Tras las huellas de Nelson Mandela
La leyenda del expresidente de Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela, comenzó en la aldea de Qunu
“La aldea de Qunu se encuentra en un valle cubierto de hierba, cruzado por arroyos claros, sobre el que se ciernen verdes colinas. Está habitado por un centenar de personas que viven en cabañas de barro, con una pértiga que sostiene un techo cónico de paja”. Así describía Nelson Mandela la aldea de Qunu en 1920, y esta es la misma imagen que el visitante obtendrá al llegar a esta localidad, casi cien años después, tras las huellas de uno de los personajes más relevantes del siglo XX.
Solo la carretera principal está debidamente asfaltada, las casas circulares han cambiado sus techos de paja por planchas de metal, pero los animales continúan invadiendo la calzada como hace un siglo.
Un viaje en el que la guía es su propia autobiografía, El largo camino hacia la libertad, donde se describen los lugares clave de su infancia y las experiencias que marcaron su carácter de tenacidad, tolerancia y reconciliación que le han convertido en un icono global.
La comarca de Qunu es el escenario de los primeros capítulos de la leyenda de Nelson Mandela, y el lugar donde el expresidente sudafricano escribió también las últimas páginas de su vida.
Las asambleas de los jefes tribales inspiraron su modo de hacer política
Su figura inunda todos los rincones de la comarca, y en las shabeens, las tabernas de chapa y madera donde los ancianos beben la cerveza tradicional y los jóvenes juegan al billar a la espera de un empleo, todos aseguran ser familiares de Mandela. “Muchos en Qunu y Mvezo son de su mismo clan, pero es difícil que hablen de él. No están autorizados por la familia”, asegura Fumanekile Wisani, jefe de prensa del Museo de Mandela en Qunu.
El líder antiapartheid mandó construir en Qunu la residencia donde más tarde decidiría pasar su retiro. El chalet es una réplica de la casa-prisión de Victor Verster, en la que vivió durante dos años hasta su liberación en 1990. Las autoridades le enviaron allí para facilitar las conversaciones que acabarían con el desmantelamiento del régimen seis años más tarde. “Supongo que fue el único hogar que tuvo; su primera casa en más de 25 años” recluido en las celdas de Robben Island y Pollsmoor, afirma su nieto Ndaba Mandela.
Aquí, junto a las tapias fortificadas de su casa en Qunu, el culto a Tata Madiba, apelativo cariñoso con que se le conoce en Sudáfrica, es realmente sincero.
"Se reunirá con su gente, con sus cuatro padres, como dice nuestra cultura
“Lo ha hecho todo por este pueblo; construyó esta iglesia [a escasos metros de su residencia] y ha ayudado a todo el mundo que ha podido en Qunu”, asegura Godfrey Phikolomzi Habe, Phiko, guía del Museo de Mandela en la aldea, un proyecto que el propio Madiba impulsó.
“Es admirable que un gran hombre como él decidiera que este museo se instalara aquí. Después de viajar por todo el mundo, regresó aquí a devolver todo eso. Podría haber decidido ubicarlo en la ciudad, pero él entendió que el museo podría ser una herramienta de desarrollo para esta comunidad”, afirma el jefe de prensa del museo.
Phiko, guía del museo, recuerda el día en que Mandela visitó Qunu por primera vez tras salir de la cárcel en 1990, después de 27 años de cautiverio por su oposición al apartheid, el régimen racista impuesto por la minoría blanca sudafricana hasta las elecciones de 1994, que le convirtieron en el primer presidente negro del país.
“Todo el pueblo salió a recibirle. Venía acompañado por la policía. Yo tenía 9 años. Recuerdo que volví corriendo a casa a decirle a mi madre ‘¡Mandela está aquí!’ y ella me dijo que era imposible, que estaba en la cárcel”, recuerda. “Si eres de Qunu creces con la historia de Mandela; te la cuentan tus padres, tus profesores. Nos decían que Mandela, un hombre de Qunu, estaba en la cárcel luchando por la libertad, y que debíamos perseguir nuestros sueños, como había hecho Madiba”.
El viaje tras las huellas de Mandela parte de lo alto de la colina del museo que lleva su nombre en Qunu, y desde donde se contempla el valle donde Nelson Rolihlahla Mandela pasó “los mejores años de su vida”, según reconoce en su biografía.
Unos postes de madera en el recinto de la iglesia marcan el lugar donde se encontraba la primera escuela a la que asistió y en la que recibió su nombre cristiano, Nelson, de los labios de su maestra, la señorita Mdingane.
Más abajo, en el fondo del valle, junto a la casa familiar, se distingue el pequeño cementerio de la familia, donde descansa su padre, el jefe Mphakanyiswa. Uno de lo pocos privilegiados que ha tenido acceso al expresidente en los últimos años de su vida es Zanomthetho, jefe tradicional de Mqhekezweni, la localidad a la que Mandela fue enviado a los 9 años, tras la muerte de su padre para ser educado por Jongintaba, el regente del reino Thembu. Nelson recibió allí las atenciones propias de los reyes africanos junto al hijo del regente, Justice, el abuelo de Zanomtheto.
Conoció las tradiciones de su pueblo y también la educación occidental que le permitió acudir a la universidad y abrir más tarde el primer bufete de abogados negros de Johanesburgo.
Apenas quedan ya personas en Qunu que puedan contar de primera mano las historias de juventud del longevo Mandela. “La mayoría de las historias de aquel tiempo me las contó el propio Mandela, él fue quien me dio la mejor visión de quién fue mi tatarabuelo, Jongintaba, y mi abuelo, Justice”, explica Zanomthetho desde el salón de El Gran Lugar, la residencia oficial donde despacha los asuntos tribales.
“Cuidaban del ganado después de ir al colegio, y hacían deportes como boxeo y golf, y cosas de jóvenes como bailar. Dicen que ambos eran muy buenos bailarines. Eran realmente dos personas de clase alta para la época. Tenían incluso un coche; el tercer coche que perteneció a una persona negra en Sudáfrica”.
En el exterior permanece el gigantesco árbol donde se reunía el regente con su consejo, y el kraal (redil) desde donde el joven Mandela espiaba las asambleas de los hombres prominentes del reino Thembu, que inspiraron su manera de hacer política. “No era solo un hombre de Estado, era un hombre de tradiciones. No pertenece a Johanesburgo, pertenece a este lugar, a nosotros”.
Nelson Mandela se retiró a Qunu en su 93 cumpleaños, el 18 de julio de 2011, y solo abandonó la localidad de su infancia para someterse a exámenes médicos.
Sudáfrica recibió finalmente la noticia que todos trataban de evitar; la muerte de su héroe nacional, el hombre que supo sentar las bases de la convivencia racial en un país devastado por el recelo de décadas de segregación y desigualdad.
“Todos queremos escapar de eso. Pero sabemos que el tiempo de su muerte llegará, y solo nos queda honrar su memoria”, afirmaba el jefe Zanomthetho meses antes de su muerte. “Pero estoy muy contento y seguro, de que se marchará en paz, y se reunirá con su gente, con sus cuatro padres, tal y como dice nuestra cultura. Y sé que lo tendrá todo de esta nación, tal como merece”.
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