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Mejor tener tres novios que solo uno y serle infiel

Si sentirnos atraídos por otras personas al margen de la pareja es normal, ¿por qué no compartir los sentimientos en vez de convertirlo en infidelidad? Es la regla de oro de los partidarios del poliamor

Sergio C. Fanjul

Chico conoce a chica. Chico y chica se enamoran, y se casan, y tienen hijos, y envejecen juntos y son felices y comen perdices. Este es el modelo dominante de relaciones amorosas. Hace algún tiempo que la sociedad va aceptando que las chicas también se enamoran de chicas y los chicos de chicos. Lo que todavía no es tan comúnmente aceptado es que el chico puede enamorarse de la chica, y de otra chica, y de otro chico, etcétera. Que el amor no tiene por qué ser cosa solo de dos. Que existe el poliamor.

Este concepto es una de las formas de la no monogamia dentro de la cual se da toda una panoplia de posibilidades: la pareja abierta, el swinging, etcétera (un resumen de los diferentes tipos de no monogamia se puede encontrar en el libro Opening up, de Tristan Taormino, publicado por Melusina). Digamos que el poliamor es aquel que contempla verdaderas relaciones amorosas, no solo sexuales, más allá de la pareja. “Nosotros no tenemos problemas con la monogamia, sino con el pensamiento monógamo, que no es lo mismo. Por ejemplo, contemplamos la posibilidad de que alguien elija estar con una persona de forma monógama si eso es lo que apetece, pero siempre teniendo en cuenta que las cosas podrían ser de otra manera”, explica el sexólogo Miguel Vagalume, activista en pro de la no monogamia y portavoz del colectivo Golfxs con principios.

Porque no es del todo cierto que vivamos en una sociedad monógama. Un estudio realizado en España por el Instituto Ipsos, en 2014, arrojó que el 35% de los hombres y el 26% de las mujeres había sido alguna vez infiel. La infidelidad —sea descubierta o no—, implica mantener secretos, engañar, faltar al respeto, mentir... a la que tal vez es la persona más importante de nuestras vidas. El alto precio que muchas veces se paga es la ruptura o el divorcio. Para los no monógamos, la infidelidad es una prueba de la poca funcionalidad del modelo de la pareja tradicional y el amor romántico, fuertemente enraizado hasta en los productos culturales como películas, canciones pop u óperas.

Los defensores de la no monogamia entienden que muchas veces los seres humanos pueden sentir desde una mera atracción sexual a complejos sentimientos afectivos por otras personas más allá de la pareja. Que una sola persona no tiene por qué cubrir todas las necesidades de otra durante toda su vida. La solución que proponen no implica ni el engaño ni la ruptura; muy al contrario, los no monógamos predican la honestidad y la aceptación de nuestros deseos naturales. Si sentimos algo hacia otras personas, lo primero es contarlo y no mantenerlo como un sonrojante secreto. Compartir el sexo o el amor con terceros no tiene por qué llevar a la destrucción de la pareja, sino que puede contribuir a consolidarla o incluso a transformarla en otra cosa: una relación poliamorosa.

Los defensores de la no monogamia entienden que una persona no tiene por qué cubrir las necesidades de otra durante toda una vida. Y proponen una solución sin engaño ni ruptura.

“Lo que hace el poliamor es sostener relaciones mucho más trabajadas”, explica Giazú Enciso, psicóloga social e investigadora en la Universidad Autónoma de Barcelona. “Esto no es un clic, es un proyecto de vida que va a cambiar muchas facetas de la existencia. Implica mucha comunicación sincera, un profundo conocimiento y culparte a ti de muchas cosas en vez de a la otra persona. El poliamor es difícil, pero por eso enriquecedor. La monogamia es un libro escrito, el poliamor se va construyendo”, aclara esta activista. En España ya funcionan varios grupos en ciudades como Madrid, Barcelona, León, Málaga, Murcia o Santiago. Es fácil encontrarlos en Facebook. Según estos grupos, existen personas poliamorosas que se sienten aisladas, incomprendidas o que ni siquiera saben que lo que sienten tiene nombre. Algunos identifican su lucha con la de los homosexuales, aunque en un estado mucho más embrionario. Buscan lograr mayor visibilidad y reconocimiento social y legal de su forma de vida. Por ejemplo, que una persona poliamorosa que se va al extranjero a trabajar pueda conseguir visado para sus varios compañeros (ahora solo lo obtiene su esposa o marido).

Con derechos

“Todavía no existen demandas procedentes de los colectivos poli a nivel legal (como sucede con el activismo LGTB), pero las relaciones no monógamas enfrentan múltiples vacíos legislativos y señalan, por tanto, posibles líneas futuras de transformación legal”, explica Pablo Pérez Navarro, investigador del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, y miembro del proyecto Intimate sobre ciudadanía y derechos LGTBQ (Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales y Queer). Según el investigador, esto se debe a la tradición anárquica del amor libre y al desarrollo de habilidades propias de resolución de conflictos: muchos poliamorosos no necesitan que el Estado reconozca su relación mediante la institución del matrimonio. “Pero esto no quiere decir que las relaciones poliamorosas no sufran la discriminación de la falta de protección legal de sus relaciones ni que muchas personas en relaciones poliamorosas no eligieran, si pudieran, contar con la seguridad jurídica que provee el reconocimiento estatal”, explica. Una encuesta de la revista estadounidense Loving’ More Magazine, de 2012, arrojó que el 90% de los más de 4.000 entrevistados opinaba que las relaciones no monógamas deberían ser iguales ante la ley que las monógamas.

Entre los privilegios que disfrutan los monógamos, Pérez Navarro señala, entre otros, económicos (los no monógamos no disfrutan de ningún privilegio económico o fiscal, como la declaración de la renta conjunta, pensión de viudedad o la protección de los derechos de herencia en ausencia de testamento); las relativas al mundo laboral (no tienen días libres en caso de muerte del cónyuge o reducción de jornada en caso de cónyuge dependiente) o acceso a la nacionalidad española (en las parejas no monógamas no se obtiene la nacionalidad mediante el matrimonio). “A largo plazo es muy previsible que este abanico de desprotecciones y discriminaciones conduzcan a múltiples batallas judiciales”, afirma el investigador.

Sin límite de miembros

No existe una forma estándar de poliamor: a veces se forman triejas (grupos de tres) donde uno de los componentes actúa como vértice (los otros son coesposos); otras veces los tres miembros se aman por igual. También se pueden formar grupos mayores e incluso comunas de personas que se aman entre sí, como fue la californiana Comuna Kerista dentro de lo que llamaron polifidelidad. Tampoco hay normas establecidas para afrontar la crianza de los hijos, aunque normalmente todos los miembros participan en ella. Los poliamorosos se adentran en caminos nuevos que no han sido transitados y que exigen resolver constantemente problemas cotidianos añadidos mediante la comunicación y la negociación.

Porque todo esto, a primera vista, puede sonar muy bonito, pero no resulta fácil. Entre las dificultades se encuentran los problemas relacionados con la autoestima, los celos o el sentimiento de posesión; también los relacionados con explicar esta forma de vida a la poca habituada sociedad que les rodea; los que surgen con la crianza de los hijos o los meramente administrativos si desean formalizar su estatus mediante papeles de curso legal. Por todo ello, en las prácticas no monógamas es sumamente importante el trabajo sobre uno mismo, la negociación concienzuda y la libre y honesta comunicación con él (o los otros). También existen problemas logísticos, más prosaicos, porque como dicen los poliamorosos, aunque el amor puede ser infinito, el tiempo y los recursos (el dinero, sin ir más lejos) para dedicar a varias personas, no.

Una forma de resistencia

El poliamor se puede enfocar desde una perspectiva feminista: “El principal problema que tiene la monogamia en el romanticismo patriarcal es que es solo para nosotras, las mujeres. La doble moral sexual ha permitido siempre a los hombres simultanear relaciones, tener una visible y formal, y además otras con amantes esporádicas, duraderas o de pago”, indica Coral Herrera, escritora, investigadora y creadora del taller Laboratorio del Amor. En el poliamor, las mujeres también pueden tener varios amores y relaciones, y de forma completamente honesta.

Más que una mera práctica vital, muchos ven en la monogamia todo un sistema que se instala bajo el paraguas del capitalismo y el heteropatriarcado. “Me parece que la máxima dificultad es entender el alcance de la monogamia”, afirma la activista y teórica Brigitte Vasallo; “es una escuela de pensamiento que va mucho más allá y cruza nuestra forma de relacionarnos con el mundo y la alteridad, con todo aquello que pasa de las fronteras de lo que consideramos nuestro”. Otra de las dificultades, añade, es llegar a comprender que los sentimientos (entre ellos los monógamos) no son espontáneos: “El amor sí está condicionado por lo social, estamos educados de una forma amorosa concreta”. También que el poliamor no tiene que ver con el usar y tirar, con el supermercado de los afectos o con una moda moderna. “Lo interesante”, observa, “es entenderlo desde un punto de vista político, como una forma de crear redes de apoyo, cuidados y resistencia”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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