El Supremo italiano anula la absolución de Amanda Knox
La decisión judicial supone la reapertura de uno de los casos judiciales más mediáticos de los últimos años en Italia
La primera noche del mes de noviembre de 2007, Meredith Kercher, una estudiante británica de 21 años que cursaba su año de Erasmus en Perugia, fue violada y asesinada de 43 puñaladas. Dos años después, una de sus compañeras de piso, la estadounidense Amanda Knox, y su entonces novio, el italiano Raffaele Sollecito, fueron condenados a 26 y 25 años de cárcel respectivamente. El tribunal consideró probado que Amanda y Raffaele intentaron implicar a Meredith en una orgía de sexo y drogas, y que cuando la joven británica los rechazó, la asesinaron. Sin embargo, el 3 de octubre de 2011, en medio de una gran presión mediática e incluso política —la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton llegó a interesarse por la suerte de su compatriota—, un tribunal de apelación compuesto por seis vecinos de Perugia y dos magistrados dictó la absolución de la pareja y su puesta en libertad tras cuatro años de cárcel. Ahora, el Tribunal Supremo italiano ha vuelto a poner el caso del revés al anular la sentencia absolutoria y ordenar que se repita el proceso.
La fiscalía de Perugia y la familia de Meredith Kercher recurrieron la absolución de Amanda Knox y de Raffaele Sollecito al considerar que el tribunal había ignorado el 70% de los elementos de prueba. Aunque la Corte de Casación aún no ha dado a conocer los motivos de su decisión, la repetición del juicio supone una “victoria judicial y moral” para la familia de la joven asesinada, según explicó ayer su abogado, Franceso Maresca.
En octubre de 2011, con las plazas de Perugia convertidas en un gran plató y el juicio en un culebrón televisivo, la familia de la británica asesinada dio un ejemplo de dignidad. Stephanie, la hermana de Meredith Kercher, declaró: “Hemos dicho siempre que no queremos que se acuse a las personas equivocadas. La principal decepción ahora es saber que hay alguien afuera que lo ha hecho”. Pero su voz apenas fue escuchada. Todos los focos estaban pendientes entonces del fotogénico rostro de Amanda, a quien nada más llegar a su casa de Seattle —solo unas horas después de su puesta en libertad—, una editorial le ofreció más de cuatro millones de dólares por su historia en las cárceles italianas. De la pregunta clave, en cambio, nadie se volvió a ocupar: si Amanda y Raffaele eran inocentes, ¿quién mato a Meredith?
Según la sentencia que los condenó en 2009, la noche entre el 1 y el 2 de noviembre de 2007, la pareja de novios y un amigo común llamado Rudy Guede, natural de Costa de Marfil, llegaron al piso de vía della Pergola donde ya se encontraba la joven Meredith: “Knox, Sollecito y Guede, bajo el efecto de estupefacientes y quizá del alcohol, decidieron llevar a cabo el proyecto de implicar a Meredith en un fuerte juego sexual”. Según los fiscales, la joven inglesa trató de negarse, pero la agresión desembocó “en un crescendo incontrolado, imparable, de violencia y juego sexual que acabó con la muerte de la muchacha británica”.
Según aquella sentencia, fue Amanda Knox la autora de la cuchillada mortal mientras su novio, Raffaele Sollecito, de 23 años, sujetaba a Meredith. “Meredith fue asesinada de forma impresionante por tres furias desencadenadas”. El marfileño Guede fue, según la sentencia, autor de la violación y colaborador del asesinato. Se acogió a un juicio breve y fue condenado a 16 años de cárcel que sigue cumpliendo. Amanda Knox también fue condenada a tres años más de cárcel por haber calumniado Patrick Lumumba, un músico congoleño al que, tras ser detenida, acusó falsamente de haber cometido el crimen.
Ahora, además de dejar sin efecto la absolución y ordenar que se repita el juicio, el Tribunal Supremo ha confirmado la condena de tres años por difamación contra Amanda Knox. Aunque sin consecuencias efectivas —la joven estadounidense ya descontó esa pena durante sus 1.448 días en prisión—, la sentencia condenatoria ensombrece el retrato que los medios estadounidenses dibujaron de su bella compatriota: una pobre muchacha inocente atrapada en la red de la lenta y chapucera justicia italiana.
Casi seis años después del asesinato de Meredith, todo vuelve al punto de partida. Volverán los focos, y volverán los expertos a discutir sobre si los restos de ADN de Raffaele Sollecito y de Amanda Knox descubiertos en el sujetador de la joven víctima y en un cuchillo hallado en casa de Sollecito son suficientes para argumentar una condena. Desde Seattle, la joven estadounidense ha dicho que está muy desilusionada. Entre otras cosas, porque la publicación de su libro —“Esperando ser escuchada”—tendrá que aplazarse hasta que se produzca una sentencia definitiva. Por el momento, todo lo que diga o escriba puede ser utilizado en su contra.
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