¿Se puede decir todo lo que se piensa?
No es una cuestión de pudor o de prudencia, sino de capacidad: ¿podemos expresar con palabras todo lo que pensamos?
Como era de esperar, nuestro tema central de la semana pasada, el cero, ha suscitado una polémica casi tan intensa (y extensa: más de 400 comentarios en el momento de escribir estas líneas) como la de su antónimo, el infinito.
Nuestras/os comentaristas no se han puesto de acuerdo sobre el estatuto ontológico del cero, y tampoco lo han hecho, a lo largo de los siglos, matemáticos y filósofos, así que dejaremos abierta la polémica. Pero con respecto al cero absoluto de la física, hay sorprendentes novedades. Hasta hace poco se consideraba que era una barrera infranqueable, puesto que el calor es movimiento (agitación molecular) y no podía darse un estado de inmovilidad absoluta de la materia. Sin embargo, Wolfgang Ketterle, premio Nobel de física, demostró hace unos años que podía haber una temperatura negativa, y posteriormente un equipo de Múnich consiguió que un gas cuántico ultrafrío de átomos de potasio permaneciera unas billonésimas de grado por debajo del cero absoluto. Sutilezas de la mecánica cuántica que no tienen cabida en esta sección, pero que no está de más mencionar.
En cuanto a los máximos logros intelectuales de la humanidad, hay acuerdo unánime en que el cero es uno de ellos (aunque algunos opinan que es un invento y otros lo consideran un descubrimiento). Un sagaz lector de diez años ha propuesto como logro supremo de la inteligencia el descubrimiento pitagórico de la relación entre las armonías musicales y las proporciones numéricas simples. Y otros proponen la escritura, o el propio lenguaje, candidatos poco objetables. Curiosamente, nadie ha aludido al que muchos consideran el más prodigioso salto intelectual de la humanidad: la formulación de las leyes fundamentales de la física por Galileo y Newton, padres de la ciencia en el sentido actual del término.
Lo pensable y lo decible
Y como es habitual en esta sección (y en la ciencia misma), unos temas llevan a otros y unas preguntas -con respuesta o sin ella- generan nuevas preguntas. Y en esta ocasión, de los límites dimensionales y numéricos hemos pasado a los lingüísticos, y la pregunta que ha surgido es: ¿Se puede convertir en palabras cualquier pensamiento? ¿Es decible todo lo pensable? (Y volviendo a nuestro tema recurrente de los últimos meses, también cabe preguntarse si son infinitas las cosas pensables).
Con respecto a la relación entre pensamiento y lenguaje, Einstein dijo algo que resulta, cuando menos, impactante: “Los elementos del pensamiento son, en mi caso, de tipo visual y muscular; las palabras u otros signos convencionales he de buscarlos trabajosamente en una segunda etapa, cuando el juego asociativo entre esos elementos está suficientemente establecido y puedo reproducirlo a voluntad”. Y su amigo el también premio Nobel Rabindranath Tagore decía, aludiendo a la imposibilidad de darlo todo como poeta: “Llevo dentro de mí un peso agobiante: el peso de las riquezas que no he dado a los demás”. ¿Qué opináis al respecto?
Carlo Frabetti es escritor y matemático, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York. Ha publicado más de 50 obras de divulgación científica para adultos, niños y jóvenes, entre ellos Maldita física, Malditas matemáticas o El gran juego. Fue guionista de La bola de cristal.
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