Aterciopelados regresa a la raíz de ‘El Dorado’: “Fue un disco de amor propio”
Andrea Echeverri y Héctor Buitrago hablan sobre la idea de relanzar el disco clásico de la banda, casi tres décadas después de su primer nacimiento
Han pasado casi tres décadas para volver al disco de la mujer gala, de la florecita roquera, de los bolsillos que buscan pruebas de otro cariño. A aquel clásico colombiano que perfeccionó, como ningún otro lo ha hecho, la fusión del punk con el bolero. Fue en 1995 cuando Aterciopelados, el grupo de rock liderado por Andrea Echeverri y Héctor Buitrago, le ofreció a la industria musical latinoamericana un disco de oro: El Dorado. Fueron 16 canciones que hablaba de la crueldad que vivía el país el momento—la limpieza social en “Pilas, Pilas, gritan los ñeros”; el despojo de tierras en “Siervo sin tierra”. Y que también hablaba del deseo sexual sin pelos en la boca y en un tono auténticamente bogotano. “Que si estoy que me vengo/te dije no más y te cagaste de risa”, decía su sencillo más famoso, Bolero Falaz.
Aterciopelados decidió, en 2020, hacerle un homenaje de cuarto de siglo al disco que los lanzó a la fama internacional, pero la pandemia postergó ese deseo. El año pasado, entonces, hicieron un concierto en Bogotá donde grabaron de nuevo todo el disco e invitaron a otros dos artistas que también cambiaron la música en los noventa a acompañarles: Carlos Vives, con su Tierra del Olvido, cantó Bolero Falaz; Rubén Albarrán, de Café Tacvba con RE, cantó La Estaca y Mujer Gala. “La gente que estaba esa noche era de todas las edades, y eso me impactó, porque yo pensé que iban a ir solo cuarentones y había un poco de pelados súper jovencitos, rebonito”, recuerda Echeverri en esta entrevista con El PAÍS. Esta nueva versión en vivo de El Dorado, un disco que se conseguía en cassette en 1995, antes de que se usaran los CDs, estará disponible en todas las plataformas digitales a partir de este viernes.
Pregunta. ¿Por qué el disco se llamó El Dorado?
Héctor Buitrago. Por la canción del disco que habla de la leyenda de El Dorado, que cuenta ese espejismo de la búsqueda de la ciudad de oro; muchos conquistadores perdieron la cabeza buscando ese Dorado. Pero El Dorado, en esta tierra, lo llevamos por dentro, es nuestra riqueza espiritual, de eso habla la canción. Me parece bueno refrescar ese concepto ahora, sobre todo para los jóvenes: ¿cuál es nuestro dorado? ¿nuestra riqueza como americanos?
Andrea Echeverri. Es un disco y una canción de amor propio: Mira que aquí lo tengo. No lo tengo yo, cada uno lo tiene. Lo vigente hoy es que nuestra riqueza no es oro, no es material, es lo que tenemos adentro y que podemos apreciar.
P. ¿Quiénes eran ustedes en 1995 y qué mensaje querían enviar con el disco?
A.E. Nuestro primer disco, anterior a El Dorado, Con el Corazón en la Mano, fue muy primer disco, hecho con afán, con bajo presupuesto. Hay gente que ama ese disco pero yo no [Risas]. Con El Dorado tuvimos más tiempo para componer, nos dieron buen presupuesto, un buen estudio, y por eso pudimos explorar todos esos ángulos: lo ancestral y lo identitario. Colombia Conexion es casi una clase de historia y geografía del país, mientras que Pilas puede ser sobre la limpieza social. Fue un disco para reflejar lo que éramos, eso era lo que teníamos en la cabeza. No se trataba de hacer algo raro, sino una cosa auténtica. En esa época no había escena musical—quizás antes, pero no en ese momento en que salió el disco. La gente hacía covers, cantaba en inglés. Lo que nosotros queríamos era sonar como bogotanos y vestirnos como bogotanos—no el bogotano masivo, sino encontrar el swing, el color, la estética del bogotano. Ayudó que Héctor venía del grupo La Pestilencia y yo venía de estudiar arte — ya venía en ese mismo proceso de preguntarme quién soy y qué me gusta, no qué está de moda.
P. ¿Recuerdan las reseñas al disco cuando salió en 1995?
A.E. Me acuerdo de Ruth [Infarinato], presentadora de MTV Latino, que era muy chévere y era la única forma de enterarse de lo que pasaba en México, Venezuela, Ecuador o Argentina. MTV nos amó y por eso nos volvimos famosos en toda América Latina. También recuerdo un Nieto, Alejandro o Andrés, que me llamó “la Laura Pausini chapineruna” [risas].
H.B. Lo que recuerdo es que el éxito fue inmediato. La disquera escogió el sencillo que lanzábamos primero, Bolero Falaz, y apenas salió fue furor, número uno en todas las emisoras. Recuerdo un día prender la radio y sonaba en una emisora, y en otra emisora, y en otra emisora... en tres o cuatro al tiempo.
P. ¿Por qué resonó tan bien Bolero Falaz?
A.E. Era un momento del rock latino de construir identidades. Siempre habíamos mirado mucho para afuera y ese era el momento de decir “¿Usted qué oyó de niña? ¿Merengue? Meta todo eso y haga su propuesta”. Era una cosa contemporánea, rockera, pero llena de fusiones de lo que uno escuchaba en la tienda o en el bus. La gente estaba preparada para oír algo que no fuera en inglés, ritmos que le recordaran a su mamá. Porque el bolero me recuerda a mi mamá, ella toda la vida cantó boleros. Por eso fue que la disquera nos firmó, porque la orden en ese momento era “firme producto local”. Caifanes y Los Fabulosos Cadillacs estaban disparados y en las disqueras querían un momento idílico, local, divino. Nosotros estábamos ahí preparados.
H.B. Esa canción es un clásico porque tiene todo: el nombre es un gancho, cuenta una historia divertida de infidelidades, con mucho humor, con pop, con bolero y palabras bogotanas. El “mira que aquí me vengo” y terminamos con la “cagada de risa”. Para el momento eso fue un escándalo, incluso lo censuraron en algunas emisoras. En algunas partes tenían cortada esa parte, y recuerdo que en unos programas de televisión nos dijeron que teníamos que cantar otra cosa, que no dijéramos “cagada” sino cualquier otra cosa.
P. En el homenaje nuevo a El Dorado invitaron a Rubén Albarrán, de Café Tacvba, que hace unos años dijo que no volvería a cantar otro clásico de la época por ser una canción violenta contra las mujeres: Ingrata del disco RE. ¿Les ha pasado algo parecido con alguna canción de El Dorado?
A.E. Pues yo hice una versión de esa canción, Ingrato, cuando Café Tacvba cumplió 30 años. Pero sí, La Estaca, [canción en El Dorado], una canción que cantó Rubén con nosotros, la cambiamos. Antes decía “adiós, que te vaya bien, que te coja un carro, que te espiche un tren, muerto es que yo te quiero”. Eso es más suavecito que Ingrata, pero el mismo mensaje. Lo cambiamos a “que no te coja un carro, que no te parta un rayo, vivo pero lejos, muy muy lejos, es que yo te quiero”.
H.B. Sí, los tiempos cambian. Lo que decíamos lo hacíamos con humor negro, pero ya en este momento no es políticamente correcto, y por eso decidimos hacer un cambio. Aunque a veces lo políticamente correcto se pone muy radical.
P. Algunas canciones de El Dorado fueron menos conocidas que Bolero Falaz, pero quizás hoy resuenan aún con la realidad colombiana. Pienso, por ejemplo, en Siervo sin Tierra
A.E. Uf, esa, con esa chillamos en un par de ensayos. Después, mirando los videos del concierto, vemos que hay un poco de gente chillando también. Es una canción linda, conmovedora, y es muy duro cuando uno escribió de algo así hace 28 o 29 años y sigue siendo verdad. [Habla del despojo de tierras a un campesino: “Juepuerca vida, que injusticia, mano siervo, al fin de cuentas, sin su tierra se quedó”]. Esa canción tiene algo campesino que no se escucha tanto ya por ser Colombia tan tropical: mucho vallenato, muy reguetonera.
H.B. Uy, esa canción, encontrarla en ese disco, con esa cadencia y rítmica andina, fue muy especial. La letra es basada en el libro de Eduardo Caballero Calderón que tiene el mismo título.
P. La violencia que narran en El Dorado, de 1995, sigue presente en otra forma
A.E. Sí, quisiéramos decir que todo ha cambiado, pero no, la cosa sigue peluda.
P. Como Pilas, que habla de la limpieza social
A.E. Y Pilas es muy buena. Alguna vez escribí que tocar El Dorado, 28 años después, es volverse a sentir joven, bello y punk durante los dos minutos que dura Pilas.
P. ¿Cómo ven su legado 28 años después de El Dorado?
A.E. Creo que nosotros, los noventeros, empezamos todo. O sea, sin nosotros no hubiera reggaetón en Colombia. Cuando empezamos no había instrumentos musicales: había como solo dos almacenes, y cuando iba, usted empañaba el vidrio mirando una guitarrita que había. No había ingenieros, managers, nada. Ahora hay un movimiento, una infraestructura que soporta muchas músicas, incluido el reguetón. Fuimos el primer grupo colombiano que había sido nominado a un Grammy anglo, porque los Grammy latinos en esa época no existían. Cuando salíamos del país nos hacían chistes de qué trae en la maleta, de si éramos narcos.
H.B. Ahora hay músicos que dicen que “yo canté La Estaca en el colegio”.
A.E. Ese fue J Balvin. Él era compañero de colegio de Alejo Jiménez, de Sony, y Alejo nos contó que él y J Balvin tocaron una La Estaca en izada de bandera del colegio. Imagínese [risas].
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