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La paz total se encuentra con el escollo de la guerra con los grupos armados

Petro lleva meses detrás de una tregua con el ELN, que este fin de semana perdió a nueve combatientes tras un enfrentamiento con el Ejército

Juan Diego Quesada
Gustavo Petro con Ivan Velasquez
El presidente colombiano, Gustavo Petro, y el ministro de Defensa, Iván Velásquez, durante una ceremonia de la policía, en Bogotá.Fernando Vergara (AP)

La reunión tenía un carácter secreto. No se anunció el lugar ni se permitía que los asistentes entrasen con sus teléfonos móviles. Los dirigentes del ELN y los negociadores del Gobierno se veían en Caracas para arreglar la crisis que se había generado entre ambos por un tuit de Gustavo Petro en el que anunciaba un alto el fuego con la guerrilla. En realidad, el asunto no estaba cerrado y los guerrilleros se lo tomaron como una afrenta: el presidente quería imponer su voluntad a toda costa sin respetar la suya. Esa charla tan misteriosa a puerta cerrada sirvió para aplacar los ánimos antes de que se reanuden los diálogos en México, pero muchos esperaban que sirviesen incluso para decretar una tregua real que lanzase el mensaje que abandera el presidente: no más homicidios en Colombia.

Sin embargo, el tiempo pasa y ese cese de las hostilidades no termina de concretarse. El fin de semana pasado, al menos nueve guerrilleros del ELN murieron en un enfrentamiento con el Ejército en una zona rural de Buenaventura, una ciudad en la que el Gobierno ha puesto especial énfasis en pacificar. La operación, según explicó el almirante Francisco Hernando Cubides Granado, comandante de la Armada de Colombia, se llevó a cabo en una zona boscosa, despejada e inaccesible. Ahí encontraron un campamento de elenos donde se escondían algunos comandantes importante de la guerrilla.

En ese lugar, continuó Cubides Granado, alias Yesenia y alias Jorge amenazaban a las comunidades de las cuencas de los ríos y provocaban que tuvieran que desplazarse. Los guerrilleros, según esta fuente, cobraban una extorsión a las diferentes organizaciones ilegales que transportaban hojas de coca. Y, de acuerdo a la versión oficial, fueron ellos los que abrieron fuego primero contra los soldados. Uno de los uniformados fue herido y más tarde falleció en un hospital. Los cadáveres de los insurgentes fueron trasladados al instituto de medicina legal de la ciudad de Cali.

“La Armada de Colombia”, dijo el comandante, “continuará contribuyendo de esta forma a la seguridad humana y paz total, adelantando operaciones que permitan contrarrestar el actuar delictivo del grupo armado organizado del “ELN” y los diferentes grupos armados organizados que pretenden atentar contra la población civil, generando desplazamientos, zozobra y reclutamiento forzado”.

No fue el único suceso. En Arauca, el bastión del ELN, el Ejército capturó a otros ocho guerrilleros. Y en el departamento del Cesar fue capturado una pieza clave en las finanzas de esa estructura. Es decir, la guerra sigue abierta. Es difícil que una guerrilla deponga las armas cuando se encuentra en conflicto con otros grupos armados. La idea de Petro era conseguir un alto al fuego con todas las organizaciones, pero ahora mismo están en enfrentamiento directo por los territorios y las zonas de cultivo de coca. Están en guerra, por decirlo en pocas palabras.

La voluntad de Petro es frenar cuanto antes esa conflictividad. Su obsesión, cuenta la gente de su equipo, pasa por detener las muertes en las regiones, que es donde se vive con mayor intensidad el conflicto colombiano. Hay quien cree que Petro no se equivocó anunciando la tregua con el ELN si no que fue una manera de acelerar el proceso, de obligar a la guerrilla a actuar con rapidez. El presidente cuenta con el respaldo de que nadie le ve sentido a la lucha armada hoy en día, sobre todo si en el poder hay un Gobierno de izquierdas. Cuando conversan frente a frente, a menudo los dirigentes del ELN y los negociadores colombianos tienen la misma opinión. Por eso, de ser cierta esa tesis, el presidente quería poner a la guerrilla frente al espejo. Su lucha, después de 60 años, se ha distorsionado, al punto de que muchos los consideran un grupo de narcotraficantes más.

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Iván Cepeda
Fotografía de archivo del senador colombiano Iván Cepeda, durante una entrevista en Bogotá (Colombia). Carlos Ortega (EFE)

Pero el ELN vive en su propia realidad, flota en el líquido amniótico de su propio universo. A diferencia del Gobierno, ellos no parecen tener prisa. La organización es muy compleja e incluso dentro existen facciones armadas que no necesariamente le rinden cuentas a los dirigentes sentados en la mesa. Los expertos se cuestionan que ellos tengan algún interés en abandonar la lucha armada, cuando esa es su única forma de vida conocida y, a diferencia de las FARC, no tienen intereses políticos ni planean gobernar Colombia.

El senador Iván Cepeda, uno de los hombres de más confianza de Petro, cree que pronto habrá un alto el fuego. El también senador Ariel Ávila va más allá y sostiene que en cuatro años no existirá el ELN ni grandes grupos criminales. Puede que sea verdad, aunque hoy no sea sencillo de ver entre tanta muerte y destrucción. Colombia camina por un sendero oscuro. Petro quiere encontrar la luz.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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