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Las zapatillas con ruedas son un juguete, no un calzado

Los expertos explican que las 'heelys' son solo para pasear y no para ir al colegio

Niña sentada llevando zapatillas con ruedas.
Niña sentada llevando zapatillas con ruedas. Erica Bartel/Getty Images

Paseando por parques y calles es habitual ver a niños y niñas calzados con zapatillas con ruedas, conocidas comúnmente como heelys. Se trata de un artículo que de unos años a esta parte se ha hecho popular entre la población infantil, de tres a 12 años. Recientemente, un estudio realizado por Roberto Pascual, experto en Podología Infantil y profesor de la Universidad Miguel Hernández de Elche, alertaba sobre el uso de este tipo de “deportivas”.

Pascual ha observado que demasiados niños acuden a clase con zapatillas con ruedines, en algunos casos de forma reiterada. Algunos de ellos, pasan más de ocho horas utilizándolas. En su opinión, “esta zapatilla no es un calzado, sino un juguete” y, por tanto, debería comercializarse en todo caso en jugueterías y no en zapaterías.

En el informe, se presentan una serie de argumentos científicos que desaconsejan el uso de este tipo de calzado de manera cotidiana por parte de los más pequeños de la casa. Pascual enumera una serie de factores que resultan desfavorables para su uso como calzado habitual. Entre ellos, el más negativo sería la altura del tacón. Roberto Pascual manifiesta que “cuando estamos descalzos en el suelo, el 75% del peso lo soporta el talón y el 25% el antepié. El talón está concebido como soporte, mientras que el antepié tiene una función dinámica, no de soporte. Eso se manifiesta en la arquitectura del pie: huesos anchos y cortos en el talón y huesos más largos y estrechos en el antepié. A medida que la altura del tacón aumenta, los porcentajes varían. Con un tacón de cuatro centímetros, el talón ya solo soporta el 50% del peso y el otro 50% el antepié. A medida que el tacón aumenta, el antepié soporta mayor carga. Las consecuencias de esto conllevan problemas de crecimiento, enfermedad de Freiberg o metatarsalgias, así como el posible acortamiento a largo plazo de la cadena muscular posterior y su relación con las talalgias, como la enfermedad de Sever y el desarrollo de pies planos que no evolucionan de forma fisiológica a partir de los 8 años de edad”.

Otros de los elementos que resultan perjudicial de su utilización diaria son que la presión media sobre el talón es entre 1,5 y 2,7 veces superior, el peso de este tipo de zapatillas es el doble del de un calzado deportivo “normal” y la superficie de apoyo disminuye un 25%.

Tras la publicación de estos datos, el Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos de España recomendó a los centros educativos, fundamentalmente en las etapas educativas de infantil y primaria, que prohibiesen a los niños acudir al colegio con heelys o zapatillas de ruedines.

El profesor Fernando Marco, jefe del Servicio de Traumatología del Hospital Nuestra Señora del Rosario, de Madrid, también alerta sobre su uso y señala que “estas zapatillas hay que considerarlas como un juguete que no debe sustituir al uso de calzado convencional adecuado a la edad y condición de cada niño. Siguiendo esta consideración de que se trata de un juguete destinado a patinar y no de un calzado, se deben adoptar todas las medidas habituales de protección y seguridad. Por lo tanto, la utilización debería restringirse a momentos de ocio en espacios adecuados y bajo supervisión”. Criterio que coincide con el expuesto por el doctor Ignacio Martínez Caballero, del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología Infantil del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid y Vocal de Ortopedia Infantil de la Sociedad Matritense de Cirugía Ortopédica y Traumatología (SOMACOT).

Martínez Caballero destaca que “hay dos aspectos potencialmente perjudiciales. Primero, y condicionado por un mal uso, el aumento del riesgo de caídas y segundo, el de tener un diseño en el que se ve alterada la biomecánica normal, que durante el crecimiento, existe en el pie y el tobillo”. Acerca del mayor número de accidentes, prosigue Martínez Caballero, “en Estados Unidos ha llegado aconsejarse el uso de los protectores que, tanto en la cabeza como en rodillas o codo, se usan para patinar”. Una idea que también comparte el doctor Marco, quien afirma que “para evitar las consecuencias de las posibles caídas, el menor debería utilizar protecciones habituales en la práctica del patinaje (casco, coderas, rodilleras, muñequeras), ya que esto es lo que en realidad está utilizando: unos patines. Estas protecciones se hacen más necesarias si cabe en los inicios del uso del juguete”.

Martínez Caballero enumera algunas de las pautas que los padres deben tener en cuenta a la hora de elegir el tipo de calzado más adecuado para sus hijos.

  1. El calzado tiene tres funciones básicas. La de proteger el pie del exterior y la de favorecer tanto el desarrollo psicomotor del niño, como la función que realizan el tobillo y el pie al caminar.
  2. Las características de la marcha normal se adquieren principalmente durante los primeros tres años de vida, y siguen madurando hasta los seis o siete años.
  3. En el aprendizaje inicial, el niño busca sobre todo estabilidad. Un calzado no excesivamente rígido que sujete el tobillo situándose justo por encima de él, y dentro del zapato, la posibilidad de elevar el arco de la planta del pie, con una pequeña prominencia blanda que actúe a modo de plantilla, puede disminuir el número de caídas.
  4. El calzado en general, y en todas las edades, debe tener la parte de delante lo suficientemente ancha como para permitir que los dedos no se encuentren apretados. Debe ser lo suficientemente flexible en la parte media, para que esta se pueda doblar adecuadamente, tal y como ocurre en esa zona del pie, antes de que los dedos se despeguen del suelo.
  5. En la parte del talón, proporciona estabilidad aumentar algo la rigidez del calzado. Dentro del zapato, la parte en la que el talón realiza la carga no debe ser dura.
  6. Por fuera, el tacón en la parte de atrás debe tener una altura en torno a uno o dos centímetros, y el perfil de la suela debe ser moderadamente curvo en la parte de delante. El material del que está hecha debe ser flexible pero no excesivamente, ya que, si se dobla demasiado, puede mandar un exceso de carga a la zona anterior de la planta del pie y provocar dolor.

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