“Os vamos a hacer lo que hacéis en Siria”
Los atacantes gritaron en francés sin acento y dos hicieron estallar un cinturón explosivo
Pasada la medianoche, en la sala parisina Bataclan se escucharon hasta siete disparos y seis detonaciones. La policía acababa de entrar. Los agentes temían que los asaltantes que se habían encerrado en la sala con cientos de personas que asistían a un concierto de Eagles of Death Metal terminaran haciéndola volar por los aires. Pero la masacre ya se había ejecutado mucho antes.
El concierto comenzó hacia las nueve de la noche. Unos 40 minutos después, mientras el vocalista de la banda californiana empezaba a entonar el tema Kiss the Devil, el público escuchó varias detonaciones junto a la puerta de entrada. Salidos de un vehículo negro estacionado junto al Bataclan, tres terroristas acababan de asesinar a los guardias de seguridad para acceder a la sala, antes de empezar a disparar a bocajarro entre el público. “Os vamos a hacer lo que vosotros hacéis en Siria”, gritaron los responsables del ataque, de unos 30 años y tipología árabe, según varios testimonios, que hablaban francés sin acento. Quienes se encontraban cerca del escenario lograron escapar, igual que la banda. No así el resto de asistentes.
Presentes en el concierto, Hervé Antoine y su hijo Lheureux recuerdan que todo fue muy rápido. “Comenzaron a oírse disparos y los miembros del grupo se tiraron al suelo”, rememoran. "Había sangre y cadáveres por todas parte, era difícil no tropezarse. No paraban de disparar. Logramos escondernos detrás de un mostrador mientras la gente iba cayendo muerta. Pero ellos seguían disparando. Se hacía interminable”, relata Hervé. Según los presentes, quienes se movían o sacaban sus móviles eran eliminados al acto. Su hijo recuerda que, al final de esa tensa espera, la policía entró en la sala y lanzó varias granadas intimidatorias. “Ahí empezaron los disparos. Creo que debieron liquidarles, y entonces pudimos salir. Pero se hizo eterno”, afirma.
La operación policial que puso fin al secuestro de la sala fue conducido por dos unidades de élite de la policía francesa pasadas las 12.30 de la noche. Encerrado en los servicios junto a tres personas más, Pierre Janaszak, presentador radiofónico, logró sobrevivir. Desde su escondite, escuchó a los terroristas negociar con la policía. “Es culpa de vuestro presidente. No tendría que intervenir en Siria”, decían. Según el fiscal de París, François Molins, también se refirieron a Irak. Los tres terroristas fallecieron durante el asalto. Uno de ellos, por un tiro de los agentes. Los otros dos hicieron estallar su cinturón explosivo en los camerinos de la sala de conciertos, según distintos testimonios. Uno de los autores del ataque al Bataclan, identificado por la huella digital de un dedo amputado, es un ciudadano francés nacido en 1985 en la periferia sur de París, fichado por los servicios policiales por su “radicalización”.
La sala de conciertos ya había sido objeto de otras amenazas. En 2011, el terrorista Farouk Ben Abbes, integrante de un grupo vinculado a Al Qaeda en Gaza, confesó a la Dirección General de la Seguridad Interior haber tenido en mente “un proyecto de atentado contra el Bataclan”. Otro miembro del mismo grupo habría confiado en un interrogatorio que el motivo era que “los propietarios de la sala son judíos”. Su actual propietario es el industrial Arnaud Lagardère, que adquirió el 70% de las acciones en septiembre de este año.
En las inmediaciones de la sala, algunos vecinos protestaban por la desprotección, recordando que el atentado contra la redacción de Charlie Hebdo tuvo lugar a 500 metros. La mayoría de comerciantes prefirieron cerrar ayer. Pero Jacky, que regenta una tienda de antigüedades frente al Bataclan desde hace más de 40 años, decidió levantar la persiana. “No podemos bajar los brazos. No le negaré que me da miedo terminar con una bala perdida. Pero no nos queda otro remedio que seguir viviendo”. En plena Plaza de la República, un colectivo de street art pintaba el lema de París: Fluctuat Nec Mergitur. Su traducción transcribe lo que muchos sentían ayer: “Batida por las olas, pero no hundida”
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