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La OTAN diseña el final en Afganistán

Washington teme una salida masiva de tropas que haga de la misión un fracaso Obama intenta que los aliados mantengan el compromiso económico con el país

Antonio Caño
Un activista luce una máscara del secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, durante una protesta contra la cumbre de la OTAN.
Un activista luce una máscara del secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, durante una protesta contra la cumbre de la OTAN.THIERRY ROGE (EFE)

La OTAN decide en Chicago la fase final de la guerra de Afganistán: la salida definitiva de las tropas, en la medida de lo posible, de forma ordenada. Estados Unidos y los responsables de la organización confían en que no habrá una precipitación de la retirada, aunque en 2013 se producirá una considerable reducción del número de soldados y las fuerzas extranjeras dejarán de participar en operaciones de combate en el plazo aproximado de un año.

La decisión del presidente François Hollande de poner fin a la implicación militar de Francia al término de este año, unido a la impopularidad creciente de la guerra en Afganistán entre la opinión pública de EE UU, donde se celebran elecciones presidenciales en noviembre, han provocado el temor a una auténtica estampida de tropas que convierta la misión en un fracaso descomunal.

La OTAN trata en esta cumbre de evitar ese riesgo y pactar una salida ordenada que debería concluir al final de 2014. Nadie pretende ya, desde luego, la reconstrucción o la victoria que se anunció en Afganistán cuando el conflicto comenzó, hace ya más de una década. Pero se intenta, al menos, salvar la cara y dejar ese país en unas condiciones de mínima estabilidad y seguridad.

“No se va a acelerar la retirada”, aseguró el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, al comienzo de dos días de reuniones en esta ciudad. “El mensaje que saldrá de esta cumbre es que estamos comprometidos con el futuro de Afganistán y que seguimos comprometidos de acuerdo al plan trazado, el mensaje que saldrá es el de que continuaremos con la transición tal como está ya decidido”, manifestó.

Rasmussen dijo que la organización comprendía la necesidad de Hollande de cumplir con su promesa electoral, pero confió en que Francia continúe formando parte de la campaña afgana “por otros medios”. Aceptó que el próximo año varios países podrían reducir su presencia militar, en la medida en que el Ejército afgano vaya asumiendo la principal responsabilidad. EE UU tiene previsto que sus tropas dejen de participar en acciones de combate en el verano de 2013.

Los líderes de la OTAN se reunirán con el presidente afgano, Hamid Karzai, que se encuentra en Chicago junto a representantes de 62 países, para certificar su compromiso y detallarle los planes de la transición. También, aunque esto no se ha dicho oficialmente, para presionarle a favor de mayores progresos políticos de su parte. La Administración norteamericana mantiene actualmente un diálogo directo con los talibanes en busca de un final negociado de la guerra, pero ningún acuerdo será posible si no se abren en el régimen afgano espacios suficientes para que todos se sientan representados.

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Aunque Rasmussen dijo que la mitad de la población afgana vive ya en áreas bajo responsabilidad exclusiva del Ejército afgano, es dudoso que para esa fecha éste tenga capacidad suficiente como para contener con garantías los ataques de los talibanes. Las fuerzas armadas afganas cuentan ya con más de 200.000 hombres y la policía tiene alistados a 150.000, pero su rendimiento en combate es habitualmente bajo, y existen pruebas de múltiples infiltraciones entre sus filas de elementos rebeldes.

Ese no es, además, el único obstáculo para la pacificación de Afganistán. Otro de importancia es el de la colaboración de Pakistán, el territorio desde el que se supone que actúan los talibanes. Pakistán es decisivo por su influencia política en Afganistán y por su posición geográfica. Hace seis meses el Gobierno paquistaní cortó las rutas de suministro de la OTAN en Afganistán como represalia por la muerte de civiles paquistaníes en un bombardeo. Desde entonces, EE UU ha negociado con ese país un solución que todavía no llega. El presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, se encuentra también en Chicago, pero no tiene previsto reunirse con Barack Obama, lo que es la demostración de que aún no está en condiciones de anunciar una reapertura de las vías de suministro.

El tercer obstáculo para la estabilización de Afganistán es el económico. Obama firmó a principio de este mes en Kabul un acuerdo con el presidente Karzai por el que la comunidad internacional se comprometía a mantener la asistencia financiera a Afganistán al menos durante una década después de la retirada definitiva. Pero, ¿quién va a poner el dinero?

Tras la entrevista que Obama sostuvo el sábado en Camp David con la canciller Angela Mekel, la Casa Blanca anunció que Alemania se ha comprometido a aportar 150 millones de euros. Pocos otros países de Europa podrán acompañar ese esfuerzo. Japón, que también ha prometido ayudar, organizará el próximo mes de julio una conferencia internacional de donantes.

Sin ayuda económica, la OTAN dejará un Afganistán tan miserable como el que encontró. Pero, incluso con ayuda económica no existen garantías de progreso si ésta no es administrada por un Gobierno eficiente y que cuente con respaldo popular. Es ahí donde Karzai entra en escena. Son varios los países de la OTAN que desconfían de Karzai, empezando por EE UU, pero sigue siendo su único caballo en esta carrera.

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