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El Gobierno tailandés advierte a los 'camisas rojas' de "pérdidas" si no ponen fin a las protestas

El primer ministro Abhisit Vejjajiva afirma que tiene un plan para poner fin a la crisis

El primer ministro tailandés, Abhisit Vejjajiva, ha ofrecido hoy una doble cara en su intento de poner fin a las protestas de los miles de camisas rojas que tienen tomado el centro de Bangkok desde mediados de marzo para pedir su dimisión y la disolución del Parlamento. Por un lado, se ha mostrado inflexible y ha dicho que los manifestantes se enfrentan a "pérdidas" si no desalojan el campamento -sin aclarar qué significa esto-, mientras, por otro, ha asegurado que tiene un plan para acabar con la crisis, y está dispuesto a hacer concesiones. Las movilizaciones han provocado 27 muertos y cerca de mil heridos.

"A partir de ahora, lo que el Gobierno hará podría provocar choques y pérdidas, pero el Gobierno sabe lo que está haciendo. Lo que necesita ser hecho debe ser hecho", ha declarado en su intervención televisada semanal. Abhisit, que celebró una reunión extraordinaria de su gabinete, ha dicho que el Ejecutivo ha trazado un plan para poner fin a la crisis, pero no explicado en qué consiste.

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"Insisto en que el Gobierno tiene una estrategia clara. (...) Ya he decidido qué pasos dar, pero necesito asegurarme de que será un éxito y tendrá el menor efecto negativo posible. Después de todo esto, anunciaré lo que he decidido acerca de las demandas de disolución del Parlamento". El líder tailandés se ha mostrado, no obstante, dispuesto a hacer algunas concesiones. "Aquellos que violan la ley deben cesar su actividad, mientras que el Gobierno no debería ignorar las demandas políticas".

Panitan Wattanayakorn, portavoz gubernamental, ha dicho posteriormente que la iniciativa para aliviar las tensiones será presentada esta semana. Ha afirmado que, mientras tanto, las autoridades seguirán insistiendo para que los manifestantes abandonen la protesta, que ocupa varios kilómetros de calles en pleno corazón comercial de Bangkok, lo que ha forzado el cierre de numerosos centros comerciales, tiendas y hoteles y ha hundido el turismo.

Descartada la ley marcial

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Los camisas rojas ofrecieron el 23 de abril un compromiso por el cual estaban dispuestos a aceptar la disolución del Parlamento en un plazo de 30 días y la convocatoria de elecciones 60 días después, en lugar de con carácter inmediato como habían pedido hasta entonces. Pero Abhisit, que había propuesto realizar comicios adelantados en diciembre, rechazó la oferta porque, según dijo, no se puede negociar bajo amenazas. Los rojos consideran el Gobierno actual ilegítimo y una marioneta en manos de las élites empresarial y militar.

El Ejecutivo descartó en su reunión declarar la ley marcial, que han solicitado algunos líderes de los camisas amarillas -la clase empresarial, el entorno de la aristocracia y la clase media -, porque, según dijo "no es necesaria". Los camisas rojas han desafiado continuamente la ley de excepción en vigor en la capital, y han advertido que tampoco respetarán la ley marcial en caso de ser impuesta.

El movimiento rojo mantiene toda su fuerza a pesar de los dos meses de movilizaciones. Decenas de miles de personas -en gran parte de fuera de Bangkok- charlaban hoy, dormían en las carpas o aplaudían los discursos de sus líderes, sentados ante el gran escenario montado en la intersección de Ratchaprasong, bajo la vía del metro elevado que recorre Bangkok. Según dicen, están dispuestos a quedarse hasta lograr su objetivo.

"Estoy aquí para reclamar democracia. Y si vienen los soldados, lucharé con ellos. No tengo miedo de los fusiles", afirma Sorawit Apinawin, de 24 años, que no tiene trabajo. A su lado, decenas de hombres, pero también algunas mujeres, desmontan, bajo el tremendo calor, la barricada de tres metros de alto, construida con neumáticos, palos de bambú y alambre de espino que bloqueaba el acceso al hospital Chulalongkorn, y la vuelven a montar 50 metros más atrás para mantener fortificado el campamento. La policía descarga bloques de hormigón delante de la nueva empalizada para bloquear, según dice, el paso de los manifestantes, aunque, de hecho, refuerza la fortaleza roja. Un poco más lejos, un hombre vende potentes tirachinas caseros por 30 baht (0,7 euros).

El Gobierno había dado orden a la policía de que retomara la zona frente al hospital, si era necesario por la fuerza, en caso de que los camisas rojas no accedieran a abandonarla voluntariamente. La dirección del Chulalongkorn, que se encuentra colindante con el campamento, se vio obligada a evacuar a cientos de pacientes el viernes después de que la noche anterior más de 100 guardas de seguridad de los rojos irrumpieran en el centro en busca de soldados que, según creían, se escondían en su interior. Los camisas rojas son principalmente habitantes de las zonas rurales, pero también hay miembros de la clase obrera urbana y algunos intelectuales y estudiantes.

Un monje tailandés ayuda a remover una barricada de neumáticos para abrir el acceso al hospital Chulalongkorn hospital, situado cerca del campo de los manifestantes en el centro de Bangkok
Un monje tailandés ayuda a remover una barricada de neumáticos para abrir el acceso al hospital Chulalongkorn hospital, situado cerca del campo de los manifestantes en el centro de BangkokAFP

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