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El Gobierno de Colombia y el ELN buscan en México un cese al fuego permanente que haga despegar el proceso de paz

El segundo ciclo de negociaciones, de 21 días, definirá la agenda y cómo incluir a la sociedad civil en el proceso. Otty Patiño advierte de que no buscan una tregua temporal

Los integrantes del segundo ciclo de negociaciones de la Mesa de Diálogos de Paz, este lunes en Ciudad de México.
Los integrantes del segundo ciclo de negociaciones de la Mesa de Diálogos de Paz entre el gobierno de Colombia y el ELN, en Ciudad de México, el 13 de febrero de 2023.José Méndez (EFE)
Juan Diego Quesada

El proceso de paz entre el Gobierno colombiano y el ELN se pondrá a prueba las próximas tres semanas en México. Las dos delegaciones comienzan este lunes la segunda ronda de conversaciones con el propósito de alcanzar los primeros acuerdos tangibles. La primera cita, el pasado diciembre en Venezuela, sirvió para tomar la temperatura al proceso y demostró que la negociación para poner fin a un conflicto de seis décadas no va a ser fácil. El cese al fuego, que no fue posible entonces, se coloca esta vez en el centro de la discusión. Lograrlo o no medirá el éxito de esta ronda.

Los dos líderes de las delegaciones se refirieron al asunto que más ha tensado hasta ahora la comunicación. La tregua es la primera ambición del presidente Gustavo Petro, que desde el principio ha querido imprimirle al proceso más velocidad de la que parece mostrar la guerrilla.

El líder de la delegación del Gobierno, Otty Patiño, ha asegurado en la conferencia de prensa que dio inicio a esta segunda ronda que el mandato del presidente es que la mesa de diálogo sea “profundamente imaginativa” para “reintepretar el cese al fuego”. Esto es, que además de la disminución de las hostilidades y la violencia, redunde en una mejora en la vida de las comunidades en los territorios del conflicto. La idea es acordar “alivios permanente y no treguas temporales”. Pablo Beltrán, líder de guerrilla en la mesa, fue menos profuso que Patiño y se limitó a informar de que la idea es acordar los preparativos para un cese al fuego bilateral.

El presidente tiene prisa por concretar un cese de hostilidades que cree que reducirá el número de homicidios en las regiones y pondrá la piedra sobre la que debe asentarse la paz total, el proyecto que busca que todos los actores armados del país entreguen las armas. Ese deseo generó la primera crisis del proceso con el ELN, después de que Petro anunciara el último día del año pasado un acuerdo de tregua que no era tal y que molestó a la guerrilla.

La imagen que han querido mostrar hoy las dos delegaciones en la Ciudad de México, en la sede de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social donde se celebrarán las conversaciones, es la de que se ha superado cualquier fricción y que la sintonía es total para avanzar. Beltrán aseguró que de este ciclo saldrá además la agenda definitiva de negociaciones y se diseñará la fórmula para incluir la participación de la sociedad civil en el proceso, así como acuerdos “que se implementen de inmediato” para dar alivio a las regiones y poblaciones que más sufren el conflicto.

Bajo el epígrafe de “los mecanismos de participación de la sociedad en la construcción de la paz en Colombia”, las partes deberán encontrar cómo incluir la voz de la ciudadanía en la mesa. El ELN, a diferencia de las FARC, no tiene ambición de crear un partido político, sino que está convencido de que la discusión tienen que salir cambios concretos en la sociedad. Los negociadores entienden que se trata de incluir la opinión de la gente en las reformas que está llevado a cabo el Gobierno. Suena obvio, pero no es nada sencillo de concretar. Petro trató de llevar a cabo al comienzo de su mandato unos diálogos populares, muy al estilo de los que hizo Álvaro Uribe en su día, que no han tenido mucho éxito. Las palabras se pierden por el camino.

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Patiño dijo este lunes que el método que los guía es que todo lo que se acuerde en la mesa sea implemente en los territorios. “Ello obliga a cierta modestia de la mesa, porque lo se acuerda siempre puede ser mejorado. La mesa no es omnipotente ni infalible (...) Es necesario empoderar a las comunidades para que también sean coautoras en la construcción de un nuevo Estado”, aseguró. En su cabeza, seguramente, estaba pensando en el acuerdo con las FARC, firmado en 2016, que se negoció en Cuba con mucho mayor hermetismo.

En el aspecto interno el ELN, y así lo ha dicho públicamente Antonio García, su máximo comandante, no quiere bajo ningún concepto que se le equipare al resto de grupos armados organizados. La guerrilla fue creada hace 60 años por un puñado de estudiantes entusiastas de la revolución cubana. Por el camino ha vivido como organización muchas situaciones, incluso una posible extinción, pero ha llegado hasta aquí como la última guerrilla activa en Latinoamérica. En la última década, las autoridades la han relacionado con insistencia con el tráfico de drogas. Sin embargo, sus dirigentes resaltan su carácter político, su portavocía de la sociedad civil, y ese es el trato que quieren recibir.

El líder negociador de la guerrilla también se congració con el presidente este lunes al referirse a uno de los temas centrales del discurso de Petro: la guerra contra las drogas. Beltrán pidió “un pacto moral” para sacar a flote el país después del “daño mortífero” que han supuesto cinco décadas de la fracasada estrategia contra las drogas liderada por Estados Unidos y felicitó las iniciativas latinoamericanas de México y Colombia por buscar una política antidrogas “alternativa”.

Los próximos 21 días se tendrán que empezar a concretar todos estos asuntos para demostrar que el proceso se materializa. La paz con la guerrilla es fundamental para el plan de paz total del presidente de Colombia aunque el Gobierno debe avanzar con pies de plomo.

En paralelo a la mesa de negociación con el ELN, el Gobierno ha abierto conversaciones con otros dos grupos a los que reconoce un carácter político, las EMC FARC y la Segunda Marquetalia. Están compuestos por grupos de combatientes que no se acogieron al anterior proceso de paz —el de las FARC en 2016— o que desertaron por el camino. Se les conoce como disidencias. El comisionado de paz, Danilo Rueda, ya se ha visto con el líder de la Segunda Marquetalia, Iván Márquez, que llegó a ser portavoz de la guerrilla en La Habana y después regresó a la selva al sentirse perseguido judicialmente, pese a su condición de desmovilizado. Márquez se encuentra ahora mismo en Venezuela convaleciente de un atentado que perpetraron, según fuentes oficiales, un grupo de mercenarios que quería cobrar una recompensa por su cabeza. De acuerdo a estas mismas fuentes, ha perdido la visión de un ojo y tiene paralizadas algunas partes del rostro.

Hay un tercer supuesto para las bandas criminales que no tienen carácter político, como la del hijo de La Gata. Con ellos, textualmente, se abrirán espacios de acercamiento y conversación para crear mecanismos jurídicos que permitan la rendición de cuentas a la sociedad y la desestructuración de las motivaciones económicas y criminales que las sustenta. En este apartado entran el Clan del Golfo, un grupo paramilitar dedicado al narcotráfico, las autodefensas de la Sierra Nevada y varios grupos de violencia urbana. De estos últimos, el ejemplo más evidente ocurrió en Buenaventura, donde dos facciones enfrentadas durante años se comprometieron a no asesinar, ni torturar, ni desaparecer a ninguno de sus enemigos. La reducción de la violencia ha sido drástica.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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