandro Álvarez Gallego, es el primero en reconocer la necesidad de cambio. “Hay una crisis general en la educación superior”, dice en conversación con EL PAÍS. “Los jóvenes ya no están buscando como alternativa entrar a las carreras convencionales”, afirma Álvarez. Explica que todo ello proviene de una realidad social e histórica más amplia, pues ha ido variando el sistema productivo, con nuevas demandas laborales en las competencias de los trabajadores. Para el viceministro todo esto ha llevado a diferentes ofertas de “formación, capacitación, vías microcertificación y cursos por el trabajo y desarrollo humano”. Y da como ejemplo los cursos para aprender de programación en plataformas virtuales como Platzi, que duran 32 semanas, y compiten directamente con la oferta más tradicional de estudiar Ingeniería de Sistemas, que suele tener un pénsum de 10 semestres en el país.

Raquel Bernal, rectora de la Universidad de los Andes, asegura que este cambio en la educación también le está tocando la puerta a la universidad que lidera, una de las más reconocidas del país. “Estamos atravesando esta tormenta con una transformación profunda”, asegura la economista. Entre varias de las causas que señala Bernal, destaca “los cambios en las expectativas de la juventud”. Ante ello, esa universidad ha implementado iniciativas como la creación de la Escuela Especializada de Habilidades, en la que brindan cursos cortos de asuntos varios, desde el manejo de herramientas digitales hasta métodos de regulación emocional, en colaboración con la agencia Atenea, de la Secretaría de Educación de Bogotá. Otra iniciativa notable es Todos a la U, un programa de formación de ciclos cortos que ofrece formación en competencias digitales y tecnológicas, así como en habilidades socioemocionales y de transición energética, dirigido a jóvenes desvinculados del sistema educativo y laboral. Son apuestas para quienes no desean o no pueden inscribirse en una carrera de largo aliento.

Nuevos intereses digitales

“¿Por qué vas a dejar tu carrera, todo lo que te has esforzado para hacer videos de YouTube?”, le decía su mamá a Daniela Salazar. Eso, por lo menos, es lo que cuenta la reconocida influencer de Medellín en un video que compartió con sus seguidores el pasado 21 de abril. Con gran entusiasmo, Daniela les decía que, si su sueño era crear contenido digital, no dudaran en perseguirlo, utilizando su propia experiencia como ejemplo: “Yo trabajaba como asistente legal desde el cuarto semestre, hice mis prácticas y un día le dije a mi mamá que no me graduaría todavía porque quería empezar a hacer videos en YouTube”. “Mi mamá casi se chifla”, relata.

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Para Carlos Cortés Sánchez, director de pregrado de Comunicación Social de la Universidad Javeriana de Bogotá, “los jóvenes no son tontos. Saben muy bien que ese mundo existe y está abierto. Algunos ya se enveredan por esa ruta y lo intentan”, asegura. La Javeriana también ha buscado adaptarse a la realidad. Por eso, crearon el pregrado de Ciencias de Datos y han venido implementando una visión institucional nueva. “Cultura digital [...] con un enfoque de alfabetización algorítmica y algorética, para toda la comunidad educativa”, es como resume el director, en referencia a la inmersión de la inteligencia artificial (IA). Algo similar hizo la Universidad Externado de Colombia, al crear hace dos años la carrera de Ciencias de Datos, que ya cuenta con 400 estudiantes matriculados, según datos de la oficina de comunicaciones de la institución.

No se trata solo ajustes de universidades bogotanas de élite. La Corporación Universitaria Minuto de Dios (Uniminuto) es la institución educativa más grande del país, con más de 105.000 estudiantes, en su mayoría de clases medias. Liderada por sacerdotes eudistas, también está experimentando una transformación notable. Ofrece más de 10 programas de pregrado completamente virtuales, como Administración de Empresas, Administración de Tecnologías de la Información y Ciencias Políticas. También tiene especializaciones, cursos de posgrado de menor intensidad que una maestría, sin presencialidad, en asuntos como Inteligencia Artificial, Big Data, Comunicación Digital y Desarrollo de Software. Con todas ellas, busca encajar con la demanda del mercado laboral.

Sergio Alvarado, profesor e investigador asociado en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Uniminuto, explica a este diario cómo son sus estudiantes. “Para muchos resulta más lógico convertirse en creadores de contenido digital antes de optar por una formación académica más formal, o incluso cuando se gradúan, pues no consiguen fácilmente oportunidades laborales”. Un ejemplo de ello, es la influencer Manuela Granados, egresada de la carrera de Comunicación Social y Periodismo de la Uniminuto. Dedicada a trabajar en sus redes sociales, hoy suma más de 34.000 seguidores en su cuenta de Instagram, dedicada a estilo de vida y atletismo. Para Alvarado, el fenómeno de enrocarse en las redes sociales viene del deseo de ser reconocido o buscar recursos mucho más rápido para hacerle frente a diversas crisis económicas familiares. Con él coincide Mauricio Jaramillo, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, quien destaca una realidad de a puño: muchos jóvenes prefieren ingresar directamente al mundo laboral, “ya que no consideran rentable inscribirse en una universidad”.

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