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Roberto Pombo: “Colombia es un país ingobernable”

En su libro ‘Muebles viejos’, el director editorial de PRISA Media escribe cartas a ocho presidentes que ha cubierto y valora que, en general, han dejado mucho por desear en su papel de expresidentes

Juan Esteban Lewin
Roberto Pombo, periodista, posa para un retrato en Bogotá, el 26 de abril de 2023.
Roberto Pombo, periodista, posa para un retrato en Bogotá, el 26 de abril de 2023.Chelo Camacho

Roberto Pombo (Bogotá, 67 años) lleva casi medio siglo como periodista político. Tras haber cubierto las administraciones de los presidentes desde 1978, les escribió cartas públicas para explicar cómo ve, hoy, sus Gobiernos. Pero también, y sobre todo, cómo valora su desempeño como expresidentes. La conclusión sobre eso último no es positiva: “la falta de compostura y dignidad se volvieron la norma y el ejemplo”, escribe en la introducción al libro Muebles viejos (Planeta), que reúne esa correspondencia.

En entrevista con EL PAÍS, el director editorial de PRISA Media explica que a su juicio gobernar a Colombia es un reto casi imposible por el tamaño de los retos que van del narcotráfico a las crisis económicas, pasando por la guerrilla o la pandemia.

Pregunta. Muebles viejos parece llegar a una conclusión: hemos tenido mejores presidentes que expresidentes.

Respuesta. Es difícil comparar las presidencias con las ex presidencias. Puedo decir que en general tenemos muy malos expresidentes. Que hayamos tenido buenos presidentes, no sé; hay cosas buenas y otras que no lo son. Lo que sí creo es que tuvimos mejores estadistas que administraciones: casi todos los gobiernos han sido inferiores a la estatura del presidente.

P. ¿Por qué lo dice?

R. Porque creo que en alguna medida este es un país ingobernable. Hubo gobiernos que podrían haber sido transformadores e importantísimos, con buenas intenciones e inclusive con buenas herramientas. Pero aparece el narcotráfico y manda todo al carajo, y al presidente de turno le toca acomodarse. Por ejemplo Virgilio Barco estaba planteando el esquema gobierno-oposición para superar del todo el Frente Nacional, estaba haciendo unas cosas muy importantes en el desarrollo rural o en los parques nacionales, pero le tocó dedicarse como gato patas arriba a evitar que se tomaran el poder los narcotraficantes. A Belisario Betancur le pasó algo parecido. El M-19, con el que que tenía una paz más o menos diseñada, terminó con su Gobierno con la toma del Palacio de Justicia. Entonces no sabría contestar si fueron mejores presidentes que ex presidentes, pero sí que la dificultad para gobernar es enorme, que la realidad arrolla al diseño que tienen de su gobierno desde sus campañas.

P. El libro plantea que, aparte justamente de Belisario y Barco, los expresidentes no saben qué ponerse a hacer ¿Lo ve como un problema estructural o de individualidades?

R. Creo que hay un problema de vanidad y otro, más estructural, en la disolución práctica de los partidos políticos como escenarios de funcionamiento de la política. Cuando había Partido Conservador y Partido Liberal, los expresidentes eran llamados “líderes naturales”. Con la disolución pasaron a funcionar en una lógica de una lucha individual para subsistir en esta leonera.

P. ¿Eso en qué se manifiesta?

R. Estamos viendo prácticamente todos los días declaraciones de política agresiva de Pastrana, de Samper, de Santos y de Gaviria. También de Uribe, aunque cambió hace poco. Me parece que el elemento de los partidos puede ser una explicación de esa beligerancia, pero también hay mucho de vanidad de unos tipos que tuvieron el poder en sus manos y lo quieren seguir teniendo.

P. Usted lamenta cambios, como el de César Gaviria...

R. Fue un gran estadista con un país ingobernable, logró muchas cosas. Y ahora termina como un manzanillo

P. ¿Y qué podrían aportar los expresidentes?

R. En el libro cito el club de los expresidentes americanos, que intervienen a solicitud de los presidentes en ejercicio y para causas nobles. El origen del club es que el presidente Truman tenía que arreglar el problema de la depresión en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, y buscó a un presidente anterior, Hoover, del que era distante, inclusive enemigo, pero que había enfrentado la Gran Depresión. Se pusieron de acuerdo y terminaron trabajando en un mismo sentido. Para lograr eso se requiere que los expresidentes reconozcan mutuamente sus logros. Por ejemplo Pastrana, con todos sus enredos del proceso del Caguán, logró desacreditar internacionalmente a las Farc y fortalecer a las Fuerzas Armadas. Uribe, con esas Fuerzas Armadas potenciadas, arrinconó a las Farc. Santos aprovechó eso para lograr el Acuerdo de paz. Y resulta que en vez de manejar un hilo común, institucional, y echar voladores por lo que hizo el anterior, pelean como perros y gatos.

P. No ha funcionado recientemente ni siquiera la Comisión asesora de relaciones internacionales

R. Exactamente, y antes funcionaba perfecto. No digo que fuera eficiente, pero por lo menos cumplía con la función para la cual fue creada. Ahora tenemos que los expresidente no van, tanto que creo que no se convoca. Eso por no mencionar las cartas de un expresidente a un presidente extranjero descalificando el viaje del presidente en ejercicio.

P. ¿Cree que también puede afectar la edad en la que se convierten en los expresidentes? Últimamente han salido del poder con media vida por delante

R. Puede incidir, pero menos. Lo de la edad es más o menos cíclico. Ya había habido presidentes a los 30 y pico de años, como Lleras Camargo.

P. Uno joven es Iván Duque ¿Por qué no lo incluyó en el libro?

R. Por la única razón de que empecé a escribir lo cuando era presidente y lo terminé con él recién salido.

P. ¿Ya tiene alguna pista del Duque expresidente?

R. Creo que está haciendo un esfuerzo muy grande en dejar por escrito un legado que siente que no lo están reconociendo públicamente, pero no sabría si va a ser un un expresidente activo en política.

P. En el libro también hace un balance de las administraciones ¿Cree que la perspectiva que da el tiempo ayuda a hacerlas? En casos como el de Turbay afirma que tenía una lectura en ese entonces, y ha ido cambiando con el tiempo...

R. Sí. El Gobierno de Turbay era represivo. Los militares tenían una incidencia enorme y estaban dolidos con el robo de las armas del Cantón Norte por el M-19. Esa guerrilla se toma la embajada de la República Dominicana, el lugar perfecto para que los militares entraran a sangre y fuego, como seguramente era su voluntad. Pero Turbay se comporta como un estadista pacifista, incluso cuando eran rehenes los embajadores de Estados Unidos, el Vaticano o Israel, países que estaban en contra de negociar con terroristas. Y él negocia incluso con Cuba, con quien había roto relaciones, para que los guerrilleros se vayan para allá. En cambio, Belisario era pacifista y en la toma del Palacio de Justicia los militares prácticamente lo sacan del Gobierno.

P. Para volver al caso Duque, ¿se atreve a evaluar su mandato?

R. Puede ser que falte tiempo pero en términos de cifras de crecimiento, lucha contra la pobreza o el manejo de la pandemia, tuvo un buen gobierno. Eso no se lo reconoce nadie. Dicho esto, la pregunta es si ser un buen administrador es suficiente para ser un estadista, si dio un cambio en la dirección del Estado, si dejó una impronta como para tener esa categoría. No lo creo. No veo una huella como cuando uno dice que Santos hizo la paz, Uribe hizo la guerra, César Gaviria hizo la apertura económica y la Constitución... hay que esperar

P. ¿Siente que el libro aporta por leer los gobiernos con distancia temporal, además del acceso que ha tenido a los presidentes?

R. Yo he tenido problemas por tratar de ver los vasos medio llenos. En el libro lo hago, y sé que por eso me van a criticar. Como dice la introducción, a los presidentes vivos y muertos les parecerá que los elogios no son suficientes, y buena parte de los lectores considerarán que los elogios son demasiados. Al final se trata de decir la verdad, la mía, que puede que no sea válida para mucha gente.

P. ¿Le han contestado?

P. No. Y es más fácil que me conteste alguno de los tres que ya están muertos a que lo haga alguno de los que están vivos.

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Sobre la firma

Juan Esteban Lewin
Es jefe de Redacción de la edición América Colombia, en Bogotá.

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