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Niños y bebés mueren de sed y enfermedad en un centro de detención de Nigeria

Al menos 120 menores están detenidos, solos o con sus padres en la campaña contra Boko Haram

José Naranjo
Cementerio de Gwange (Maiduguri), donde según Amnistía está enterrados los muertos de la prisión.
Cementerio de Gwange (Maiduguri), donde según Amnistía está enterrados los muertos de la prisión.AMNISTÍA INTERNACIONAL

Unas 150 personas que se encontraban detenidas en el cuartel militar de Giwa, en el noreste de Nigeria, acusadas de pertenencia o complicidad con el grupo terrorista Boko Haram han muerto en lo que va de año debido a las pésimas condiciones de higiene, la deshidratación, la escasa alimentación y la falta de cuidados médicos, según ha revelado este miércoles un informe de la organización Amnistía Internacional (AI), que destaca que entre los fallecidos hay al menos 11 niños menores de seis años, cuatro de ellos bebés que se encontraban con sus madres.

El centro de detención del cuartel militar de Giwa, en la ciudad de Maiduguri, alberga en la actualidad a unas 1.200 personas, 120 de ellas niños, en “condiciones horrorosas”, según AI. Los detenidos duermen hacinados en el suelo de celdas sucias, reciben apenas medio litro de agua al día y los cuidados médicos brillan por su ausencia. En su mayor parte se trata de jóvenes a quienes se considera sospechosos de haber combatido en las filas de Boko Haram, pero no existe ninguna causa abierta contra ellos y no han recibido asistencia jurídica. Desde que este grupo armado intensificó el uso de mujeres como terroristas suicidas la cifra de mujeres y niños detenidos se ha multiplicado por diez, pasando de 25 el año pasado a 250 en la actualidad.

“No puede haber excusas ni demora. Las instalaciones de detención del cuartel de Giwa deben cerrarse inmediatamente y todos los detenidos deben ser liberados o transferidos a las autoridades civiles. Y el Gobierno debe implementar con urgencia sistemas para garantizar la seguridad y el bienestar de los niños que sean liberados”, aseguró Netsanet Belay, directora de Investigación para África de Amnistía Internacional.

El informe de este organismo pro derechos humanos está basado en entrevistas a personas que estuvieron detenidas en Giwa, que aseguraron haber visto a al menos una veintena de niños menores de cinco años en tres celdas, de los cuales al menos once murieron. Una mujer de 40 años relató que se produjo un brote de sarampión y que al menos cinco bebés de pocos meses que se encontraban con sus madres contrajeron la enfermedad sin que los soldados aceptaran llamar a un médico. “Tenían fiebre, el cuerpo muy caliente y lloraban día y noche. Los ojos se les pusieron rojos y les salieron erupciones”, aseguró la testigo.

La intensa ofensiva que está llevando a cabo el Ejército nigeriano contra Boko Haram desde hace un año y medio ha logrado recuperar buena parte del territorio que estaba bajo control de este grupo terrorista y ha arrinconado a los miembros de la Secta en zonas remotas cerca de la frontera con Níger, en el Lago Chad y en las montañas fronterizas con Camerún. Asimismo ha provocado un incremento en las cifras de detenidos, pues muchas de las personas que permanecieron en los pueblos ocupados por los insurgentes son considerados automáticamente sospechosos de colaboración. Según cifras de AI, desde 2011 unas 7.000 personas que estaban detenidas murieron bajo custodia militar como resultado del hambre, la sed, la enfermedad, la tortura y la falta de atención médica.

Amnistía Internacional ha denunciado en reiteradas ocasiones el escaso respeto por los derechos humanos del Ejército nigeriano y los malos tratos a los que somete a los detenidos en este conflicto que comenzó en 2009 y ha provocado unos 17.000 muertos y el desplazamiento de 2,5 millones de personas. Precisamente el temor a ser asesinados o a ser encarcelados sin juicio hasta morir provoca que muchos miembros de Boko Haram se resistan a abandonar las filas de un grupo que ha perdido buena parte de su capacidad operativa, según ha asegurado el experto en yihadismo en África occidental, Bakary Sambe.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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