_
_
_
_

Colombia busca a sus desaparecidos entre 33.000 expedientes

La búsqueda de al menos 120.000 personas pasa de las bóvedas a miles de necropsias y documentos. La Unidad de Búsqueda de desaparecidos ya halló el cuerpo de una joven desaparecida hace 21 años

Catalina Oquendo
Una protesta contra las desapariciones forzadas en la Plaza de la Luz, en Medellín, el 1 de octubre de 2020.
Una protesta contra las desapariciones forzadas en la Plaza de la Luz, en Medellín, el 1 de octubre de 2020.FB (Getty Images)

Entre 2005 y 2006, una pareja de campesinos de Boyacá murió sin saber que su hija, desaparecida dos décadas atrás, estaba sepultada en un cementerio de Bogotá. Nunca supieron qué pasó con ella y menos, dónde reposaba su cuerpo. Fueron necesarios un acuerdo de paz, información de un exguerrillero y un proyecto de la Unidad de Búsqueda para las personas dadas por Desaparecidas que siguió su rastro entre más de 33.000 expedientes de cuerpos no identificados para recuperar sus restos.

A Paola, que fue reclutada por la guerrilla de las FARC cuando apenas tenía 14 años, la encontraron entre miles de documentos legales. Su cuerpo estaba camuflado entre necropsias, bases de datos estatales e información fragmentada y dispersa. Entre burocracia, traslados de cuerpos de un cementerio a otro, y de trámites.

En un país donde hay al menos 120.000 desaparecidos y la dimensión del fenómeno parece inabarcable, no solo hay que buscarlos en fosas, en cementerios o excavando en lugares inhóspitos, sino también entre expedientes. Ese fue el punto de partida del proyecto Impulso a la Identificación de la Unidad de Búsqueda que en 2018 comenzó a agrupar toda la información sobre cuerpos no identificados que tenían entidades como el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses en el Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres (SIRDEC).

En esa plataforma encontraron una cifra dramática: hay más de 25.000 cuerpos no identificados por el Instituto Nacional de Medicina Legal. Luego, debían sistematizar cuáles de esos podrían corresponder a personas desaparecidas en el contexto del conflicto armado, la razón de ser de la Unidad de Búsqueda que fue creada por los Acuerdos de Paz.

Y, dado que el SIRDEC solo tiene necropsias sistematizadas desde 2007, emprendieron una recolección de información titánica: buscaron, escanearon y registraron expedientes físicos, bucearon entre necropsias desde los años 70 y 80, a menudo con datos incompletos o básicos (como la razón de la muerte y alguna seña más) y agregaron más información como cartas dentales, fotografías, entre otras. Unieron piezas con el objetivo de armar una enorme base de datos que completara la que el país ha usado por años. Así, en el SIRDEC hay ahora 33.257 expedientes completos, de los cuales 19.639 son nuevos y 13.618 corresponden a información que se ha completado con datos relevantes relacionados a los cuerpos no identificados.

El trabajo consiste entonces en intentar organizar el maremágnum de la desaparición en los documentos estatales y luego, cruzar información para seguir halando hilos que les permitan saber dónde están los cuerpos, como en el caso de Paola, la joven reclutada en Boyacá.

Newsletter

El análisis de la actualidad y las mejores historias de Colombia, cada semana en su buzón
RECÍBALA

Un caso archivado que seguía sin resolverse

La última vez que la familia de Paola la vio con vida fue en 2001. Habló con ellos sobre sus deseos de desertar de la guerrilla y les mostró algo que terminó siendo determinante para hallar su cuerpo: una prótesis dental. Antes de ser reclutada tenía un diente montado sobre otro; pero esa última vez tenía lo que en el campo llaman un “puente”.

La investigación que adelantó la UBPD, en coordinación con Medicina Legal y la Fiscalía, pudo establecer que Paola falleció en 2003 durante un enfrentamiento entre las FARC y el Ejército que dejó 16 muertos (siete eran mujeres, tres de ellas menores de edad). También, en el análisis de las bases de datos encontraron que les hicieron necropsias y que fueron inhumados en el antiguo cementerio de Yopal, en la región del Casanare.

Sin embargo, el cuerpo de Paola duró apenas unos años allí. De acuerdo con la investigación de la Unidad, los restos de las 16 personas fueron exhumados en 2010 por la Fiscalía y trasladados hacia Bogotá porque el antiguo cementerio de Yopal iba convertirse en un parque. En esa oportunidad, Medicina Legal le practicó al cuerpo de Paola una nueva necropsia e ingresó los datos al SIRDEC.

En 2015, mientras avanzaba el acuerdo de paz entre las extintas FARC y el gobierno, un excombatiente entregó información a la Fiscalía sobre la muerte de Paola. La entidad les hizo exámenes genéticos a los hermanos, pero concluyó que había un “mínimo de compatibilidad” y cerró el caso bajo el rótulo de “información insuficiente”.

Pero la Unidad de Búsqueda revisó las dos necropsias y buscó a la familia para tener más datos sobre Paola. Ellos aportaron una foto de la sonrisa de la joven donde se veían los dientes apiñados y esto permitió a los funcionarios de la Unidad buscar en la base de datos de los expedientes.

Lo que vino después fue la exhumación de los restos en Bogotá y la posterior entrega 21 años después a sus hermanos, que la sepultaron finalmente en su natal Boyacá. “Gracias a Dios ya la trajimos a nuestro municipio, donde ella nació y creció. Al menos tenemos el orgullo de que se quedó en el camposanto donde están nuestros padres. Ellos fallecieron del afán de saber que ella estaba muerta; no tuvieron corazón de aguantar sino como un año”, dijeron durante la entrega de Paola, cuyo cuerpo fue encontrado como una aguja en un pajar.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS sobre Colombia y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_