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Soho House Barcelona: ¿estás 'dentro' o estás 'fuera'?

Tras años de especulaciones, en octubre aterriza en Barcelona Soho House, la cadena de clubs privados más deseada del mundo. A partir de hoy puedes solicitar ser miembro. ¿Dinero? ¿Fama? ¿Contactos? Chris Glass, su responsable, nos aclara los requisitos para serlo

Chris Glass, “jefe de membresía” de toda la cadena, tiene como misión decidir quién encaja y quién no.
Chris Glass, “jefe de membresía” de toda la cadena, tiene como misión decidir quién encaja y quién no.

Tras más de tres años de obras y especulaciones, en octubre abrirá por fin Soho House en Barcelona, un “club privado con habitaciones” (que no hotel, insisten) situado en un edificio histórico de la plaza Medinaceli, de cara al mar y de espaldas al Barrio Gótico. Con dos restaurantes, una zona de gimnasio, otra de spa y la famosa piscina en la azotea que tienen todos los establecimientos de la cadena.

El concepto nació en Londres hace 21 años cuando al hostelero Nick Jones se le ocurrió actualizar el concepto del club de caballeros británico –las instituciones centenarias en las que se preserva el privilegio como si fuera un chutney de manzana– y trasladarlo al entonces emergente Soho. Sustituiría las antiguas condiciones (ser hombre, con dinero, preferiblemente antiguo, y bien conectado) por unas nuevas más abiertas pero no necesariamente más democráticas: aquel sería un club para gente “creativa”, signifique eso lo que signifique. Y estaría pensado para ser su “casa fuera de casa”.

El Soho House de Londres alcanzó a la Gran Bretaña de los tabloides en 2002, cuando la hija de Jude Law y Sadie Frost, de entonces dos años, se intoxicó accidentalmente con éxtasis en una fiesta de cumpleaños. Aquello trasladó una idea en realidad bastante errónea del club, como un lugar de desenfreno para celebrities. Sí que hay miembros famosos (cuando se abrió Soho House en Nueva York, Nicole Kidman, que había pasado tiempo en el de Londres mientras rodaba Eyes Wide Shut, estaba en el comité de selección) pero la inmensa mayoría no lo son. Ahora existen ya siete houses en Reino Unido, otras siete en Norteamérica, una en Estambul, otra en Berlín y en breve se abrirá otra en Mumbai.

Chris Glass ha pasado un año en Barcelona, confeccionando la lista de los elegidos, un proceso que ya dirigió antes en Berlín y Estambul.
Chris Glass ha pasado un año en Barcelona, confeccionando la lista de los elegidos, un proceso que ya dirigió antes en Berlín y Estambul.

En Barcelona ya se han seleccionado los cerca de mil socios fundadores, a los que se ha invitado a unirse y que pagarán una cuota preferente de 1.200 euros al año (o 100 al mes) por ser “socio local” o 1.500 por ser “socio global” –lo que da ciertos privilegios cuando se visitan los Soho House de otros países–. Y a partir de hoy cualquiera que tenga una conexión frecuente con la ciudad (hay socios con casa en Madrid, Valencia o Andorra pero que van con frecuencia a Barcelona) y/o quiera hacer networking en bañador puede solicitar formar parte del club aquí. El título da derecho a usar el spa, el gimnasio y la sala de cine con butacas, en la que se emitirán películas de estreno.

Todo lo que necesita es rellenar un formulario diciendo lo que hace, dónde vive y aportar el nombre de dos socios que le avalen. En ese momento, el comité de aceptación, que está formado por unas 40 personas en la categoría “adultos” y unas 15 en la sección de menores de 27 años, decide si aceptan la solicitud o no. ¿Y si es que no? “Nadie recibe un mail diciéndole que no, simplemente alguna gente permanece en nuestra lista de espera mucho, mucho, mucho más que otra”, explica con templada diplomacia Chris Glass, el “jefe de membresía” de toda la cadena y que, como tal, ejerce un papel similar al portero del mítico club Berghain en Berlín o, poniéndonos dramáticos, al del senador romano que pone el pulgar hacia arriba o hacia abajo para decidir el futuro de un pobre gladiador. Es, sencillamente, el tipo que decide quién encaja y quién no.

Glass se ha pasado todo un año viviendo en Barcelona, confeccionando la lista de los elegidos, un proceso que ya dirigió antes en Berlín y Estambul –los elegidos, lógicamente también pueden decir “no, gracias” y en ciertos muros de Facebook de la capital catalana se discute mucho estos días sobre qué mola más, entrar o no entrar–. En este tiempo, ha aprendido cosas sobre la ciudad que no sospechaba cuando venía como turista, como qué significa vivir por encima o por debajo de la Diagonal, se ha hecho asiduo de locales como el hotel Alma, Casa Bonay o Jaime Beriestain (tanta gente le llevaba a desayuar allí que al final tuvo que pedir que variaran un poco) y se ha dejado llevar a cenar a clásicos sentimentales de la ciudad como el Flash Flash o el Giardinetto. Glass es consciente de la mística que envuelve Soho House: “Al ser un club privado genera cierto FOMO, Miedo a Perderse Algo”, dice, y también lo contrario. “Entiendo que al haber un tipo en la puerta que no te deja pasar si no tienes la tarjeta adecuada, se generan varios niveles de suspicacia”. Normal que la gente se pregunte qué hace esa gente allí y por qué se creen tan especiales. Estuvimos hablando con él y nos despejó algunos de los mitos sobre el club:

-Hay que estar forrado para ser socio de Soho House. Falso. “El dinero no es crucial", dice Glass. "Tienes que ser capaz de pagar la cuota anual, pero ni preguntamos cuánto ganas ni lo juzgamos. El guionista en apuros es tan bienvenido como el capitoste de la industria que acaba de cerrar un trato gigante”.

-Hay que estar bien conectado. Verdadero. Para que se acepte una solicitud, el candidato debe estar avalado por al menos dos socios.

-Quien insiste, lo consigue. Falso. “Enviarme 40 correos electrónicos a la semana no te va a ayudar en tu candidatura”.

-Hay que ser socio para alojarse en las habitaciones del hotel. Falso a medias. Pero sí que hay que rellenar un formulario con datos sobre ocupación e intereses y someterse a la aprobación del personal. Si no se pasa el examen, no se consigue la reserva. Además, las habitaciones no están disponibles en buscadores como Trivago o Booking, sólo a través de la web de Soho House.

-Todo el mundo es joven y guapo. Falso. Bueno, lo de guapo es debatible, pero la edad “va de los 18 a los 80 años y los dos son muy bienvenidos”. En ciudades como Berlín la media de edad de los socios es de unos 32 años, mientras que en el Soho House de West Hollywood sube a unos 39. “Porque allí uno tarda más en dar la campanada y establecerse, en conseguir ganar lo suficiente para pagar la cuota”. Eso sí, los socios que entran con menos de 27 pagan la mitad hasta que cumplen los 30.

-En Barcelona sólo hay guiris y diseñadores gráficos. Falso. También hay estilistas y realizadores audiovisuales. Ahora en serio, Glass explica que esperaba encontrar más expatriados y muchos, muchos djs, que los ha encontrado, pero entre esos mil primeros socios fundadores también se cuentan arquitectos, periodistas, gente del cine, del arte contemporáneo… “y personas con alma creativa. Hay abogados que cuando llega el fin de semana llevan un restaurante pop up o son coleccionistas de arte. Ellos también tienen lugar”.

-La lista de miembros es secreta. (Bastante) verdadero. Soho House nunca divulga nombres de sus miembros “porque somos un club privado”, pero si alguien quiere ir diciendo que es socio, puede, claro. Y muchos lo hacen.

-Hay dress code. Ojo no vayas en chanclas. Falso. Aunque mejor si las chanclas son las peludas de Rihanna o unas Adidas clásicas de rayas. “Somos muy relajados y abiertos y queremos que los socios se sientan como en casa. Mi casa es cálida y acogedora”. Lo que sí está prohibido es llevar ropa “corporativa” de cualquier empresa.

-Si no le caes bien a Chris, estás perdido. Falso. “He aprendido a ser muy maduro con esto –sonríe– Hay mucha gente a la que no invitaría a mi casa para cenar o a conocer a mi madre, pero eso no significa que no vayan a ser buenos miembros. Si más gente piensa lo mismo, que no les presentarían a sus madres, entonces es otra historia”.

-Está prohibido hacer fotos y colgarlas en las redes. Cierto. Sólo está permitido hacer fotos en las zonas comunes y en los restaurantes, pero no en las reservadas para socios, así que quien quiera rentabilizar su cuota posteando en Instagram, que se olvide. En las normas se especifica que “se llamará la atención a los miembros que identifiquen en sus redes sociales a otros miembros presentes”. Nada de “aquí en la terraza de Soho House con J.W. Anderson”. El uso de móviles también está restringido, sólo se pueden hacer y recibir llamadas en algunas zonas.

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