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LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
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El que ignora sin ser ignorante

Ese verbo puede entenderse con significados distintos en función del tiempo en el que se conjugue

Álex Grijelmo
Vista de la fachada del Banco de España.
Vista de la fachada del Banco de España.EFE

Resulta, según la prensa, que el Banco de España ignoró unos informes que no ignoraba. ¿Cómo es posible eso?

El verbo “ignorar” se ha vuelto contradictorio consigo mismo porque la influencia de to ignore lo ha desviado de su camino.

Este verbo del inglés se traducía de muy precisas formas para cada situación: despreciar, desdeñar, desoír, desatender, hacer caso omiso, pasar por alto, soslayar, ningunear, desmerecer, menospreciar, dar la espalda, dar de lado, marginar, desentenderse... Pero todas ellas se van quedando arrinconadas porque muchos periodistas escogen en su lugar la más imprecisa: el anglicismo semántico “ignorar”.

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Si avanzamos por la lengua con ese significado bastardo, nos iremos encontrando ciertos fallos mecánicos. El que ignora las funciones del subjuntivo es un ignorante de la gramática; el que ignora la definición de rectángulo es un ignorante de la geometría. Pero el Banco de España no era ignorante de la situación de Bankia cuando ignoró la situación de Bankia.

Esta incongruencia se produce por una clonación.

Clonación, en efecto; porque se copian los cromosomas de otra lengua en vez de respetar la genética que ha seguido la propia.

La evolución de “ignorar” desde el latín parte de la raíz gno-, que formó el verbo “gnoscere” para significar en aquella lengua “saber”. Al añadirse a gno el gen del sufijo negativo (i-) con objeto de representar la idea contraria, se creó el verbo “ignorare”, de donde procede nuestro “ignorar”. La fuerza evolutiva y analógica dio a partir de allí “ignorante”, “ignorancia”, “ignoto”, “ignaro”... vocablos todos ellos transportadores del ADN “desconocer”.

Hasta ahí, todo funcionaba con cierta coherencia. Pero quienes estaban en contacto con el idioma inglés empezaron un día a traducir to ignore (despreciar, desdeñar, desoír...) como “ignorar” (hasta entonces “desconocer”), en un fenómeno que algunos lingüistas denominan “falso amigo”. Algo así como si se tradujera “table” (mesa) como “tabla”; o “exit” (salida) como “éxito”.

Y de resultas de tal cruce se da el curioso hecho de que ese verbo puede entenderse con significados distintos en función del tiempo en que se conjugue: Así, no tomaríamos de igual forma la oración “el Banco de España ignoraba la situación de Bankia” que “el Banco de España ignoró la situación de Bankia”. En el primer caso puede significar “desconocía”. En el segundo cabe deducir “desatendió”, “desdeñó”, “pasó por alto”... Y en otros tiempos verbales dudaremos incluso de cuál de las dos acepciones es la más adecuada (por ejemplo, en “el Banco de España ignora la situación”).

Con la ayuda de malos traductores, periodistas y personajes públicos, la falsa equivalencia de to ignore acabó consagrada en el uso y por tanto en el Diccionario (desde 1989). Y de este modo, “ignorar” se convirtió en un verbo ambiguo y estropeado. Una víctima más de quienes saben un poco de inglés y menos de español.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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