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El monólogo del “hombre bueno”

Junqueras rechazó responder al fiscal y convirtió su declaración en un alegato político. Forn plantó cara a las acusaciones con una defensa más técnica

El exvicepresidente catalán Oriol Junqueras, durante el juicio.Foto: atlas

Es más difícil defenderse ante un juez que hacerlo ante la historia. Oriol Junqueras se presentó este jueves ante el Tribunal Supremo con el único salvoconducto del "hombre bueno", pacifista, estudioso, temeroso de Dios, incapaz de ejercer cualquier tipo de violencia, un independentista catalán que, pese a todo, lanzó un mensaje de amor a España aprovechando que era 14 de febrero.

Aunque su abogado había batallado días antes para que el tribunal le concediera más tiempo para preparar la defensa, el exvicepresidente de la Generalitat no necesitó ni un papel, porque lo que vino a decir ya lo había dicho un millón de veces —"Votar no es un delito". "Siempre he rechazado la violencia". "Me considero un preso político"— y porque, al no tener ninguna fe en la justicia española, convirtió su defensa en un monólogo, el del hombre decente destinado a pasar a la historia como un héroe o un santo. Tan cerca estuvo de la levitación que cuando el juez Manuel Marchena cortó su intervención para dar paso a un receso, Junqueras exclamó:

—Lástima, ahora que íbamos lanzados.

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Después de su intervención de hora y media, llegó el turno de Joaquim Forn. El exconsejero de Interior de la Generalitat durante el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 adoptó una técnica de defensa radicalmente distinta. A expensas de lo que en su día diga la historia, Forn optó por tratar de probar su inocencia. Para ello hizo lo que se hace cuando uno está en la cárcel acusado de delitos por los que la Fiscalía pide hasta 16 años de prisión. Esto es, agenciarse un buen abogado y no un compañero de partido más radical que uno mismo, estudiarse hasta el último papel del sumario y, al contrario de lo que hizo Junqueras, aceptar las preguntas del fiscal y la abogada del Estado. Es curioso, porque durante su monólogo, Junqueras dijo varias veces a modo de jaculatoria que, cuando el independentismo intentaba dialogar con el Estado español, era imposible porque “la silla de enfrente siempre estaba vacía”. Este jueves estaba llena, pero Junqueras rehuyó el diálogo.

Forn, no. Forn se fajó en un duro interrogatorio con el fiscal Fidel Cadena, que intentó una y otra vez que el exconsejero de Interior cayera en contradicciones, pero el político independentista se defendió bien, con respuestas cortas, precisas, firmes. Ante las preguntas del fiscal, se empeñó en dejar claro que siempre diferenció el apoyo político al referéndum de su labor como consejero de Interior: “Dejé en todo momento que los Mossos hicieran su trabajo. No se tomó desde mi departamento ninguna medida para celebrar el referéndum. Más de 7.000 mossos estuvieron en la calle para cumplir con las órdenes de la Fiscalía. Cerramos 396 colegios electorales, mientras que la Guardia Civil y la Policía solo pudieron cerrar 106…”.

Fidel Cadena siguió preguntando. Es un fiscal correoso, que no levanta la voz ni tiene ninguna tentación teatral, pero que no deja ni un segundo entre el fin de la respuesta del acusado y la siguiente pregunta. Forn le siguió el juego. Fue un toma y daca apasionante. En la simple declaración de Forn está el reconocimiento del tribunal, pero eso no es óbice para que se defienda con uñas y dientes. Cuando el fiscal hizo referencia a la secretaria judicial que “tuvo que huir por las azoteas”, el exconsejero trató de quitarle hierro al asunto: “Ustedes los fiscales construyen unos relatos un poco peliculeros”.

En el salón de plenos seguía reinando un silencio absoluto, pero en la sala de prensa anexa, más de 60 periodistas seguían la sesión por las pantallas de televisión y tecleaban en sus ordenadores portátiles las frases más relevantes. Cuando Junqueras o Forn dicen algo digno de mención, muchos teclados al unísono disparan titulares hacia la red, que los engulle y pide otros de forma insaciable. Pero un juicio tiene un tiempo distinto. A veces es pura artesanía. Este mismo jueves se empleó un buen rato en analizar la perífrasis impuesta del imperativo. Demasiado para los tiempos que corren. Así que la expectación de los primeros días va decayendo. Todavía por la mañana los pasillos están llenos, incluso de catedráticos de Derecho Constitucional jubilados que, por mor del arte o tal vez no, se ofrecen a analizar, siempre a favor del independentismo, tal o cual encrucijada legal. Ya por la tarde es distinto. La mitad de las sillas están vacías, y los tan traídos y llevados observadores nacionales e internacionales, que tanta guerra dieron por estar en el juicio, no han aparecido.

Cuando termina su declaración, Junqueras se levanta. Antes de abandonar su sitio, deja la silla bien colocada. El hombre bueno es también un hombre educado.

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