Los problemas del aeropuerto de Barranquilla alejan la llegada de la Fórmula 1
Las obras de modernización del terminal internacional arrastran 8 años de retrasos. Un tribunal de arbitramento recomienda liquidar el contrato actual debido a la peliaguda situación financiera del contratista
La llegada de la Fórmula 1 a Barranquilla se aleja. Según el alcalde Jaime Pumarejo, la incertidumbre económica del país ha enredado la de por sí azarosa aventura de traer un circuito de la carrera automovilística, y dice que hoy las posibilidades se reducen al 50%. La frustración se ha visto reforzada tras las últimas noticias de los retrasos, que acumulan casi una década, en las obras de modernización del aeropuerto Ernesto Cortissoz. Y las cosas pueden empeorar. Un tribunal de arbitramento ha recomendado hace unas semanas liquidar el contrato de concesión del consorcio Grupo Aeroportuario del Caribe debido al cúmulo de contratiempos.
La decisión ha roto nuevas costuras de un proyecto que se venía cocinando desde hace meses entre la alcaldía de Barranquilla y la empresa estadounidense Liberty Media, titular de los derechos de explotación del campeonato mundial de Fórmula 1. En principio, los memes en las redes sociales se multiplicaron con chistes sobre las evidentes limitaciones de infraestructura de la capital del Atlántico. Pero cuando en octubre del año pasado saltaron a la prensa imágenes de Stefano Domenicali, CEO de la F1, paseando junto al alcalde barranquillero en el malecón que bordea al río Magdalena, las expectativas cobraron fuerza.
¿La ciudad podrá recibir a los 320 mil espectadores que en promedio visitan durante tres días la veintena de ciudades que hoy celebran un circuito? A pesar de que se ha dicho que las obras de refacción en el terminal aéreo están avanzadas en un 95%, hace un par de semanas la Superintendencia de Sociedades informó que el grupo que encabeza el manejo del aeropuerto se acogió a la figura de reorganización empresarial para paliar la cruda situación financiera heredada del declive en las operaciones durante la pandemia. Desde la alcaldía sostienen que los aeropuertos de Santa Marta, a unos 100 kilómetros, y de Cartagena, a unos 120, podrían sumarse como alternativas para recibir a los turistas.
Las primeras informaciones señalaban hasta hace poco que el gran estreno de la competencia se celebraría en 2024 pero, en paralelo a la desaceleración económica del país y de la capital del Atlántico, han surgido nuevas versiones sobre que la primera carrera se habría pospuesto para 2026 o 2027. “Para ese momento ya deberían estar culminadas las obras del aeropuerto”, asegura Efraín Cepeda Tarud, presidente de la Cámara de Comercio de Barranquilla. Pero la realidad del concesionario, que lidera la firma Valorcón, de la familia Gerlein, lo hace incierto.
Héctor Carbonell, el director de la seccional norte de la Cámara Colombiana de Infraestructura, recuerda que las obras inconclusas del aeropuerto incluyen el muelle internacional, el denominado corredor estéril -la zona entre el proceso de inspección de pasajeros y la entrada del avión-, y la zona de recogida de equipaje en el terminal nacional. Los costos para finalizar esas obras ascienden, según Carbonell, a unos 60.000 millones de pesos (alrededor de 15 millones de dólares). Es un monto sustantivo pues el valor inicial de todo el contrato era de 610.000 millones de pesos de 2013. Y un problema de marca mayor cuando existe un pleito en el que el concesionario demanda una indemnización del Estado por 720.000 millones de pesos, argumentando que sus finanzas se han afectado por causa de decisiones públicas o realidades externas que debe asumir el fisco.
La cifra contrasta con la poca información que ha circulado en torno a los enormes costos de organización del gran premio. El alcalde Pumarejo ha argumentado, sin entrar en detalles, que el proyecto no se financiaría con recursos públicos por tratarse de un modelo financiero “autosostenible”. Un asunto que no parece fácil si se tienen en cuenta las estimaciones de la revista Forbes: el contrato para celebrar el Grand Prix de Miami durante una década le costó 966 millones de dólares a la principal ciudad del estado de Florida.
A lo anterior, según relata el mismo medio, se suma el pago de un canon anual a Liberty Media que va subiendo año a año a lo largo de la década de contrato. Los cálculos de Forbes sugieren que el primer año se pagan 31,5 millones de dólares, y la cifra escala hasta llegar a los 48,9 en el décimo año. A saber, solo por el derecho de recibir la competencia, Miami habría pagado 396,2 millones de dólares. Esto, sin contar con los gastos operativos, de seguros, utensilios o graderías, entre otros. De hecho, en Valencia (España) el circuito urbano que se disputó entre 2008 y 2012 tuvo que ser cancelado tras inversiones de más de 300 millones de euros que aún se siguen pagando, y que dejaron afectaciones urbanas y medioambientales.
Barranquilla forma parte de una lista de 35 ciudades, como Londres, Hong Kong o Hanoi, que aspiran a sumarse a las sedes del conocido también como Gran Circo. Entre ellas figuran lugares como Bahrein, Catar, Arabia Saudita o Abu Dabi. Para la edición colombiana se conoce que los primeros acercamientos surgieron en 2019, durante la campaña electoral de Pumarejo, un político cercano a la familia de millonarios Char, empresarios que se han hecho ubicuos también en la gestión de la alcaldía y que lideran un poderoso emporio que incluye los supermercados Olímpica, las cadenas radiales del mismo nombre y el banco Serfinansa, entre otras. A finales de enero de 2022, el entonces presidente Iván Duque publicitaba el proyecto para traer el circuito: “Eso parece lejano, pero el alcalde ya ha estado en conversaciones con el equipo de la Fórmula 1″.
Para ello, además de las obras inconclusas de un aeropuerto indispensable para que un Gran Prix se lleve a cabo, la candidatura de Barranquilla enfrenta las falencias del sistema de transporte integrado y un menguado ímpetu inversionista que se refleja con claridad en el abandono del proyecto Arena del Río, un mastodóntico distrito de entretenimiento y turismo de negocios cuyos costos llegaron a ser tasados en 407 millones de dólares y que ha sido congelado. Una suma de líos para una economía que se enfría tras el rebote pospandémico y que se anuncia en forma de curvas afiladas para resolver antes de que se pueda agitar la bandera blanca.
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