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La Corte Constitucional da un espaldarazo a los derechos menstruales al reconocer a la endometriosis como una enfermedad incapacitante

El tribunal atiende las peticiones de quienes padecen esa patología, que es muy poco tratada y ocasiona dolores intensos y dificultades para embarazarse

Manifestación por los derechos menstruales en Colombia
Una manifestación por los derechos menstruales en Colombia, en Bogotá, en marzo de 2020.Derechos Menstruales Colombia

Con frialdad, como sin anestesia, Luz Marina Araque se enteró a los 17 años de que tenía endometriosis. “No va a poder tener hijos. Usted tiene una enfermedad crónica que no tiene cura”, le dijo el médico, a quien había acudido porque mes a mes, durante la menstruación, vivía un infierno por cuenta de un dolor tan intenso que a veces la hacía vomitar. El sangrado era incontenible y terminaba pasando varios días en cama. Según datos de la Asociación Mundial de Endometriosis, en todo el planeta 176 millones de mujeres padecen esa enfermedad. En Colombia, se calcula que unas 3,5 millones viven con la patología, que ha sido motivo de una sentencia de la Corte Constitucional que puede cambiar la vida de quienes la tienen: la endometriosis, dice el tribunal, puede ser “incapacitante” y afectar al desempeño laboral.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que la endometriosis es una enfermedad que ocasiona el crecimiento de un tejido similar a una mucosa en la parte exterior del útero, y que puede causar un dolor muy intenso y dificultades para conseguir un embarazo. Puede aparecer desde la primera menstruación y hasta la menopausia. Entre sus síntomas habituales se cuentan, además, hemorragias muy intensas durante o entre las menstruaciones, gases, náuseas, cansancio, depresión y ansiedad. Es una enfermedad de difícil tratamiento, muy poco estudiada y, en ocasiones, motivo de estigmatización.

Un caso similar al de Araque vivió Mariana White, de 28 años, que empezó con los síntomas a los 13. Su primera menstruación le anunció lo que viviría en adelante: un sangrado que podía durar semanas y, luego, desaparecer por varios meses. Le dieron muchos diagnósticos, y algunos médicos incluso le recetaron anticonceptivos hormonales cuando no había cumplido todavía 15 años. Más de una década después de convivir con la endometriosis, siente que ya ha prendido a lidiar con ella, pero reconoce que no ha sido fácil. Tanto Araque como White han probado muchos tipos de medicina, remedios naturales, seguían recomendaciones. Araque, incluso, buscó soluciones fuera de Colombia. En el exterior logró lo que los médicos de su país habían descartado para ella: quedar embarazada.

Araque fundó hace 12 años la Asociación Colombiana de Endometriosis e Infertilidad (Asocoen), que busca dar apoyo a las mujeres que padecen la enfermedad. Se enfoca en hacer labores educativas y concienciar a las pacientes a través de programas sobre salud menstrual en comunidades vulnerables. Hoy en día tiene el apoyo de una red de especialistas y trabaja en ocho ciudades del país con al menos 400 afiliadas. Araque explica que el principal motivo para fundar la asociación fue el deseo de evitar a muchas mujeres enfrentarse a los obstáculos que ella encontró en el sistema médico: “Recién me enteré, tuve que iniciar un tratamiento muy agresivo. Varias cirugías. Me afectó no solo a nivel físico por el dolor incapacitante, sino también en mi salud mental. Por eso decidí formarme en el tema y luego nació la asociación”, cuenta.

Una enfermedad crónica

El ginecólogo Anderson Pérez, especializado en endometriosis, explica que la diversidad de síntomas de la enfermedad constituye una barrera para detectarla. A pesar de que el panorama para quienes la padecen ha mejorado en los últimos años, reconoce que en el país todavía no hay suficientes doctores especializados en ella y que la literatura médica que la aborda no es bastante. Según Pérez, una de cada diez mujeres en edad reproductiva en el mundo puede padecer endometriosis, y que en ocasiones pueden pasar hasta por siete médicos diferentes antes de conseguir un diagnóstico acertado.

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Todas las complicaciones que trae consigo la endometriosis hacen que la reciente sentencia emitida por la Corte Constitucional sea tan significativa. Porque, además, da un impulso a la puesta en marcha de la ley de endometriosis, sancionada este año, que busca crear políticas públicas para la protección de los derechos menstruales en toda Colombia. Con esas dos decisiones, el país se une a Argentina y Panamá en el todavía pequeño grupo de países de América Latina que tienen legislación sobre esa enfermedad.

Ambas decisiones judiciales tardaron años en tomar fuerza, pese a que los activistas por los derechos menstruales promovieron por mucho tiempo proyectos de ley en el Congreso. El exsenador Mauricio Toro, coautor del articulado de la ley, dijo en su momento, a modo de crítica: “Esta es una enfermedad huérfana, porque el Estado no le ha dado la importancia que merece, son millones de mujeres y personas menstruantes quienes la sufren, por lo que debería ser una de las enfermedades más prioritarias del sistema de salud, pero el desconocimiento es su peor enemigo’’.

El fallo de la Corte Constitucional tiene un impacto particular, puesto que abre la puerta para implementar un enfoque de género en los derechos laborales de quienes sufren la enfermedad. Así lo indica la sentencia del tribunal, que surge tras estudiar el caso de una trabajadora que fue despedida por pedir vacaciones no remuneradas para recuperarse de tres operaciones a las que tuvo que someterse como consecuencia de la enfermedad. “La endometriosis es una condición que no suele ser investigada y atendida apropiadamente, que, además, sí puede ser una enfermedad grave que afecte la capacidad para trabajar”, se lee en la sentencia.

Casos como el de la trabajadora que motivó la sentencia se escuchan todos los días en Asocoen. Araque explica: “Hay muchas pacientes que llevan 10 años con dolor, con síntomas, y les han dicho que eso es normal. Nunca les han hecho una ecografía y solo toman pastillas anticonceptivas, pero sienten que algo no está bien con su cuerpo”. La Corte Constitucional, además, aclaró que quienes sufran síntomas graves derivados de la endometriosis podrán ser objeto de estabilidad reforzada, es decir, no podrán ser despedidas por razones de salud. Por eso ordenó al Ministerio de Trabajo formular una política pública para que esa información sea incluida “en la formación y divulgación con perspectiva de género sobre el impacto diferenciado de las enfermedades en hombres, mujeres y personas no binarias”.

Veintisiete años después de recibir el diagnóstico de endometriosis, Araque cree que aún faltan muchos avances para mejorar la vida de quienes padecen la enfermedad. Considera que problemas como la invisibilización, la violencia ginecológica y las consecuencias en la salud mental son asuntos que quedan por abordar y resolver. El testimonio de White lo confirma: según relata, en las varias ocasiones en que el dolor la obligó a ir al hospital, los médicos la acusaban de exagerar o minimizaban su condición, aduciendo que tenía el umbral del dolor muy bajo. Esos maltratos, aparte de empeorar su estado, hacían mella en su salud mental.

Araque y White creen que la lucha persistente para defender los derechos menstruales es lo que ha logrado que la Corte y el Congreso se hayan detenido a observar su situación. Pérez, por su parte, espera que tanto las sentencias como las leyes se traduzcan en hechos tangibles que impacten la vida de sus pacientes. Todavía hay un trecho largo para crear conciencia en los médicos y para que quienes padecen endometriosis se empoderen de su condición. “Yo recomiendo que, si encuentran un obstáculo, pidan otra opinión. Si el médico al que están acudiendo no les menciona opciones, sigan buscando. Las pacientes pueden ser quienes exijan tratamientos integrales y atención eficaz”, dice. Y agrega que, a pesar de que las menstruaciones tortuosas se han normalizado, hay algo que debe estar claro: las mujeres no tienen por qué acostumbrarse a vivir con dolor.

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