El vídeo de televisión que se le enreda a Merkel
Alemania se enfrenta al dilema de aceptar una querella turca contra el comediante que ofendió a Erdogan
Lo que empezó como una broma en televisión ha crecido hasta convertirse en un peliagudo conflicto para el Gobierno alemán. El vídeo en el que el famoso humorista Jan Böhmermann insultaba al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, incomodó desde el principio al canal público que lo emitió y a la canciller Angela Merkel. Pero ahora que la Justicia turca solicita permiso para procesar al enfant terrible de las ondas alemanas, el Gobierno debe elegir entre el menor de dos males: o permite la investigación —y se enfrenta a las sospechas de transigir ante el ataque a la libertad de expresión de un régimen autoritario— o deniega la petición de Turquía, a riesgo de enfadar al país del que depende para contener el flujo migratorio y salir así de una crisis que tiene en vilo a Alemania desde hace casi un año.
Todo comenzó con una canción perfectamente intrascendente. “Erdowie, Erdogawo, Erdogan”, se oyó en el canal púbico ARD el 17 de marzo. Se trataba de una versión del clásico ochentero de la cantante Nena que ironizaba sobre las prácticas autocráticas del presidente. Pero parece que la broma no hizo gracia al Gobierno turco, que convocó en dos ocasiones al embajador alemán y le pidió que impidiera la difusión del vídeo. El silencio del Gobierno alemán ante las exigencias turcas indignó a buena parte del país, que vio una actitud demasiado comprensiva ante unas prácticas poco acordes con la libertad de expresión.
La broma subió un peldaño a los pocos días. Böhmermann —muy conocido por el humor caustico que desplegó en vídeos como V de Varoufakis y que dejó boquiabierta a media Alemania con un montaje en el que fingía haber falsificado un gesto obsceno a los alemanes del entonces ministro griego— quiso ir un poco más allá y probar los límites del humor. En su programa del canal público ZDF leyó lo que el mismo definió como “poema injurioso”, en el que arremetía contra Erdogan, al que, entre otras cosas, llamaba “follaovejas” o acusaba de consumir porno infantil.
La cadena retiró al día siguiente el vídeo de la web. Merkel se disculpó ante el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, por un texto que la canciller definió como “intencionadamente ofensivo”. La fiscalía de Maguncia, ciudad donde está la sede del canal ZDF, inició un proceso para ver si Böhmermann había cometido un delito en virtud de una ley que castiga las “ofensas a los órganos y representantes de Estados extranjeros” con una pena que podría llegar a los tres años de cárcel.
La Fiscalía de Maguncia anunció en la noche del lunes que había recibido la querella formal del presidente Erdogan por un poema que el Gobierno de Ankara considera “un crimen contra la humanidad” y una ofensa a los 78 millones de turcos. Una comisión formada por representantes de la Cancillería y de los Ministerios de Asuntos Exteriores y de Justicia deberá decidir en los próximos días si admite la querella turca o no.
La oposición de izquierda y verdes y representantes de asociaciones profesionales de la prensa han salido en defensa de Böhmermann. El portavoz de Merkel dijo el lunes que la canciller considera la libertad de prensa un “bien supremo y no negociable” garantizado por la Constitucion; y que esa consideración se mantiene al margen de su consideración personal sobre el vídeo en cuestión.
El Gobierno tiene ante sí una difícil decisión. Si accede a la petición turca, será difícil evitar la impresión de que Merkel cede ante Erdogan para asegurar la buena marcha del acuerdo firmado con la UE para reducir la presión migratoria. Si Berlín dice que no a Ankara, habrá perdido la posibilidad de contentar a su gran aliado actual. Y también recibirá críticas por impedir que la Justicia analice si de verdad hay delito o no en las palabras de Böhmermann. Pase lo que pase, Merkel sale perjudicada de una situación que empezó con una cancioncilla satírica y que ahora nadie sabe cómo puede acabar.
EL precedente del zapatazo
Joma Hokman adquirió una fama momentánea en febrero de 2010. Fue el día en el que le lanzó un zapato al entonces primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, en Sevilla. Pese a no acertar en su objetivo, que era la cabeza del mandatario, el zapatazo le costó dos años, ocho meses y diez días de prisión. Un juzgado de Sevilla le condenó a tres años de cárcel y una multa por un delito contra la comunidad internacional en su modalidad de atentado.
Hokman, de origen kurdo, acabó recibiendo un indulto, pero la decisión le llegó cuando ya casi había cumplido toda su condena.
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